Capítulo 23

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Rafaella.

El dolor en mi pecho no cesa.

Volver a verlo removió estragos en mí.

Esta delgado.

Él es una mescla de mis padres juntos, aunque siempre el gen predominante ha sido papá, de mamá solo tiene el color del cabello y yo bueno, yo soy idéntica a mi progenitor.

Sus ojos son idénticos a los míos.

Estaban opacos, parece que han dejado de brillar.

Esos mismos que me han mostrado dolor por cada dardo disfrazado de palabra que le he lanzado.

Por un momento sentí sus palabras sinceras.

Pero no es fácil. No creo en él.

Me han destruido tantas veces que aprendí a construirme sola. A levantarme sola.

Levanto mis paredes con todas las personas. Donde nadie pueda ver más allá.

Pero él puede leerme aún con las paredes arriba.

Me abren el portón de mi fundación cuando ven que soy yo.

-¡Buenos días, madre superiora!-saludo a la encargada de la fundación que cree hace algunos años.

-¡Señorita, Riccardi. Buenos días!-le muestro una sonrisa.-Los niños la han extrañado mucho.-asiento en su dirección.

-¿Cómo están?-me intereso en conocer cómo se encuentran.- ¿Ya llegaron los regalos?-según Vero, el camión de los regalos estaba en camino desde temprano.

Hoy es cumpleaños de uno de los niños de la fundación. Desde el inicio tengo la tradición de estar presente en cada cumpleaños para festejarlo con a su lado.

Busco al cumpleañero del día de hoy. Es Oscar, un pequeño que tuvo la trágica noticia de perder a sus padres en un accidente de tránsito.

-¡Feliz cumpleaños, pequeño!- me coloco en cuclillas para estar a su altura, le doy un fuerte abrazo y un beso en la frente.

-Señorita, Rafaella. Pensé que no vendría.-coloca su mano en mi mejilla.-Me dijeron que posiblemente estarías muy ocupada.

-No. Yo no faltaría jamás a tu cumpleaños y tampoco al de los demás.

-Vimos que hirieron al presidente.-lo miro con tristeza.-Todos estábamos muy preocupados por ti y oramos por la salud de tu papá.

-Gracias por tenerlo presente en tus oraciones y gracias a eso él ya está bien. No fue casi nada.-me pongo de pie.-Pero hoy no hablaremos de cositas tristes.-lo tomo de la mano para salir al patio.-Vamos a jugar.

Busco con la mirada a la madre superiora y me sorprendo al verla conversando con Franco.

Respiro profundo para poder controlarme.

Ella se acerca con él a su lado.

Me obligo a mostrarles una sonrisa.

-Qué bueno que haya permitido que su hermano nos acompañe el día de hoy.-lo mira con amabilidad.

-Si. Claro que si.-siento que quiero matarlo.

-¿Él es tu hermano, Rafaella?-la mirada de Oscar va de Franco a mi persona.-Sí. Son muy parecidos. Tienen los mismos ojos.-trago duro.

-Si. Su nombre es Franco.-sonrió con mis labios en línea recta.

-Hola, compañero. ¿Cuál es tu nombre?-se acerca al niño.

Yo lo sujeto del brazo jalándolo hacia mi.

-¿Qué haces aquí?-le pregunto en voz baja.

-Te dije que no me iba a ir.-me da un beso en la mejilla y yo lo suelto alejándome de él.

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