Claveles y rosas

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-No me quiero ir -Declaró, siguiendo a su padre al desocupado pasillo.

-Scorpius... -Sintió una profunda pena por el profundo agotamientos que vió en su rostro.

Por el rabillo del ojo notó a la madre de Albus acercarse a ellos. Pero se mantuvo concentrado en su disputa actual.

-Papá...

-No, Scorp. Harry y Albus deben estar con su familia, volveremos mañana en la tarde.

Estaba por desechar ese argumento, pero Ginny Weasley se le adelantó.

-Deberías quedarte -Era la primera vez, en casi seis horas, que la escuchaba decir algo más que un susurro rápido- Bueno... No deberías, no-no puedo decirte que debes o no hacer, pero si tú... Amm... Si quieres... Si quieres quedarte, deberías hacerlo.

Draco la observó. No habían intercambiado más que un saludo y un par de palabras desde su llegada. Y su padre se había mantenido más que nada al margen de la familia Weasley, sin duda no se esperaba que le ofrecieran algo así.

-¿Estás segura? ¿No te molestaría?.

Ginny lo miró como si estuviera diciendo algo especialmente estupido y contestó.

-¿Por qué me molestaría?.

-Porque Harry es tu muy reciente ex esposo -Dijo Draco sin siquiera titubear.

-¿Eso qué? Tú eres su pareja ahora, perteneces aquí tanto como nosotros.

Scorpius no apartó los ojos de ella, sobrecogido por la fuerza y determinación que, aún en lo que debió ser uno de los peores días de su vida, podía irradiar.

Se fijó nuevamente en su padre, rogándole con la mirada que aceptara. Este lo consideró un tiempo más antes de rendirse.

-Bien, pero tendré que ir a casa por algo de ropa. No pensaras pasar la noche en uniforme ¿O si?.

-¿Pedirás un taxi?.

Su padre alzó una ceja en confusión.

-Vinimos en el auto ¿No recuerdas?.

-Si pero, estás cansado, podrías... -Mordió su lengua, negándose a expresar sus preocupaciones en voz alta. Solo estaba siendo neurótico. Como era de esperarse, Draco no lo necesitó para saber exactamente lo que ocurría.

-Nada va a pasarme -Sonrió al dejar un beso en su coronilla- Volveré en menos de lo que te imaginas.

Ajustó su gabardina negra del trabajo, marchándose a paso veloz rumbo el ascensor.

Scorpius se mantuvo de pie, intentando no lucir muy desubicado al tomar asiento junto a Ginny en las incómodas sillas de espera.

  Nunca fue bueno para lidiar con silencios prolongados, así que dijo la primera estupidez que se le vino a la mente.

-Albus no se va a morir -La mujer fijó sus ojos marrones en él. Poniéndolo más nervioso de lo que admitiría jamás- Es demasiado engreído para morir por un accidente de auto. ¿Qué dirían en el infierno sobre eso, verdad?.

Se alarmó por lo terrible que eso había sonado. Casi se le cae su libro al levantar las manos, justificándose torpemente.

-¡No es que su hijo vaya a ir al infierno! Digo... No es... Yo-yo-yo no quise decir eso, fue estupido, no quise, en serio, perdón, es culpa de mi madre, soy igual a ella, hablo sin pensar a veces, perdón, de verdad... -Se calló, su cara aplastada bruscamente contra el hombro de Ginny mientras se aferraba a él, dejando salir sollozos tan desgarradores que partieron el alma de Scorpius en pedacitos- No soy muy religioso, pero sé que no ha hecho lo suficiente para merecer el infierno. En el fondo es buena persona, muy, muy, muy en el fondo. ¡Pero no le diga que dije eso o se ofenderá!

De repente, el llanto de Ginny se interrumpió por esporádicos ataques de risa histérica, fue algo muy raro de escuchar.

-Eres un buen chico -Susurró en su oído, sin aflojar ni un poco su brutal agarre en su espalda- Albus tiene suerte de tener un amigo como tú.

-No somos amigos -Aclaró, solo por costumbre.

-Oh... -La pelirroja le dió una mirada sabionda e insinuante que a Scorpius no le gustó nada.

-¡No! ¡No es lo que cree! Juro que no. Solo somos... Compañeros ocasionales de estudio. Tiene que creerme, de lo contrario, Albus me asesinara cuando despierte y piense que le metí ideas en la cabeza.

-Solo compañeros.

-Solo eso -Afirmó, asintiendo vigorosamente con la cabeza.

-Uno no pasa la noche en una incomoda silla de hospital por un compañero de estudios ocasional, para que sepas -Se alejó, liberando a Scorpius de su abrazo.

Sus mejillas estaban abarrotadas de lágrimas. Pero tenía un nuevo brillo en los ojos, más despierta y presente de lo que la había visto desde su llegada.

-Iré a darle una vuelta al bello durmiente -Abandonó el asiento, caminando a paso firme rumbo a la habitación de su hijo. Se detuvo a último momento y lo miró, sin voltearse del todo- Gracias.

-No hice nada.

-No opino lo mismo -Le sonrió. Y Scorpius se preguntó cómo es que había logrado reconfortarla. Lo que dijo era posiblemente la cosa más insensible y macabra que le dirías a alguien en su posición- Tu madre debe estar orgullosa de ti.

Se mordió el "Mi madre está muerta" de la punta de su lengua. No queriendo interrumpir el repentino aíre esperanzado y renovado de la mujer.

Optó por quedarse allí, abandonado a merced de sus pensamientos.

Fue ahí donde su padre lo encontró al volver. Traía el cabello mojado y peinado a un lado, delatando una reciente ducha; su traje de oficina remplazado por un conjunto deportivo con una sudadera enorme, estampada con un león dorado alzado en sus patas traseras. Desconocía el origen de la prenda, pues no imaginaba a su padre comprando algo así.

Dejó de lado el pensamiento para centrarse en su rostro. La pena que había notado antes, ahora mucho más marcada.

Ginny no era la única que necesitaba consuelo en ese momento.

Pelear, besar y... ¿Como es que iba? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora