Capítulo 52

47.9K 2.2K 82
                                    


Rafaella.

Aterrizamos en Italia. Mi familia, se va a su casa; Thiago hace lo mismo y mi hermano también. Gregori ha llegado a recogerme, me espera recostado en un Lamborghini blanco con una sonrisa en los labios.

Me acerco a depositar un beso en su mejilla.

-¿Es nuevo?-pregunto al ver tremenda belleza.

-Si.-confirma lo que digo.-Llego a casa con un moño rojo y la tarjeta decía: «Un pago del hijo de puta que te envió la demanda de divorcio»

Thiago Costa pagando sus apuestas de inmediato.

Me muestra las llaves.

-¿Es para mí?-sonrió ilusionada.

-Dijo que era para su mujer.

Mi fascinación por los autos, crece con demasía, me giro pasando los dedos por el chasis de toda la bestia que tengo ante los ojos. La colección de autos también va creciendo, ya pronto no entraran en casa.

-Mete mi maleta en la camioneta y subes.-quiero que venga conmigo en el carro para asustarlo un poco. Este es un tipo de armas pero la velocidad le gusta muy poco.

-No quiero morir ahora, mejor te sigo en la camioneta.

-Que los otros hombre lleven la camioneta.-le ordeno.-Súbete.-levanto la puerta del carro, esperando que el hago lo mismo.-Gregori, no te voy a esperar hasta mañana.

-Conducirás como una persona cuerda.

-Soy una persona cuerda.

-Tu marido no lo es.-se mete al carro.

-Solo le gusta la velocidad.

-A mí no.

Nos desplazamos hasta el pent-house donde vivo con el pelinegro a toda velocidad.

La cara de Gregori es un drama, literalmente va amarrado del asiento.

-Relájate, si chocamos, tenemos un seguro que lo cubre.

-¡Te dije que no quiero morir!-que dramático.

Cuando estamos cerca, escucho como Gregori les ordena a sus hombres romper fila antes de entrar al edificio.

Me bajo del carro tomando mi bolso.

-Subes mi maleta por favor.-le pido con una sonrisa en la cara.

-Claro que sí, imprudente.

Ruedo los ojos indignada. No le hice nada y llegamos sanos y salvos.

-¡Ya te dije que no me llames así!-le recrimino.

-Está bien, Rafaella.-se harta de mí.

-¡Gracias!-le grito cuando avanzo a caminar.

-¡No tienes nada que agradecer, muchacha!-me rio escandalosamente.

Ya somos amigos. En Grecia pasamos un buen tiempo juntos. Era mi sombra.

Me meto en el ascensor y subo hasta nuestro piso.

Las cortinas están cerradas.

Considerando que es de mañana y que no hay ni un rastro de luz en la casa, ya debe estar aquí.

Camino dejando sobre la barra mi cartera, como acostumbro siempre y...

Sonrió cuando veo otro ramo de tulipanes blancos sobre la barra. Tomo la tarjeta: "Te extrañe, preciosa"

Yo también te extrañe Adonis del infierno.

Veo una sombra sobre el sillón y me acerco despacio.

IMPERIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora