Capítulo 47

60.4K 2.5K 226
                                    

Rafaella.

La cabeza me retumba y el dolor no me deja abrir los ojos, los parpados me pesan como si tuviese ladrillos en cada uno de ellos, la garganta la tengo seca y la sed me mata.

Así se siente tomar hasta perder la conciencia.

Me remuevo en las sabanas de seda que cubren la cama y puedo percibir el peso de unos brazos fuertes rodeándome por completo. Intento apartarme pero me lo impiden, coloco la palma de mi mano sobre el pecho duro que me acoge, para poner distancia pero mi movimiento es interrumpido.

Abro los ojos enojada porque no me deja moverme.

-¡Ay!...-me escandalizo por la presión en mi muñeca, no duele, pero me pongo sensible con las resacas abrumadoras.

-No te estoy lastimando.-gruñe cerca de mi coronilla.

Levanto mi cara para mirarlo directo a los ojos pero me encuentro con unas cejas negras fruncidas por el enojo.

Deseo no haber abierto los ojos nunca.

-Me duele la cabeza.-le digo para que vaya por una pastilla y se compadezca de esta pobre mujer adolorida.

-No esperes menos, si te golpeas estrellando un carro.

Me quedo perpleja y llevo mi mano a mi cara para tocarme, las yemas de mis dedos palpan mi mentón, mis pómulos, hasta llegar a la herida en mi frente.

-¿Por qué no me llevaste al médico?-pregunto todavía dormida.

-Conecta aunque sea dos neuronas, por favor.-se enoja.

Suelto una carcajada por lo rabioso que se le nota.

-Ah...Tu eres el médico de la casa, lo olvidaba.

-¡Pues no lo olvides y no te atrevas a olvidarme a mí!-me toma del mentón besando mis labios.

-¿Quién eres?-lo jodo y veo su ceño volver a fruncirse.

-Tú hermoso esposo.-deja un beso.-El hombre que amas.-otro beso.-El amor de tu vida.-otro beso.-Tu rey favorito.-otro beso.-Tu doctor favorito.-otro beso.-Y tu follador favorito.

-¿Tantas cualidades tiene mi esposo?-me rio sentándome sobre la cama.

-Millones de cualidades.-presume poniéndose de pie. Solo lleva un bóxer puesto y todo su enorme y marcado cuerpo está expuesto ante mis ojos.

Que delicia.

-Querido doctor, ¿Me receta una pastillita para el dolor?-pongo cara de pendeja.

Rueda los ojos ignorando lo que digo.

-Tienes que comer algo primero.-no quiero que cuide de mi estómago, quiero una pastilla que me adormezca.

-Si me cargas hasta el baño te lo agradecería eternamente, esposo mío.-le muestro una sonrisa tierna de niña inocente.

Se acerca haciendo uso de sus piernas largas y me jala del brazo para echarme sobre su hombro. Mi cabeza está cerca de su espalda baja por lo que me prendo de su torso para no caerme.

-Deja el alcohol.-gruñe bajo, apretando mi culo.

-Ese consejo dátelo a ti mismo.-palmeo sus fuertes nalgas, sonriendo como loca.

-Deja la pendejada.-palmea mis nalgas con sus enormes manos, todo en mí querido esposo es grande.-El alcohol no se te ha bajado todavía.-me coloca en el piso otra vez.

-¿Sabes cómo puedo hacer que se me baje?-menciono juguetona tocando su pecho.

-¿Cómo?-pregunta esperando una respuesta que no le daré.

IMPERIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora