Escarlata

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  Se tomó un segundo antes de abrir la puerta de la habitación del hospital. Sosteniendo con más fuerza la bandeja con café en su mano.

  Miró a su derecha, ahí estaba su padre, sentado en las sillas de espera fuera de la habitación continua, levantó la cabeza en su dirección y sonrió con cansancio. Cualquiera podría decir que su semblante tranquilo y sereno eran una muestra de su estado de ánimo, pero Scorpius lo conocía mejor que nadie.

  Le devolvió la sonrisa, quebrándose inevitablemente al final y entró a la habitación.

  Sus ojos bagaron momentáneamente por el cuerpo inerte de Albus en la cama. Desde las vendas que presionaban su cabeza y cubrían una parte de su rostro, pasando por el collarín que inmovilizaba su cuello, el vendaje resguardando su pecho y el cabestrillo que sostenía su brazo izquierdo enyesado.

  Tuvo que apartar la mirada, concentrándose en la figura sollozante en la silla junto a él.

-James... -Depositó la bandeja de café en la mesita y se acuclilló frente a él.

Y es que, desde que llegaron al hospital, ocho horas atrás, esa era la cuarta vez que encontraba al castaño en la misma situación. Lo había intentado disimular las primeras dos veces, despachando a Scorpius y pidiéndole que no se preocupara. Ahora solo aceptaba el consuelo y mojaba su hombro con abundantes lágrimas.

-Es mi culpa, esto es mi culpa -Scorpius lo incitó a enderezar la espalda, con el propósito de que se regulara su respiración.

-James...

-No, sé lo que dirás. Pero lo es Scorpius, es mi culpa.

  El rubio suspiró, dándole otra mirada a Albus por sobre su hombro. Pensado en lo bueno que sería que despertara en ese instante, al menos así distraería a su hermano de su dolor y culpa por un rato.

-Si no lo hubiera golpeado, papá no habría tenido que ir por él, no hubieran chocado y no...

  Scorpius lo tomó de las mejillas, alzando su cabeza. Su tono fue suave al repetir lo mismo que llevaba horas diciendo.

-No hay forma de que esto fuera tu culpa. Jamás nadie su imaginaría que algo así podría pasar.

-Pero...

-No hay peros. Sé que estás preocupado y te sientes terrible. Lo comprendo. Pero sentarte aquí a culparte no va a hacer que despierten.

  James meditó sus palabras por un rato. Permitiéndole apreciar el primer silencio que mantenían desde su llegada.

  Cuando su padre los llevó hasta allí, toda la familia de Albus ya estaba en el hospital. De haber estado en otras circunstancias, Scorpius se habría maravillado ante la cantidad de pelirrojos reunidos en el mismo sitio.

  La familia Weasley se había quedado hasta unas horas atrás. Acompañando a los hermanos Potter y a su madre (Quien no salía de su estado aturdido desde que sacaron a su hijo de terapia intensiva).

Ahora solo quedaban unos cuantos que no demorarían en volver a casa una vez se acabara la hora de visita.

-Tu madre dijo que lo mejor es que vayas con tu abuela a la "Madriguera", tu hermana ya se fue con tu tío Fred.

-No puedo irme.

-Puedes. Y deberías hacerlo. Tienes que descansar y mañana traer comida y ropa para tu mamá.

-No dejaré a mamá sola aquí. Ni a papá... -Dudó un momento y agregó con voz rasposa por el llanto- O a Albus.

-Escucha... -Se arrodilló frente a James- Tu madre está sobrecargada. No digo que ustedes la estén molestando ni nada, pero ella necesita poder estar aquí sin preocuparse por si ustedes ya comieron o donde dormirán.

  James lo consideró, un batalla interna entre lo que haría a continuación. Terminó por asentir con la cabeza y levantarse de la silla.

  Miró una última vez a Albus y se fue. Scorpius esperó un tiempo prudente, por si James regresaba. Luego se sentó en el borde la cama.

-Se va a morir deshidratado si no despiertas pronto ¿Lo sabes, no? -Delicadamente le apartó el cabello de sus ojos cerrados, luchando con el nudo en su garganta- Quizas por eso lo haces. Quieres que suframos un poco más antes de despertar ¿Cierto?.

Scorpius se levantó, acercándose lo más posible a su rostro sin tocarlo.

-Tienes que despertar y debes hacerlo ahora ¿Me estás escuchando, imbécil?. Tú madre y tus hermanos te necesitan, más cuando... -Se aclaró la garganta, ignorando el ardor en sus ojos- Cuando es muy probable que Harry no lo haga.

  Se alejó. Secó la única lágrima que había derramado ese día y sacó un libro de su bolso de la escuela.

-La Condesa de Rudolstadt -Anunció, mientras pasaba sus dedos por el título dorado- Es una primera edición. La lleve hoy para enseñártela. Se supone que te la presumiría y tú me llamarías riquillo mimado. Te molestarías y yo te besaría hasta que se te pasara y te diría que te la prestaría si me dabas algo a cambio.

Abrió la novela en donde el marca libros indicaba.

-Supongo que eso no pasará ahora. Siempre arruinando mis planes, tarado engreído -Se acomodó mejor en la incómoda silla, doblando sus piernas hasta abrazarlas contra su pecho- Voy a leerte un poco ¿Te parece?.

Esperó por una respuesta que no llegó, ahogando sus esperanzas.

-No importa si te parece o no. No es como si pudieras hacer algo al respecto. Si te molesto, tendrás que despertar para obligarme a callarme.

Estuvo leyendo por una hora entera. Solo se detuvo por el ardor en su garganta. Estrujó sus ojos para espantar el sueño, seguiría leyendo hasta que Albus se dignara abrir los ojos. Dos toques suaves en la puerta llamaron su atención.

-Scorp, es hora de irnos -La cabeza de su padre se asomó por la abertura, pasando por alto intencionalmente el cuerpo de Albus.

-¿Qué? No, no podemos irnos.

-Lo siento. Pero ya debemos volver a casa.

Pelear, besar y... ¿Como es que iba? Où les histoires vivent. Découvrez maintenant