30.

928 36 16
                                    

Todo había comenzado con un "no sabes las ganas de cogerte que tengo..." cerca de tu oído, bastante ronco y disimulado. Mientras comían amenamente en conjunto a otros familiares de los jugadores hospedados en el hotel germano. Instantáneamente, tu cara se torno rojiza y el rio cuartense no pudo evitar sonreír al lograr su objetivo, poso su mano libre sobre una de tus piernas y con sus dedos acarició la piel expuesta.

Solo podías suspirar muy sutilmente, tratando de disimular en que no te había afectado de tal forma una guarangada de las tantas que Aimar te vivía diciendo en la intimidad.

Entre risas, agarrones y besos corretean por el pasillo del piso donde se hospeda el rio cuartense. Por suerte, gauchada mediante, la habitación se encuentra solitaria y por un buen tiempo sería habitada solo por ustedes dos. Pablo camina de espaldas, besando tu cuello, robándote gemidos y quejas, cada vez que sus dientes hincan tu piel. No te quedas atrás y tus manos que pasean por su cuello, afianzándote en él cuando te abruma tanta previa, descendes por su pecho, tanteando su abdomen por debajo de la camiseta de entrenamiento.

El rio cuartense cierra los ojos, cuando tus uñas rasgan su piel suavemente y entre abre la boca para besarte desde el mentón hasta la base de tu cuello. Sus manos, ahora asegurando su agarre, en tus caderas y su pelvis cada vez más pegada a vos, dando leves roces que te hacen jadear. Ya era notoria la erección debajo de esas prendas y te morías por darle la atención que merecía.

Las piernas de Aimar tocan el borda de la cama y clava sus pies en el suelo, intenta cambiar las posiciones para que vos seas la que quede de espaldas al colchón.

- Déjame arriba que yo...- dice roncamente, antes de ser interrumpido por tus actos.

Con las palmas de tus manos en su pecho, aún debajo de su remera, aplicas fuerza contra él y cae de espaldas. Por efecto domino, lo seguís, chocando tu pecho con el suyo y él no puede evitar sonreír ante la cercanía. Sus manos van a parar a tu culo y lo aprietan en señal para que te acomodes mejor, con una pierna a cada lado de sus caderas, con tu centro rozando el suyo.

- Tenés que cuidar esas gambas, mi amor.- decís jadeante moviéndote ligeramente sobre su hombría.

Pablo jadea pero no le das tiempo a que procese nada de lo que está sucediendo, porque así como actuaste de rápido para empujarlo y dejarlo a tu merced sobre el colchón, lo desvestís. Le bajas el pantalón, el boxer y tomas su erección roja y dura en tus manos, te arrodillas una vez más sobre el colchón, sin esperar respuestas de tu pareja comenzas con tal acto obsceno.

Subís y bajas tu mano, a lo largo de su longitud, sintiendo los primeros espasmos del rio cuartense. El ruido húmedo de tu palma en contacto con su piel no se hace tardar en inundar la habitación, al igual que los jadeos del centrocampista que siente como agónicamente podría acabar con solo tenerte haciéndole una paja.

- Que hija de puta.- dice mirándote recostado con sus codos hundiéndose en el colchón y la boca entreabierta.

Lo veías quejarse de sobremanera, cuando con tu pulgar delineas su cabeza y esparcís el líquido pre seminal a lo largo de su longitud, una idea se viene a tu mente. Y obviamente no dudas en tomar cartas en el asunto. Bajas tu cabeza y das una lamida a la punta de su hombría, Pablo jadea desesperado e intenta sostener tu cabello entre sus dedos, te alejas y él suspira frustrado.

- ¿Estás ansioso?-

Burlonamente apretas con tu mano libre su muslo desnudo y tensionado, sin dejar de masturbarlo.

delirios - scaloni & aimarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora