capítulo 11: Una vida real

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Pov Anastasia

La sensación que estoy sintiendo justo ahora es un tanto difícil de explicar con vocablos que sean lógicos y mínimamente emocionantes. Me miro al enorme espejo que se extiende por las cuatro paredes de este gran salón y mis ojos se deslumbran con la chica joven y fresca que hacía tiempo no veía. Unos shorts de algodón color coral, acompañados de una sudadera estilo crop top a juego y las zapatillas deportivas Nike Air Force blancas que me regaló Dani que descansan cubriendo mis pies y unas cómodas medias rosas, me hacen sentir la chica que se alistaba emocionada para asistir a la academia y recibir mis clases de ballet. Vuelvo a bailar, y no es algo lejano o producto de mis pensamientos. Veo a estas personas a mi alrededor calentando, estirando, hablando animadamente, haciéndose fotos frente al espejo, practicando alguna rutina o pasos de bailes y, me siento tan yo.

— Ana... — me llama Araceli mientras apoyada en la barra realiza un pliés en primera posición de pies, luego segunda, tercera...

— Dime. — estiro.

— Me siento fatal. — se queja.

Es obvio, aún los efectos de la resaca están haciendo estragos sobre ella. Esta mañana mientras Mateo nos traía hasta la academia, terminó vomitando su desayuno en el auto, lo cual supuso una bronca entre esos dos y Mateo amenazando con no venir a buscarnos, pero lo más hermoso fueron las cálidas palabras de mi amiga: ¡Que te den! Tan linda y delicada la Miranda.

— No me extraña. — me burlo. Me acerco a donde está.

— ¿lo vas a intentar? — asiento.

Suspiro y me observo en el espejo. Comienzo a hacer los ejercicios y mi pecho está desbocado. Luego de los Pliés realizo Battements tendus, Battements dégagé, fondus, frappés, cuando soy interrumpida.

— Tienes excelente técnica. — me habla una morena esbelta con un hermoso y divertido cabello lleno de rizos.

— Gracias.

— ¿bailarina cierto?

— Bueno, de hecho, todos los que estamos aquí. — reímos por mis palabras. — Pero si, ballet clásico para ser más específicas. — sonrío.

— Me gusta el ballet clásico, aunque por mi peso nunca fui admitida en ninguna academia, aunque quizás también por mi color. — sonríe con ironía.

La miro apenada pero sin saber que decir. Es horrible saber del racismo con el que aún se vive en la humanidad, aún después de tantos avances y desarrollo la mente de muchos seres humanos siguen siendo tan prehistóricas como sus almas.

— El peso siempre es un problema. — decido no hacer hincapié en el comentario con respecto a la discriminación racial que sufrió, quizás y es un tema delicado para ella. — Siempre tuvimos que hacer muchas dietas estrictas.

— Eso es una mierda. — reímos. — Por cierto soy Cassidy. Cassidy Bello. — su nombre me dice algo.

— Oh, eres la dueña de la academia. — Araceli termina de aclarar mi mente.

— La academia es de todos, ustedes hacen posible que esto funcione, yo solo los dirijo bajo mi poca experiencia pero espíritu de triunfo. — esboza una hermosa sonrisa mostrando unos perfectos dientes blancos.

— Cassy es muy modesta. — una voz masculina me hace voltear.

Me quedo en el lugar, no entiendo por qué siento esta extraña sensación y me siento algo nerviosa. El chico de ojos verdes, es él. No sé quién es y eso me inquieta porque, puesto que no lo conozco y solo lo he visto un par de veces en mi vida, no entiendo por qué me siento, así de rara cerca de él.

En la paz de tus brazos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora