Capítulo 17

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Me termino por despertar sin saber ni en dónde estoy, ni qué hora es. Mi cuerpo se siente extraño, mi boca seca, y mi cabeza todavía me da algunas vueltas. No tardo mucho en reconocer que estoy en un hospital, solo que no sé cómo es que llegué aquí, en primer lugar. Lo último que recuerdo es haberme sentido muy mal mientras estaba en mi habitación, luego de la pelea con Eslay; ¡Dios, todavía estoy furiosa con él!

Trato de desperezarme, y siento como si mis músculos no hubieran estado en trabajo durante un largo, largo tiempo. Me cuesta estirarme, y hacer mis huesos tronar es una tarea difícil en este momento. No estoy en una habitación de hospital, solo estoy en una de las secciones separadas por paredes de tela, lo que quiere decir que estoy en la sala de emergencias.

Pruebo a hablar, pero las palabras salen casi como un susurro, así que me aclaro la garganta y me acomodo sentada, con la espalda contra la almohada. Trato de humedecer mi boca con mi propia saliva, y entonces vuelvo a hablar:

—¿Enfermera? —llamo, pero tengo muy poca voz. Mi garganta raspa un poco, y termino tosiendo bajo—. ¡Enfermera! —vuelvo a llamar, esta vez un poco más alto.

Puedo oír los movimientos del otro lado de la cortina, y termino asustándome un poco mientras miro confundida. Entonces, un jadeo escapa de mis labios cuando veo a Eslay salir del cubículo de junto, con una venda en el brazo, manchada con un poco de sangre. De repente, toda la molestia que tenía dirigida hacia él se evapora, pero no por completo.

—¡Eslay, ¿qué le sucedió a tu brazo?! —pregunto, tomándolo con mis manos cuando está lo suficientemente cerca de mí. Él no responde, se queda en completo silencio, solo viéndome. Es un poco extraño, ya que en el tiempo que llevamos pasando junto, nunca me ha mirado de esa manera; es difícil descifrar qué es lo que está pensando ahora—. Te hice una pregunta, Eslay.

—No te preocupes, soy zurdo —responde de manera evasiva, haciéndome fruncir el ceño, y, aunque no parece gustarle que esté tocando alrededor de la herida, no se molesta en retirar su brazo. En cambio, lleva su mano hasta mi mejilla y me acaricia, tomándome por sorpresa—. Que bien que ya hallas despertado. ¿Estás bien?

—Sí —respondo, dejándome llevar por su toque solo un instante. Se siente bien su preocupación—. Eso creo, al menos. ¿El bebé, está bien? Yo… No pude detenerme a mí misma, y caí de frente. Tengo miedo de que…

—Está bien —me interrumpe, acercándoseme un poco más y abrazándome por los hombros. Por mi parte, por supuesto que aprovecho la oportunidad de devolverle el abrazo, reposando mi cabeza en su abdomen—. Es pequeño, y tú eres fuerte.

Hago una mueca de confusión—. Eslay, tú…

—Sí, vi a la bebé. —No puedo evitar la sonrisa, porque en realidad eso no es lo que iba a preguntar, pero es bueno saberlo—. Es realmente pequeño.

—¿Esperabas algo más grande que una papaya? —Siento su abdomen moverse, lo cual me llama la atención, y termino levantando la mirada discretamente, para verlo riendo bajo mientras mira distraídamente hacia la cortina del otro extremo.

—No —responde—. Pero… todavía no puedo creer que sea tan pequeña. Cabe en la palma de mi mano. —Alza una de sus manos, abriéndola y cerrándola con cuidado, como si hubiera un pequeño bebé en su mano.

—Dale unos pocos meses más, y entonces ni siquiera cabrá en la palma de tu mano. —Río—. Ni siquiera cabrá dentro de mí. —Vuelvo a acomodarme contra su abdomen, entrelazando mis manos en su espalda, y termino suspirando—. ¿Tú me trajiste al hospital?

—No. —No sé si sentirme decepcionada, pero en realidad lo esperaba—. Sergey te encontró, entonces Matt te trajo. Lamento no haber estado allí, es mi culpa que hayas pasado por eso.

—No lo voy a negar. —Me termino por separar de él, y no rechaza el alejarnos. Se sienta en la cama y toma mi mano de manera discreta. Su expresión cambia bastante de un momento a otro, y termino preocupándome—. ¿Está todo bien?

