capítulo 26 Irina y Flavio

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Pov Anastasia.

El hecho de que Riven no haga ninguna pregunta sobre todo este caos, es algo que debo agradecer. Vamos en silencio en un auto que rentó, no contaba con que él se viniera para acá y nos esperara en el aeropuerto. Siento algo de vergüenza ya que a penas lo vi tuve un extraño impulso por abrazarlo y llorar. En realidad siento tanto agradecimiento que no sé cómo algún día podré pagar a este chico lo que ha hecho por nosotras.
No quiero involucrarlo en mi vida, en todo lo que sucede, pero algo me dice que eso lo debí pensar antes de recurrir a él para pedir socorro, pero, era la única persona influyente y con los fondos suficientes para ayudarnos a escapar de Japón. Mi mente no deja de pensar en Migoh, no sé si ya se habrán despertado o qué estará sucediendo, solo espero que las consecuencias de mis actos no la salpiquen a ella ni a su madre, ya que ambas han sido excelentes personas con nosotros desde el minuto en que llegamos a esa casa.

- ¿me dejas tu teléfono? - le habla Araceli a Riven, quien va manejando tranquilamente.

- Claro. - se lo extiende. De vez en cuando me mira por el retrovisor.

Voy sentada en el asiento trasero junto a Dani y mi pequeña. Danna va dormida al igual que Daniela.

- Hola. ¿Mamá? - me congelo cuando escucho a Araceli. - Solo calla y escucha. Llevo mucho tiempo queriendo llamarte para decirte esto. Gracias por ser la peor madre del mundo y anteponer tus sentimientos por un hombre a los que sientes por tu hija. ¡Cállate! - grita. - Estoy pasando por muchas cosas y no sé como acabe esto, solo quería estar en paz conmigo misma luego de decirte estas palabras. No me mereces como hija y espero que seas feliz.

Cuelga la llamada, suspira y mira hacia el techo del auto. Solo reina el silencio hasta que mi amiga comienza a llorar. Nadie dice nada, solo los sollozos de Araceli llenan el vacío del auto pero, siento que lo necesita, debe soltar eso de una vez por todas.

Riven nos rentó un depa en el centro de la ciudad. Ya es de noche en Houston y las luces dan una vida maravillosa a la vista. Tenemos un balcón enorme que nos deja observar las hermosas edificaciones. Estamos todas aquí, junto al chico que nos ha ayudado. Daniela y Araceli juegan a las cartas y yo solo observo a la nada.

- ¿Están corriendo peligro? - mis ojos buscan su rostro cuando habla. - No entiendo que esté pasando Anastasia, pero, espero que tengas en cuenta el hecho de que te estoy ayudando aún sin saber nada.

- Lo sé, y no te imaginas lo agradecida que estoy contigo. - solo sonrío.

- Se nos hizo raro cuando Araceli y tú no volvieron a la academia. Estábamos a punto de comenzar los ensayos para las competencias locales y ustedes eran fundamentales en las coreografías.

- ¡Cielos! - suspiro. - Estaba tan emocionada por eso. No te haces una idea de cuánto deseaba volver a bailar para un público. - él observa mi perfil mientras yo miro a la ciudad.

- ¿Por qué habías dejado de bailar?

Antes, esa era la pregunta que más me aterraba y afectaba. Evitaba por todos los medios que las personas preguntaran o siquiera que supieran que alguna vez fui bailarina. Luego de la muerte de Brandon, siento que, una parte de mi fue liberada inconsciente y ahora, mis cicatrices, y mi historia, ya no es motivo de vergüenza, solo es un enorme cúmulo de experiencias que me han ayudado a ser en parte la mujer que hoy soy.

- Mi ex novio me lanzó de las escaleras, sufrí una delicada lesión que me imposibilitó volver al ballet. - contarlo así, sin miedos ni tapujos se siente tan bien.

- ¡Vaya! Yo, lo siento Ana no sabía que...

- No te preocupes, es obvio que no lo sabías.

Mi vista ahora se mueve a mis brazos, donde las marcas de las quemaduras de cigarrillo aún están, no tan perceptibles como antes, pero siguen siendo visbles.

En la paz de tus brazos Where stories live. Discover now