capítulo 13. Jugo de limón andante

231 26 1
                                    

Pov Dante

Flavio no está.》

Verlo irse supuso un enorme dolor para mí, pero me dio un atisbo de paz que necesitaba. Su recuperación es tan importante que aceptó volver con sus padres a Carolina del Norte. No sabe que sus papás aceptaron mi ayuda para correr con todos los gastos médicos necesarios, él no me miró a la cara, estaba decepcionado de mi, de mi decisión pero, es lo mejor, ver a su novia con su pequeña barriga y los ojos rojos de tanto llorar, me confirmaron no una, sino,muchas veces, que alejarlo era lo mejor.

Flashback

— No me guardes rencor amigo, no lo hagas. — no soy capaz de verlo a la cara, así que mi mirada se pierde en el atardecer que se extiende a través de la ventana.

— Teníamos un pacto Dante, éramos un equipo.

— Y lo somos. — ahora si lo veo. — Pero  también es de trabajo en equipo cuidar uno de los otros.

— No necesito que me cuiden. — su voz es baja pero enojada.

— Aceptalo Flavio. Tienes que recuperarte. No pienso arriesgarme una vez más a que por mi causa te pase algo.

— ¡No vuelvas a repetir que fue tu culpa! Deja de culparte. Sucedió porque tenía que suceder, al final, esa bala no era para mí y mira, aquí estoy, estamos los dos. No podía permitir que mi amigo muriera frente a mis ojos.

— ¿En qué pensabas en ese momento? No debiste hacer eso Flavio.

— Pensaba en el chico que me acogió y ayudó cuando llegué a Houston con a penas 17 años. Me protegió en esa academia de chicos rudos que se burlaban del nuevo. Pensé en el amigo que me dio abrigo y un hogar sin pedir nada a cambio, sin cobrar un solo centavo, el que me hizo partícipe de una familia donde aprendí a idolatrar a los 3 chicos que se convirtieron en hermanos para mi. El hombre del que aprendí, el que sonrió orgulloso cuando me gradué con honores en la academia y enseguida me acogió en su equipo. — hace un puño de sus manos. — El chico que se guardaba todo y sufría solo, el que aprendió a amar y me tocó ver como eso sucedía, al que veo adorar solo de ver a la mujer que ama y se derrite como mantequilla cuando tiene a su hija en brazos. El Dante de piedra lo vi convertirse en arena por amor, y quería que eso siguiera así, que disfrutaras de ese sentimiento que no te permitías tener.

Me quedo callado. No sé que hacer o decir. Sus palabras me han emocionado y tocado una parte muy profunda de mi.

— Sé que no vas a llorar porque eres un amargado. — sorbe por su nariz y medio ríe de sus palabras. — Pero tomé esa bala por ti porque te quiero y quiero que sigas queriendo a los que quieres, y no me arrepiento de eso Dante. Lo hice por gratitud.

— Fuiste imprudente Flavio, no fuiste consecuente, actuaste de forma impulsiva e inmadura. — Soy fuerte, mantengo la neutralidad en mi voz.

— Fui Flavio, solo eso.

Se voltea en su silla de ruedas, me ve y observo detenidamente sus movimientos y gestos. Su cabeza está vendada y su cabello corto, casi no existe, tuvieron que retirarlo para su operación.

— Me iré con mis padres e Irina. — sonríe cuando menciona a la rubia. — Voy a ser papá. — sus ojos brillan. — Tenía que vivir para esto, hoy lo sé. Por eso, aceptaré tu decisión de un cobarde y me voy.

— No es cobardía. Y un día lo entenderás.

— Aunque ese día llegue no lo aceptaré, siempre pensaré que pudiste darme más opciones. — se acerca a la puerta del despacho con su silla de ruedas, esta de espaldas a mi cuando se detiene y dice. — Suerte en la vida camarada.

En la paz de tus brazos Where stories live. Discover now