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Las ráfagas cortas pero potentes de viento en el desolado campo hacen que tú pelo se enmarañe más de lo que ya está. Molesta, pasas una mano por tu cara para quitártelo de encima y podés sentir que ya tenés barro en la cara, otra vez.

El gringo se ríe ante tu fastidio pero no deja de besuquear tu cuello, con sus manos manoseando tu cuerpo y su cadera descolocada apoyándote lo que dios le dió cada dos segundos. Él también está cubierto de barro pero eso no impide que el ambiente entre ustedes dos siga caldeado.

Cómo era costumbre, siempre que estaban en Argentina, aprovechaban para ir al pueblo natal del dt campeón y visitar a sus afectos. Chiche y Lali ya no se encontraban en edad para bancarse un vuelo tan largo con escalas hasta Palma de Mallorca, Cori estaba a full con su emprendimiento pastelero y Mauro junto a su mujer renegaban con la rutina de una familia promedio.

Era en una de esas fechas, post partido del seleccionado con chance de unos días libres antes de continuar con una gira internacional, que decidieron, libre por parte del pujatense de niños, ir un finde semana al pequeño pueblo santafesino. Tenían provisto todo, hospedaje, reuniones familiares, un buen asado como Dios manda y tiempo de descanso, menos el temporal completamente camaleónico que azotó Pujato.

En una visita exprés al campo que tenía "el gringo" con un pequeño establo y siembra, los tomo por sorpresa la lluvia torrencial y el viento. A pesar de la gran camioneta importada que el pujatense tenía, no pudo evitar quedarse atorado en una de las zanjas cercanas a la salida del terreno, bajo la lluvia ayudaste a darle indicaciones y orientarlo para que lado acelerar pero no sirvió de nada.

Estaba atrapada en un pozo profundo y encima el barro no colaboraba, fue en uno de esos tantos intentos que "el gringo" te salpicó toda y se comió la puteada de su vida. Salió del auto para pedirte perdón y en el trascurso se patino varias veces hasta llegar a tu destino, casi en las mismas fachas que vos. Te dió unos besos y con la calma que suele caracterizarlo, solo cuando está con tu presencia a su lado, lo perdonaste.

Estaban empapados, bañados en lodo y sin resguardo más que por ese pequeño establo a unos metros, que de pura suerte eran tres paredes de ladrillo hueco y un chapón. Pero de todas formas era mejor que quedarse ahí parados o dentro del auto, cosa que Scaloni se negó porque no pensaba ensuciar el vehículo.

A las puteadas, agarrada de su mano para no caer desplomada en el barrial, decidieron llamar a Corina para que al menos viniera a socorrerlos. No había toallas, ni baño, ni nada que les viniera al pelo para la situación así que sin más se tuvieron que quedar ahí un buen rato, junto a la compañía de dos caballos viejos, a observar como caía el agua sobre la superficie santafesina.

Entre tanto "el gringo", mano larga, no se privo de darte unos buenos besos y mimos, que desencadenaron en la situación actual.

Lionel te tenía recostada sobre el postigo de uno de los corrales que estaba vacío, besándote en el cuello y con una mano metida debajo de la fina remera que llevabas, tocando y haciendo suyo todo a su alrededor. Solo te dedicabas a suspirar y de vez en cuando, tentando a tu suerte, tirando todo tu cuerpo sobre él, mejor dicho una zona en específico que lo hacia calentar a mil. Cuando te quisiste dar cuenta tenías la pollera de lino completamente agolpada sobre tu cintura y al mismo, con el pantalón sobre sus pies en el suelo, un boxer ajustadísimo y una erección que pedía a gritos tu tacto.

Te estaba tocando por sobre la tela de tu tanga, cuando escuchaste el resoplido de uno de los animales a tus espaldas y juraste sentir que te estaba juzgando con la mirada, o solo eras vos que estabas un tanto paranoica.

Si, con "el gringo" habían cogido y a rolete desde que comenzaron su relación, habían experimentado cosas nuevas, lugares públicos y hasta arriesgado a meter a alguien más en su intimidad. Pero siempre estaba ese pequeño pánico de ser atrapados por alguien, era una persona de renombre tu pareja y eso hacia las cosas más complicadas.

delirios - scaloni & aimarWhere stories live. Discover now