Evangeline

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  Scorpius se tomó su tiempo antes de ir al tercer piso. Odiaba llegar tarde, pero la verdad es que le preocupaba mucho ir y descubrir que Albus no estaba allí.

  Era la única forma que se le ocurría de vigilarlo sin que el pelinegro se pusiera inmediatamente a la defensiva.

  Quizás Albus tenía razón y se estaba obsesionando con su episodio psicodélico porque no tenía vida propia de la que ocuparse. Bien, él no había dicho exactamente eso, pero ganas no le faltaron, eso era seguro.

Daba lo mismo, igual necesitaba esa ayuda en latín, no mintió al decir que prácticamente iba arrastrando la asignatura. Sería una vergüenza presentarle algo así a su padre.

  Con eso en mente, decidió dirigirse a su destino de una vez por todas.

  Divisó una cabellera castaña a la distancia, James sonrió he hizo ademán de acercarse, pero Scorpius apuró el paso con una sonrisa de disculpa.

Aún no estaba listo para hablar con James. Llevaba desde la fiesta ignorando sus mensajes y evitándolo a toda costa. En su defensa, tenía cosas más importantes de las que ocuparse.

  "Cómo acosar al chico que te rompió la cara tres veces" susurró una voz en su cabeza, la aplastó con un mazo imaginario hasta que se calló.

  Saludó con un asentimiento a un par de personas que abandonaban la sala a la que él entraba.

  Y ahí estaba, echado tal cual un rey, en un sillón verde esmeralda con los pies sobre la mesita de caoba. Un libro abierto en su regazo y una libreta de apuntes en su mano. Su boca se entreabrió unos centímetro al llevar un extremo de la lapicera a ella.

  No levantó la vista para hablarle.

-Deberías dejar de observar a la gente mientras está distraída. Pensarán que eres un rarito pervertido.

-¿Tú crees que soy un rarito pervertido?.

-Nah, solo un pervertido normal -No tuvo ningún tipo de apuro al cerrar su libro y suspirar teatralmente- Pero no todos tienen la misma capacidad de raciocinio que yo.

-Y gracias a Dios que no, imagino un mundo como ese y tiemblo de miedo -Rodó los ojos antes de acercarse y tomar asiento en la mesa, junto a los lustrados zapatos de su ahora tutor.

  Albus no despegó sus ojos de él durante diez segundos, los diez segundos más tortuosos de la vida de Scorpius.

-Dame tu examen -Terminó por decir- Empezaremos reforzando tus errores y de ahí partiremos a lo que verás en los próximos.

  Albus sacó de su mochila un montón de libretas de apuntes de distintos grosores que superaban, por mucho, las suyas propias. Y eso que Scorpius era una persona extra meticulosa.

Eso lo hizo sentir aún más avergonzado al mostrarle su examen. Incluso giró su cabeza hacia otro lado, no queriendo ver el juicio de sus errores.

-Scorpius...

-Es terrible, lo sé, no quiero hablar de eso. Mejoraré.

-Scorpius...

-No tienes que decirlo, en serio, yo...

-Es una A.

-¡Te estoy diciendo que lo sé! -Albus era cruel en recordárselo. Ya lo sabía, por eso llevaba tres días ocultándoselo a su padre y evitando, lo mejor que pudiera, sus preguntas al respecto.

-¡Dijiste que te había ido fatal!.

-Me fue fatal -Le arrebató el pedazo de papel con frustración, su cara enrojeciendo- ¡UNA A! ¡Una jodida A! ¡No A+! ¡A! ¡¿Ves lo terrible que es?!.

Pelear, besar y... ¿Como es que iba? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora