Sempiterno (Alex)

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El frío del invierno en Londres queda tras de mi, como una imagen que se aleja y que se instala en el baúl de mis recuerdos.

El avión se eleva dejando el suelo inglés lejos de mi vista y respiro hondo buscando una señal que me diga que hago lo correcto.

Volver después de tanto tiempo, retornar a lo que en algún momento consideré mi hogar. El país que me vio nacer y crecer, que me vio enamorarme, que me vio soñar...

Cierro mis ojos buscando la calma que sé que necesito para lo que se me viene en las próximas horas. Desconozco qué será de él, no sé qué será de todo lo que dejé atrás en algún momento de mi vida.

El vuelo fue rápido y sin problemas, lo tedioso fue el ingreso en el aeropuerto. Lo que debía ser un trámite corto dentro de migración, se transformó en por lo menos una hora más adicional por mi pequeño compañero. Solo quería llegar a casa y arrojarme a una cama.

Tomo la mano de Lucas y voy por nuestras maletas, las cuales gracias a Dios no tardan en salir y nos dirijo rumbo al sector lleno de gente, directo a buscar a mi hermano.

Un cartel con nuestros nombres a lo lejos y el grito del pequeño castaño, quien suelta mi mano, corriendo hacia Manuel.

- Papi, mira, he cuidao muy bien a la titi - decir que él ha llegado con mi hermano antes que yo, es innecesario. Y hacerle ver que en realidad la niñera en este viaje fui yo, también lo es.

- Te felicito campeón, te pediré que cuides a tu titi más seguido entonces - Manuel llena de besos a su hijo, antes de acercarse a mi y darle un abrazo fuerte, con el crío quejándose entre nosotros.

- Anda, vamos, que necesito una cama con urgencia. Viajar de noche, con un crío que no deja de parlotear no es como lo pintan.

El nombrado me pone carita de pena y no me resisto a sus encantos, por lo que lo estrujo entre mis brazos hasta que se queja.

Mi hermano se ríe, pero me hace caso y me ayuda con las maletas, para ir en busca de su auto y por fin irnos a su casa en Madrid.

Llegados a casa, apenas soy capaz de saludar a mi cuñada porque pronto me arrojo a la cama que siempre utilizo cuando vengo aquí.

~ ~ ~ * ~ ~ ~

Caminar por las calles de la zona céntrica de Madrid es como un laberinto del que no me canso. Luego de tanto tiempo fuera del país, y considerando que realmente no nací y crecí aquí, sino más bien en Cataluña, no es de extrañar que pueda confundirme con algunas calles. Eso, y la constante insistencia de Lucas por mirar todo aquello que llama su atención.

Consigo distraerlo lo suficiente como para poder almorzar tranquilos en un restaurante cerca de plaza España.

Nos encontramos ambos comiendo de nuestros platos cuando escucho una voz que no pensaba volver a oír, al menos no aquí en Madrid.

Me enderezo haciendo que mi sobrino me mire confundido. Volteo lentamente para encontrarme con aquellos ojos acaramelados mirándome fijamente. Sus ojos me recorren por completo y pareciera que los años han vuelto hacia atrás, porque mi cuerpo reacciona, y agradezco encontrarme sentada, de lo contrario dudo que mis piernas me hubiesen sostenido.

Mi corazón da un vuelco y la sonrisa patentada que me regala revive las mariposas en mi estómago.

El dueño de esa mirada se levanta de la mesa en la que está con un grupo de chicos, y se encamina hacia nosotros, o al menos eso es lo que creo que hace.

Lucas parece pensar lo mismo que yo, pues se pone a la defensiva, levantándose de su sitio y sentándose en mi regazo, rodeando mi cuello con sus brazos y dedicándole una mirada seria con sus ojos negros, iguales a los míos.

One Shots MárquezWhere stories live. Discover now