01.

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Habían llegado al evento algo impuntuales debido a la ajustada agenda del dt argentino, ser campeón de América no sólo había cambiado totalmente la vida del equipo nacional y de todo un país, también la de cada persona implicada al seleccionado argentino. Eso había consistido en estos últimos días para Lionel juntarse con periodistas, fotos de acá y de allá, más trabajo para pulir con el cuerpo técnico y sin olvidarnos de la gran fama, sin necesidad propia, que había logrado obtener.

En fin, durante las primeras horas todo estuvo tranquilo, dentro de los parámetros que se puede esperar de una fiesta de casamiento, Lionel se sacó fotos, charlo con algunos conocidos, se presentó ante otros y la otra gran parte se la paso a tu lado, observándote. La mirada del pujatense encima tuyo y sus manos haciendo contacto con tu anatomía cuantas veces pudiera no fue algo que pasaste desapercibido y por primera vez en la noche, la curiosidad te llamo e invadió.

- ¿Que pasa?- preguntaste girando tu rostro, ya que se encontraban el uno al lado del otro.

- Nada.-

Te acercaste a su anatomía y tomaste una de sus manos, la que le quedaba libre ya que la otra estaba siendo ocupada por un trago.

- Dale, decime.- haciendo un puchero con tus labios y no conmoviéndolo para que soltara lo que tanto parecía pensar.

El santafesino te robo un pico y sonrió negando, con cierto brillo en sus ojos.

- Nada amor, enserio.- dijo tranquilamente, soltando tu mano y pasándola por sobre tu cabello, acomodando un mechón rebelde que se escapaba de tu arreglado peinado.

Dejaste pasar el hecho, al ser embrujada por ese simple acto y decidiste seguir festejando con el gringo siempre a tu lado, siendo indirectamente tu sabueso guardián.

Aun podías ver de reojo esa mirada particular en el hombre a tu lado, hacia un buen tiempo que estaban juntos y lograste conocer ciertas mañas o costumbres que tenía y su porqué. Pero Lionel Scaloni seguía siendo una caja de sorpresas y eso, era algo que a un ser tan curioso como vos, te atraía como las moscas a la miel.

Perdiendo la poca paciencia que tenias, como casi siempre, dejaste a tu carácter impulsivo actuar.

- Lionel, dale.- lo encaraste con tu semblante serio, mirándolo a esos hermosos ojos oscuros, él soltó una carcajada y te tomó con ambas manos tu rostro.

- Es que no puedo dejar de pensar lo hermosa que sos.-

Soltó dándote un beso corto, acto seguido, sin soltar tu rostro vuelve hablar, mirándote fugazmente de pies a cabeza y volviendo a verte a los ojos.

- Lo lindo que te queda puesto esto.- mordiéndose el labio inferior sutilmente.

Te ruborizas inevitablemente, si, él te había dicho cuantas veces pudo lo linda que eras, en todo tipo de situaciones pero aún así te volvías a sentir como la primera vez que lo habías escuchado, completamente abrumada.

Se acercó a tu boca, cerraste los ojos por inercia y él susurro sobre ella.

- Y las ganas que me dan de habernos quedado en casa, los dos, solitos.- y te besa, lentamente, con todo el tiempo del mundo, robándote un jadeo solo audible entre ustedes dos cuando abandona tu boca con la sonrisa más coqueta de todas.

Intentando no parecer una simple hoja de papel endeble que se mese a gusto y placer del huracán Scaloni, te haces la coqueta y lo escaneas de pies a cabeza como él lo hizo anteriormente.

- Vos también estas hecho un bombón con ese traje.- dijiste guiñándole un ojo, arrepintiéndote en el proceso porque prácticamente dabas pena intentando hacer ese gesto.

Como si de una inyección de energía se tratara, Lionel irguió su postura pareciendo más imponente de lo que ya era, soltó una de las sonrisas de costado más galanes y te devolvió el guiño sin antes retrucar con cero vergüenza.

- Gracias, no es la prenda, es la percha.-

Ya eran alrededor de las cinco de la mañana, muchas copas de alcohol, manos escurridizas y besos había pasado a lo largo de la fiesta, que comenzaba a tener su fin. Pero había alguien que parecía no querer que se acabe por un buen tiempo todavía.

Viendo a Lionel manotear una copa de lo que parecía vino tinto de la última bandeja que repartiría uno de los tantos mozos en el casorio, lograste quitársela de las manos y dejarla sobre una de las mesas de invitados más cercana.- Bueno, bueno, vamos aflojando con eso.-

Intento estirar su mano por encima tuyo para alcanzarla pero se lo impediste exitosamente, acto seguido viendo su tan característico puchero.

- Una más mi amor y listo.-

Negaste y lo tomaste de la mano para llevarlo hasta donde estaba su mesa. Cruzando mitad del salón, el pujatense clava sus pies sobre el suelo y te es imposible moverlo por más que quieras, te das vuelta a mirarlo y larga un tierno comentario que te hace enamorarte de él una y mil veces más.- No me vas a dar un beso.-

Sonreís, le das un corto y rápido beso, aprovechando su estado de ebriedad y lo flojo que se puso su cuerpo con ese pequeñísimo contacto, tironeas de su brazo.

- Dale Lio, vamos a sentarnos un rato con...-

No podes terminar tu oración porque suena de repente en todo el salón El Embrujo de Los Palmeras, el santafesino por un llamado de su alma fiestera se clava cual estaca en la pista de baile y te acerca de un tirón hacia su cuerpo, caliente por el alcohol.

- No, no, bailemo' un ratito más, dale.- dice con la lengua un tanto dormida haciendo que su forma de hablar suene muy graciosa.

Sus manos ahora se encuentran intentando hacer que des una vuelta sobre tu propio eje rápidamente y haciendo que te tropieces con tus pies en el trayecto, nerviosa ante la mirada de los presentes le murmuras a un Lionel poseído por la música.

- Amor, para.-

Te suelta las manos, recula hacia tras tirando unos movimientos con las manos y piernas un tanto desgarbados, que lo hacen ver ante los ojos de los demás como si sufriera de alguna dolencia. Un auténtico patadura. Suenan lo acordes principales y él tira su cabeza hacia atrás cerrando los ojos por unos segundos, vuelve su mirada hacia vos y se acerca rápidamente a tu figura.

- Uh escucha que temazo.- intentaste negar su petición de baile pero era inevitable no ceder ante los encantos un tanto graciosos de este hombre ebrio y alegre frente a vos.

Le cedes esa pieza y unas cuantas más, cuando están terminando de bailar ahora así el último tema que pasa el dj, él te besa la coronilla y te murmura en completo estado de ebriedad, la confesión más hermosa y honesta desde el fondo de su loco corazón.

- Te amo hermosa.-

Lo ves, está totalmente traspirado, con sus ojos cansados y la corbata desanudada y colgando de su cuello, todo gracias al efecto del alcohol.

Le das un fugaz beso en su mejilla, sonríe instantáneamente por tu acto y lo ayudas a encaminarse a la salida del salón.

- Yo te amo más.-

Durante el trayecto, un tanto complicado por el torpe andar del santafesino, pensaste, subirlo al auto y hacerle entender que no podría conducir de camino a su hogar eso, eso sí que sería una lucha.

delirios - scaloni & aimarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora