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La música suena a todo volumen, los presentes en ese jardín bailan desinhibidos y el alcohol sino es protagonista es coestrella de la noche. Giras descalza en tu eje totalmente exaltada, sacudís tu cabello de un lado al otro y cantas desentonadamente, la felicidad te invadió hace rato.

Habías logrado recibirte, después de años de sacrificio, horas de insomnio, ansiedad, crisis existenciales, viajes en bondi eternos hasta la universidad, de preguntas que no tenían respuestas pero plantaban semillas de duda en tu futuro, se había terminado y todo de manera tan exitosa.

Era soñado.

Decidiste festejarlo a todo culo, ese mismo día y rodeada de la gente que siempre te banco y no dudo de tu potencial, de los que también transitaron lo mismo que vos y de los que quizás sin darse cuenta eran sostén fundamental en lo que habías logrado.

Y él era uno de ellos, ese de ojos miel, sonrisa angelical, voz cautelosa y consejos sabios. Ese mismo que viajo desde la otra punta del mundo para solo celebrarte, el que te decía "ya va pasar negrita" cuando llorabas frustrada, el mismo que festejo tu tesis aprobada casi como un logro propio. Ese mismo que ahora estaba en jean, remera blanca, cabellos algo revueltos, sonrisa alegre y un vaso de fernet en una mano, tratando de bailar como los demás, aunque más se le daba hacer jueguitos con una pelota.

Aimar era de esos amigos únicos, de toda la vida, con los que te vez muy pocas veces porque el destino los puso a kilómetros de distancia el uno del otro como para separarlos pero aún así, el vínculo forjado en su infancia aún sigue intacto hoy en día.

Lo ves fruncir el ceño cuando un amigo en comun le dice jocoso algo al oído, se rasca la nuca, niega con timidez y bebe de su vaso. Probablemente era porque tenías unos buenos vasos de alcohol encima pero desde que había llegado a Rio Cuarto se veía diferente, te gustaba su forma varonil de pararse o como jugaba con sus dedos cuando se distraía. También la incipiente pero prolija barba que comenzaba a notársele al igual que los brazos un tanto enmarcados y minados de venas. Tus ojos vagan por su figura pero se detienen una vez más en su rostro, en esa boca mullida y rosada que tantos suspiros sacaba e indudablemente lo hizo también con vos.

Tu pecho se infla en busca de retomar un poco del aire que te había quitado su mera existencia, sus ojos pasean por todo el lugar, respondes quedadamente algunas preguntas que te hacen pero sinceramente no prestas atención a lo que decís y te ve, entre tantos seres, él te encuentra.

Relames tus labios lentamente, para luego sonreírle, él te guiña un ojo, totalmente inconsciente de lo que estaba provocando en vos y tomando la decisión que puede arruinarlo todo, bebes de un saque tu sangría en mano.

- A la mierda.- murmuras limpiando con el dorso de tu mano los restos del alcohol que rodean tus labios.

Te apartas de la gente a tu alrededor y un tanto inestable por la fuerza de tus piernas pero con la seguridad de que el "no" ya lo tenes, caminas a él, Pablo te observa en todo ese trascurso y sentís que su mirada te desviste. Querés creer que todo es producto de tu mente alocada, influenciada por el alcohol y el probable estado de ovulación en el que estás pero ves algo en él, algo que te dice mándate.

El cagaso estaba, la amistad se arruina de una forma atroz, finge demencia o en el más idílico de los escenarios agarra viaje. Todo daba a que sería una de las dos primeras opciones, agradeciendo para no hacer esto más gigantesco que aún permanecía soltero o eso le decía a la mayoría.

Tu corto vestido de breteles te hace sentir el calor de pleno verano mucho más ameno, con la espalda descubierta por un escote hasta la espalda baja que deja ver tu piel cubierta por una constelación de lunares y el maquillaje con brillitos aún está intacto. Pablo te ve y se para mucho más erguido, demostrando una imagen que te hace jadear, luego de dar esos últimos pasos casi trotando hacia él.

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⏰ Última actualización: Mar 12 ⏰

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delirios - scaloni & aimarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora