capítulo 31: Mantenerlas a salvo.

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Pov Dante.

- Yo si te amo.

El impulso de decirle me pudo más. No quiero que dude ni por un segundo del amor que siento por ella, y aunque en estos días me he comportado como un canalla, eso no significa que ni por un momento ha dejado de ser lo más importante de mi vida.
Ella me mira y sus ojos se empañan. Mi hermana me regala una pequeña sonrisa y Araceli solo nos observa. En este instante solo mis ojos están sobre la niña que amo. Me acerco a ella, tengo la urgencia de abrazarla, besarla, tocarla, pero me detengo. A unos centímetros de ella estiro mi mano para apartar el cabello que hace unos meses era un flequillo y ahora está casi llegando a su barbilla.

- Lo siento Ana. - le susurro, ella cierra los ojos.

- Bien, nosotras vamos a ver que hay que hacer por ahí. - habla Araceli mientras se pone de pie y toma a Dani por el brazo. - No más no hagan mucho ruido ¿si?

Anastasia la fulmina con la vista. Una vez que estamos solos me acerco más a ella, me tranquiliza ver que no se mueve del lugar. Su cuello tiene que inclinarse hacia arriba para poder verme bien.

- ¿Era tan difícil decirme esas palabras desde el momento en que nos volvimos a ver? - merezco ese reclamo.

- Mi orgullo no me permitía premiarte por lo que hiciste, además, aún no perdono el hecho de que hayas vuelto aquí Anastasia, ahora estamos más vulnerables que antes.

- Lo sé Dante. Sé que debo dejar de actuar por impulso y ser un poco más racional pero ¿siquiera te imaginas cómo fueron mis días sin ti?

- Si me lo puedo imaginar. - tomo su mano y me quedo viendo sus dedos. - porque justo así han sido los míos.

- me dolieron tus palabras Dante. - lo sé. - Siento que querías herirme y, pues lo conseguiste. Yo no pedí venir al mundo para vivir una miserable vida...

- Discúlpame por favor. No quise decir eso, es que, estaba enojado y...

- ¿Tenías que ser así de idiota? Lo que más odio de mi es lo sensible que soy. Escuchar tus palabras supusieron un puñal para mi pecho.

- Pequeña... - susurro viéndola a los ojos.

- Hacer daño es sencillo, lo sé, y tú sabes manejar eso muy bien. Puedes ser un hombre frío, carente de sentimientos o emociones aparentemente pero, no era necesario herir de esa manera.

Me siento orgulloso porque ni una sola lágrima ha resbalado por sus pálidas mejillas que parecen porcelana. La chica que me habla y reclama ahora es la Anastasia firme que me gusta ver. Se defiende y prefiero eso mil veces a que esté llorando y cabizbaja.

- Sé que es un poco difícil de perdonar mi comportamiento de estos días pero...

- Si! Tienes razón. Es difícil. - se cruza de brazos y mira hacia otro lado.

- Pero no por eso dejaré de amarre y protegerte. - ahora me mira.

- Prometeme algo. - siento que debo ser cauteloso con lo que pedirá.

- ¿Qué?

- Que no me volverás a alejar de ti. - ahora sus ojos son suplicantes pero, no puedo prometerle eso.

- Perdón por no poder cumplir esa promesa.

Ahora se lanza sobre mi. Me golpea seguidamente mientras me dice improperios e insultos. No la escucho, solo dejo que descargue su frustración en mi pecho. La sostengo y me mira con enojo y algo de rabia podría atreverme a decir.

- To odio. - dice mientras rompe en llanto con un puchero.

- Odiame, ya estaba listo para esto.

Pero mi boca hace lo contrario a mis palabras. Ella va a por su chica y se apodera de sus labios. Se resiste en un primer momento pero solo un segundo bastó para que se entregara y su cuerpo se sintiera como gelatina en mis manos. Mis manos toman su cintura de forma posesiva y ella suspira cuando la pego aún más a mi. El beso comenzó siendo apasionado, desesperado y de anhelo, ahora, es lento, explorador y de amor. Sus manos se cuelgan de mi cuello y ella profundiza más el contacto de nuestros labios. Su lengua y la mía parecen danzar en un ritmo perfecto. Cuando nos alejamos dejo otro suave beso sobre sus labios.

En la paz de tus brazos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora