Capítulo 55

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Rafaella.

Han derramado vidrios sobre el suelo y me han colocado a la fuerza de rodillas, no me muevo porque no deseo que los pedazos se incrusten en mis articulaciones bajas y me hagan más daño del que ya me han hecho.

Con el pasar de los días ya me acostumbre al dolor pero eso no quiere decir que no lo sienta.

Los golpes que me han dado no han sido suficientes para quebrantarme, por el contrario, me estoy llenando de rencor y en el momento que todo esto explote, no sabrán ni donde correr.

No seré una víctima.

-¡Ayuda!-grito para que alguien venga.- ¡Ayúdenme!-vuelvo a gritar.

Un hombre ingresa y me mira desde la puerta.

-¿Qué quieres?-me habla con desprecio.

-Ayúdame.-le pido.-Me duele el costado del seno, ¿Puede acercarte a mirar que es?-hago el ademan de intentar mirarme.-No puedo mirarme, ayúdame por favor...

He perfeccionado el arte del engaño.

Duda en acercarse pero termina haciéndolo, camina a grandes zancadas por la poca distancia que nos separa, se pone de cuclillas acercando sus manos a la parte de mi cuerpo que le he indicado.

Palpa con la yema de sus dedos.

-¿Aquí te duele?-me pregunta tratando de encontrar el punto exacto. Asiento indicándole que si.-No tienes nada.-intenta pararse, pero lo detengo.

Jalo con fuerza de mi brazo, apresándolo por el cuello con la cadena que me tiene atada, intenta soltarse pero no sedo, empleo toda mi fuerza en estrangularlo, patalea desesperado pero no logra nada, se pone morado y a pesar del dolor que siento las rodillas, levanto mi cuerpo apresándolo con mis piernas, paso mi muslo por detrás de su cuello para hacer más presión mientras continuo jalando de la cadena.

Aun cuando ha dejado de respirar sigo sujetándolo con fuerza, ensañada en arrebatarle hasta la última esperanza de vida.

Lo suelto con brusquedad observando como su cuerpo inerte cae al suelo, rebotando con fuerza.

Muchos aquí creen que soy alguien fácil de matar, pero yo siempre caigo parada, no me arrodillo ante nadie, porque soy la maldita Rafaella Riccardi y si les gusta vivir en la desgracia, que se preparen para el infierno que desatare.

Nadie viene a verlo así que tengo compañía por un largo rato, no sé cuántas horas pasan exactamente, porque de tanto que me han golpeado he estado inconsciente por largos ratos.

Cuando ya me estoy quedando dormida entra el hermano del otro hombre al que mate hace un tiempo, cuando me citaron para una supuesta reunión de negocios. Se detiene abruptamente cuando ve al otro hombre tendido en el suelo, con rabia lo toma del brazo y lo arrastra por el suelo sacándolo fuera.

Vuelve a entrar.

-Te crees muy valiente.-empieza a provocarme.

-Soy una valiente hija de puta.-refuto con sorna.

-Eso lo vamos a ver.-toma mi muñeca derecha con fuerza empezando a desatarme y hace lo mismo con la izquierda.

-¿Nos divertiremos?-levanto una ceja.

-Yo de divertiré contigo, perra.-cree que eso es un insulto, pero mi querida rubia me lo dice siempre con cariño.

Estoy en desventaja porque a mí me han golpeado día y noche, él en cambio, está intacto, pero no me acobardo.

Las rodillas me duelen pero no se lo muestro, mi rostro no presenta emoción alguna, he vuelto a levantar mis murallas inderribables.

Coloco un pie adelante y otro atrás ubicándome en posición de pelea. Él hace lo mismo levantando su guardia.

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