Rumores y más rumores... Eso era la vida de Jungkook, hasta que llega Park Jimin, la única persona que ve más allá de su apariencia.
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Los volantes ya estaban listos, ahora solo faltaba repartirlos en la escuela, en la calle, en el parque, en todos los lugares que pudieran, teniendo la esperanza de que todo resultaría bien.
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—¡La nueva cafetería está a punto de abrir sus puertas!— gritaba Taehyung subido en una de las jardineras del patio de la escuela—¡Vayan a la gran inauguración esta noche!
—¿Qué rayos haces?— preguntó Hoseok un poco avergonzado cuando llegó hasta el frente de la gran multitud que se había juntado.
—Pues estoy promocionando la cafetería.
—¿Y por qué rayos estás subido ahí? ¿No puedes hacerlo como la gente normal?
—Tae, ¿Me puedes dar un volante?— dijo una chica interrumpiendo— ¿La cafetería es tuya?
—Bueno, yo trabajaré ahí, pero también mis amigos.
—Entonces iremos— afirmó.
Taehyung le dió un volante y miró a Hoseok con burla.
—¿Decías?
El peli naranja rodó los ojos y negó con la cabeza.
—Haz lo que quieras.
Comenzó a caminar fuera de la gente y solo escuchaba los gritos de Taehyung, parecía que en lugar de cafetería estaba promocionando un circo.
—Parece que ya todos saben que vamos a estar ahí— mencionó Jungkook cuando Hoseok se paró a su lado.
—Creo que Taehyung exagero un poco, además, casi todas las personas interesadas son chicas.
—Bueno, tu novia aún no ha dicho si ella y sus amigas trabajaran con nosotros. Quizá eso también ayude a atraer más gente.
—Iseul... No es mi novia— aclaró avergonzado— No aún.
—¿No le habías pedido que fueran novios?
—Sí.... Pero decidimos solo salir antes de tener una relación más formal, después de todo no tiene mucho que nos conocimos.
—Sabia decisión, pero bueno, como sea, ¿Puedes preguntarle nuevamente?
—Claro. Lo haré.
—Bien, mientras tanto iré a repartir esto y a buscar a Jimin, ¿No lo has visto?
—Sí, hace un rato estaba cerca de la biblioteca entregando volantes.
—Vale, gracias... Nos veremos más tarde.
Sin más, Jungkook avanzó y mientras caminaba, sin decir una palabra, dejaba volantes de la cafetería sobre las mochilas, sobre los autos, o simplemente los daba y se iba, dejando a las personas un poco confundidas, hasta que finalmente llegó a la biblioteca, y desde lejos pudo ver al chico de cabellos grises con otro chico.
