27 - "Nuestras vidas se separan más"

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[ "El final ya es imposible de evitar" ]

El ambiente tan cálido, el aire tan refrescante y tan cálido a la vez. El sol de un domingo rugía doradamente en el cielo eternamente azul.

La velocidad de cuatro llantas arrastrándose por los caminos naturales de San Antonio levantaban la tierra al pasar de Adrián.

Conduciendo su Porsche descapotable, Alvarán se dirigía a Apilolli, específicamente, se dirigía a casa de su hermosa prometida. Mientras aquella canción de Frank Sinatra que se emitía en la radio, solo le hizo pensar en su relación con (Tn) Infante.

Entre más se acercaba la boda, más afortunado se sentía de ser el hombre con el que ella compartiría la vida. Estaba enamorado.

Llegando, no se empeñó en estacionar correctamente, solo recogería a (Tn) y luego se dirigirían a la Iglesia del pueblo. Tenían su primera charla prematrimonial con el padre Toñito.

Tras llamar a la puerta mediante la aldaba colgante, esperó pocos segundos.

—¡Encanto! —exclamó doña Isabel abriendo la puerta. —Mi hija estará aquí en un momento, ¿gustas pasar?

Le sonrió. —La esperaré aquí, sin penas señora Infante.

Hizo un ademán con ambas manos. —No me llames "señora", siento que me está hablando mi suegra. Dime Isabel, o como tu desees.

—De acuerdo... Isabel. —volvió a sonreír.

—Hola. —interrumpió (Tn), llegando a la puerta.

La sonrisa de Adrián se hizo aún más pronunciada en cuanto la observó. Se miraba muy bonita en vestido, siempre se miraba bonita.

—Hola, ¿nos vamos ya?

Asintió. —Mjm. Mamá, regresaré para el almuerzo.

—Por supuesto linda.

Saludándose con beso en la mejilla, Adrián pronto abrió la puerta del copiloto para que (Tn) pudiera subir, y con ese gesto, el corazón de doña Isabel quería estallar en terneza.

Le hacía tan feliz ver que Adrián y (Tn) cada vez se llevaban mejor, y cada vez parecían más enamorados.

—¡Diviértanse! —exclamó alzando la mano.

[...]

El bullicio del domingo era siempre igual. Sabías que era domingo solo con ver a las personas que entraban al mercado o concurría la plaza central.

Mientras la gente salía de misa, Megumi esperaba en el atrio de la Iglesia. Durante la eucaristía había logrado a ver a Fabiola en las primeras bancas, quería verla, hablar con ella y disculparse.

La otra noche ella se había retirado de su casa y Megumi sentía que se había molestado con todo el tema de la pelea a raíz de (Tn) Infante.

Y hablando de la emperatriz de Roma...

Sus océanos se desviaron de la gente en dirección a la sacristía de la Iglesia. Desde su posición, pudo distinguir el cabello de (Tn), y un hombre a su lado, un muchacho de cabello dorado y camisa verde.

La Dueña | Megumi Fushiguro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora