30 - "Mal tercio"

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[ "Vamos a amarla los dos, es mejor tener un pedacito de su alma" ]

    Cuando el día cierra sus alas de luz, el descanso está a la espera de los cuerpos que se mueven entre el tiempo y el aire, como hormigas, hormigas trabajadoras.

Mientras el anochecer se mueve como un fantasma, sus invisibles huellas dejan besos de calor, prueba del fogoso verano, dueño del presente.

Dormir en escasas ropas es la mejor opción para las noches de verano, llenas de calor y tenue aire. Grillos y cigarras cantan al cielo nocturno, implorando para que calmen su calor.

Hay una creencia acerca de las cigarras y su ópera nocturna. Las abuelas contaban que, cuando más alto se logran escuchar, y si su zumbido predomina en las noches de Julio, es porque un gran acto de amor está por suceder.

Por supuesto que no mucha gente comparte esta creencia. Quizá solo sea una vieja creencia de los antepasados que no encontraban otro significado, quizá sí anuncien un acto de amor. ¿Cómo podemos saberlo?

Acompañando ese sigiloso rugido nocturno, la radio de Megumi y don González viendo televisión en la otra habitación.

A poco volumen, la radio emitía una programación de Jazz. No era lo que Megumi acostumbraba a escuchar, pero (Tn) le había recomendado una estación de radio donde sonaban sus canciones favoritas.

Era un sonido muy diferente a lo que le gustaba, no importaba. De este modo sentía un pedacito de (Tn) descansar con él.

La alta noche estaba bien entrada y Megumi no había podido pegar el ojo. Estaba hipnotizado, atrapado en lo que (Tn) había mandado para él.

Una carta llena de cosas hermosas y dos retratos más de ella.

En ambas lucía increíblemente bonita. Una de ellas la retrataba hace poco más de un año, sonriendo tan alegremente que resultaba contagiosa. Y la otra fotografía era más reciente, ella recostada en lo que parecía ser una cama, mirando directamente a la cámara.

Suspiró, de su alma se escapó un suspiro tan enamorado y tan deseoso. En su interior quedaba grabado el hecho que, las tres fotografías de su (Tn), que con amor guardaba, serían lo único que se quedaría con él en el futuro.

Fotos y cartas que guardaba en u baúl de madera, junto a viejos y usados cuadernos que le sirvieron en la primaria.

—Megumi. —interrumpió Satoru, dando golpes en la puerta. —¿Se puede?

—Pásele don. —respondió incorporándose, escondiendo las fotos y la carta debajo de su almohada.

Alzó las cejas entrando en su habitación. —Pensé que ya te habías dormido.

—No, todavía no. Estaba leyendo el libro que me regaló.

—Ah bueno. Mira, me dejaste tus chilajos en el baño, ya te dije que pa' eso está el bote en el patio. —regañó. —Y no me hiciste favor de quitar tus calzones del lazo.

—Tss, si no son calzones, son mi ropa. —corrigió frunciendo las cejas.

—Pues sea lo que sea, los dejaste 'ay colgando. —rodó los ojos negando. ¿Donde tenía la cabeza últimamente?

—'Ta bien, mañana antes de irme a trabajar los recojo. —dijo tratando de evitarse pleitos.

—Más te vale. —le regaló una sonrisa paternal. —¿Cómo ha estado todo en la hacienda? ¿Sigues hablando con (Tn)? —se atrevió a preguntar.

Hablando y algo más.

Asintió si mayor expresión. Quizá no era prudente que don Satoru supiera con exactitud lo que a escondías hacía con (Tn). Era un amor tan frágil que hacerlo secreto resultaba ser lo mejor.

La Dueña | Megumi Fushiguro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora