Capítulo 54

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Christian.

Entro al piso que está arriba del pent-house del Kuznetsov, a la distancia veo a Thiago que se acerca de inmediato, hay muchos hombres metidos en las computadoras, todo el equipo de operaciones está instalado, revisando cualquier detalle que nos pueda dar ventaja o una pista.

-Hay que movernos.-le espeto.-Mueve todo a la casa de Rafaella en la Toscana.

La casa de campo que tiene mi hija nos servirá para reunir a más gente, que podrán salir cuando se les requiera.

-Entiendo.-asiente con la cabeza.-Ahora mismo doy la orden.

Su rostro esta demacrado, lleva las mismas noches sin dormir que todos aquí, mi hijo no ha parado de buscar en la calle, desesperado por encontrarla o mejor dicho, asustado de que le vuelvan a joder a la hermana o revivían los recuerdos que ha ido enterrando poco a poco.

El amigo del Kuznetsov también está aquí acompañado del hombre que fue a Grecia a ver a mi hija y que se hace llamar Gregori, debe tener mi edad, según lo que se es su hombre de confianza. Mi mujer duerme en el sillón que está a un lado de la puerta de salida y Max está a su lado con la mirada perdida, la corbata suelta y la camisa desacomodada.

-Dile a Rodrigo que llame a Verónica.-toma su teléfono y me giro para dejarlo solo.

-Christian.-me llama y regreso a mirarlo.-La vamos a encontrar.-creo su boca dice lo que el necesita escuchar.

-Así será.-le doy la confianza que necesita.

Se coloca en el centro del lugar para que todos lo escuchen.

-¡Escúchenme todos!-levanta la voz para que le presten tención.-Nos vamos a trasladar a la Toscana, las coordenadas han sido enviadas a sus dispositivos. ¡Quieto a todo el mundo allá!-se apresura a cerrar su computadora y meterla en una caja de seguridad negra del gobierno junto a otros aparatos.

Sale del lugar mientras yo me acerco a mi mujer para decirle lo que tiene que hacer. Mi padre se la lleva junto con toda mi seguridad.

Antes de irme tengo que ir por el bastardo del Kuznetsov.

Tomo una botella de Jack Daniel's del bar que tienen a un lado porque lo necesito más que nada.

Entro al ascensor bajando al piso inferior, donde se abren las puertas dándome paso a un piso que se mantiene en la oscuridad.

Con mi mano busco en interruptor y lo presiono iluminando todo el lugar.

Sigue hundido en la miseria cuando debe estar liderando un rescate, pero no lo juzgo porque así estuve la primera vez que me la quitaron.

Ahora no estoy tan preocupado, ya es grande y está formada como una verdadera asesina. Va a mantenerse a salvo. Lo que me preocupa es su boca y su maldita soberbia que puede hacer que la maten.

Lo veo tendido en el piso.

Levanta la cabeza para mirarme pero fracasa en el intento.

-Tú de verdad que eres un bastardo.-tomo la palabra para empezar.

Parece que se ha quedado estúpido porque no responde. No me identifica.

-Riccardi...-habla por fin.-Lárgate de mi casa.

Lo ignoro totalmente acercándome a él.

-¡Levante!-le grito con rabia, como si fuese un empleado más.

Levanto la botella haciendo una inclinación que derrama un poco de líquido sobre su cuerpo.

No me obedece pero tampoco es que pueda hacerlo, en las condiciones tan deplorables en las que se encuentra, si lo viera por la calle creería que es un vagabundo, pero no, resulta que es el jefe de la mafia rusa, uno de los hombres más poderosos y ricos del mundo, pero que ahora tiene el aspecto de un pobre infeliz.

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