—Tu hermano está aquí —dice de repente.

Está bien, puede que eso sea lo que más me sorprende el día de hoy.

—Matthew lo llamó cuando no respondí las primeras llamadas —suspira, luciendo arrepentido y molesto—. Decidió por mí, y… Volverás a tu departamento.

—Espera, espera solo un momento. —Me acomodo mejor y le doy una mirada inquisitiva—. ¿Cómo que Chase está aquí, y…? —Me detengo a mí misma, porque quién en su sano juicio cuestionaría el que lo dejen en libertad; así que solo me atengo a la pregunta de Chase—. ¿Estás diciéndome que mi hermano está aquí, en el mismo lugar que tú?

—No nos hemos visto, si eso es lo que te preocupa. Al menos por ahora. —Suelta mi mano y se pone de pie—. Deberías dormir, yo iré a casa y me cambiaré. Cuando despiertes estaré aquí; no quiero hacer mucho ruido, tu hermano está durmiendo justo del otro lado.

—Gracias —digo, sin saber qué más decir, y él asiente antes de irse por donde vino. Me acomodo para dormir, oyendo los murmullos de su lado de la cortina, y siento que no puedo cerrar mis ojos, aunque quiera.

Demasiado que procesar. Eslay dijo que puedo volver a mi departamento, a mi vida, pero también llamo a la mansión: casa. No dijo “mi casa” o solo “a la mansión”. La palabra que él eligió utilizar se usa para el plural. ¿Acaso está queriendo decirme algo, o solo estoy sobre pensando las cosas? Sea lo que sea, también siento una espina pinchando en mi pecho con solo pensar en que puedo volver a mi departamento.

¿Por qué? En realidad, me gustaría tener una respuesta.

Me obligo a cerrar los ojos, y pongo mi mente completamente en blanco. No quiero pensar en nada más por el momento, ni en Eslay, ni en Chase, ni en lo que tengo que decirle, ni en mi departamento… Solo quiero permanecer en la nada durante un instante, donde los problemas de la vida real no existen, y serán problema de la River que despierte por la mañana.

***

Despierto por la mañana cuando una enfermera entra en la habitación y me obliga a dejar mi sueño atrás para poder tomar unas vitaminas, ya que, según me explica mientras las ingiero, estoy un poco baja de defensas. He leído un poco acerca de los embarazos, y soy consciente de que los bebés son como pequeños parásitos, absorbiendo todo tu calcio, vitaminas y hierro para ellos solos. Mientras pueda seguir obteniendo todo lo que necesito, entonces está bien para mí que me robe lo que necesita.

Pregunto sobre mi doctora, pero aparentemente no pertenece a este hospital; la enfermera me dice que quien me atendió es el doctor Ross, y antes de irse me avisa que en un rato él vendrá a traerme el acta del alta, lo cual agradezco. El señor Clifford no debe estar enterado de que estoy en el hospital, y necesito informarle sobre mi ausencia el día de hoy… Suficientemente permisivo ha sido al dejarme trabajar desde casa, no quiero arruinar esto.

Pocos minutos después de que la enfermera se retira, la cortina vuelve a moverse y quien asoma la cabeza es Chase, dándome una mirada preocupada que me hace sentir una punzada de culpa. Termina de entrar en cierra la cortina, para darnos un poco más de privacidad, asumo.

—Hey, Riv.

—Hey, Chase —lo saludo de regreso, con una sonrisa.

—Te ves como la mierda. —No puedo evitar reír un poco. Se acerca y no duda en darme un largo abrazo—. Estaba preocupado. No sé nada de ti durante días, y luego me llaman diciéndome que estás en el hospital. —Suspira y se aleja de mí. Su expresión no cambia mucho, solo que su ceño se frunce aún más, como si estuviera enojado.

—Estoy bien, solo fue un desmayo por estrés… Demasiado trabajo. —Trato de quitarle importancia, pero Chase no parece querer aceptar ni una sola de mis palabras. Aunque, bueno, tampoco lo haría si la situación fuera al revés—. ¿Ocurre algo? Luces un poco molesto.

—Quería esperar a que salieras del hospital —comienza, y cuando me da aquella mirada, mientras su mandíbula se tensa y relaja, entonces sé que algo malo sucede. Está molesto conmigo—. ¿Por qué no me dijiste que estás embarazada?

De un Mafioso | Clan Crawford #1Where stories live. Discover now