EPÍLOGO

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Han pasado cuatro meses y no ha despertado. Su situación no mejora, no hay avances, sigue atado a esas máquinas que le ayudan a respirar.

A diario escucho cada latido de su corazón porque la maquina así lo marca.

Estoy a su lado cada instante que puedo pero es un poco difícil, ahora he quedado a cargo de todo, su poder es el mío y por ende he tenido que darle la cara a la mafia rusa.

Mi abdomen está muy abultado, hoy cumplo seis meses de embarazo y todo marcha bien, pero él no lo puede ver. Sus enormes pozos negros se han cerrado y se niegan a abrirse.

El dolor que siento en el pecho cuando lo miro es inexplicable. El embarazo que pintaba ser un periodo hermoso se ha convertido en uno de los más tristes, pero trato de estar bien, por mis hijos y porque no es bueno trasmitirles tanta tristeza.

No he querido saber el sexo de los bebes porque quiero que él también lo escuche, pero he podido leer que se forman de un ovulo y un espermatozoide distinto, por ende pueden ser hombres, pueden ser mujeres o un hombre y una mujer.

Acaricio mi vientre con delicadeza.

-Vamos a visitar a papá.-le hablo con dulzura a mis hijos.

Los siento revolotear dentro de mi abdomen, se mueven alborotados siempre que les hablo de su padre, les causa mucha emoción escuchar sobre él.

Lo que me causa un poco de preocupación es que no patean, el doctor dice que ya debería sentir sus pataditas, pero no existen, simplemente no lo hacen. Eso me asusta un poco pero me reconforta saber que crecen dentro de mi dos bebes fuertes y saludables.

Entro a la habitación donde está el pelinegro, me acerco a la camilla medica donde esta acostado, mis lágrimas se derraman cada vez que vengo.

Al inicio me prohibieron la entrada porque tuve una amenaza de aborto hasta que rogué y suplique que me dejaran pasar. Le tuve que prometer muchas cosas a mi familia, también a su abuelo, a su padre, a su hermano, a Renzo y a Gregori.

-Hola mi amor.-acaricio su cabello con delicadeza.-Hemos venido a visitarte.

Enredo mis manos en su cabello pegando mí frente a la suya.

-Abre los ojos, mi amor, por favor.-suplico.

Mis lágrimas mojan su rostro como de costumbre.

-Nuestros bebes hoy cumplen seis meses.-le informo.-Estoy grabando todo para que cuando despierte puedas verlos.

Me aparto tapando mi boca, el llanto me toma por completo, mi pecho sube y baja y no lo puedo contener.

Mi casa esta tan sola, no hay nadie, solo la enfermera y yo. No quiero que nadie perturbe su paz, no quiero que nadie lo vea así porque a él no le gustaría, siempre le ha gustado que lo vean fuerte e invencible.

Me quedo sentada a su lado mirándolo con devoción pero me levanto porque me duele la espalda y me pongo a ordenar la habitación.

-Hoy fui a trabajar, tenemos muchos planes en marcha.-le hablo de mi día.-Estoy fabricando muchas armas, espero poder mostrártelas. Recibo muchas visitas allá, mi padre hoy ha ido, no vienen acá porque se los he prohibidos, ya sabes, son muy ruidosos y no quiero que te perturben con su ruido.

Doblo las sábanas blancas que hay a un lado y las guardo en el cajón del closet que está a un lado, los pies me duele mucho últimamente.

Vuelvo a tomar asiento enfurecida. Las hormonas me tienen mal, cambio de humor a cada instante.

-Me duelen los pies.-reniego.-Te burlarías si vieses mis pies, parecen dos tamales, ¡Ya no me entran los tacones!-grito bajito.

Coloco una mano en mi espalda para acomodarme mejor, mis ojos pesan y recuesto mi brazo para apoyar mi cabeza.

IMPERIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora