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Tu visión va de un extremo al otro, viendo campo y más campo, aproximadamente, desde la una de la tarde te encontras dentro del patrullero sobre la banquina de la ruta, observando y controlando que no hubiera disturbios. Léase disturbios, en el acceso Arnold a Pujato, como vacas o caballos sueltos obstruyendo el camino, un vehículo que vaya por la banquina o exceda la velocidad permitida y el más peligroso de todos, picadas en la ruta.

¿Quién iba hacer picadas en este tramo de la ruta? Nadie sabe pero siempre había un "loquito" al volante, dice tu jefe cada vez que se lo cuestionas.

En la radio suena "Mojada" de Vilma Palma e Vampiros haciéndote recordar fugases momentos de tu salvaje adolescencia, que los apaciguas con tragos de mate amargo y algún que otro bizcochito. En la soledad de tu trabajo rutinario, observas una vez más el campo y resoplas, por lo menos caminando por las calles del pueblo hablabas con los viejitos.

Cuando parecía que la mejor salida a esta situación era pegarte una siesta en el patrullero, a lo lejos con rapidez un auto va acercándose, lo logras distinguir cada vez mejor en cuestión de segundos, signo de que venía a los chapasos. Sonreís, por fin algo de acción.

El automovilista parece no perturbarse con la idea de ver un patrullero en la banquina, pasa en frente tuyo, sin disminuir la velocidad y deja una estela de humo, por la tierra en el camino, que cubre tu visión completamente.

- Pero este se cree Fangio.- decís encendiendo el motor del auto y en cortas maniobras, el patrullero esta sobre el asfalto.

Aceleras un poco la velocidad para alcanzarlo, dispuesta a perseguirlo pero al parecer, escuchar la sirena del patrullero sonar una sola vez, hace al conductor con complejo de turismo carretera y su vehículo, frenar a escasos metros. Puteas, por el nulo conflicto a desarrollar y aminoras por completo la marcha del auto. Ya estas pensando, otra situación más en la que pedías los papeles, le decías que no lo vuelva hacer y lo dejabas irse. La gran mayoría de los que te cruzabas en esta situación eran gente del pueblo, que vos conocías de toda la vida y esto te hacía apiadarte de ellos.

Suspiras y apagas el motor del auto, observas el vehículo frente a vos. Una bronco sport blanca, si este no era el hermano de Lionel, le pegabas en el ángulo. Lionel, ja. No ibas a negar que pensar en el hijo de en medio de los Scaloni no te hizo sentir ciertos nervios, después de tanto vivido. Hacia mucho que no lo veías, la última vez fue cuando volvió campeón de la Finalissima con su... bueno no venía al caso.

En fin, salís del auto y el calor te golpea suavemente, haciéndote replantear la idea de haberlo dejado ir y seguir tu monótona rutina. Con paso seguro te dirigís hacia el vehículo, preparando alguna buena cagada a pedo para Mauro. Cuando estás medianamente cerca, observas como se baja la ventanilla, te pones de costado y estás apunto de abrir la boca para hablar pero quedas tiesa.

Ese no es Mauro, es lo único que podes pensar.

- Disculpe oficial, venía un poquito... apurado.-

Él se excusa rápidamente y articula una sonrisa nerviosa. Dios, que lindo que era el desgraciado. Estabas segurísima que ni los papeles traía, no era por darle impunidad a sus actos pero medio que Pujato hacia ojitos hacia un costado cuando él andaba por acá.

- Un poquito bastante, documento, registro y cédula verde del vehículo.- decís con fingida severidad acercándote con más confianza a la ventanilla.

Pudiste ver por un momento el terror en sus ojos, hasta que sus ojos se enfocaron en tu rostro y pareció hacer un click.

- No los llevo encima me los... me estás jodiendo.-

Incrédulo, suelta una sonrisa genuina y que podría haber encandilado el rincón más oscuro del campo frente a ustedes en una noche cualquiera. Le sonreís con labios sellados, sin permitir que tu felicidad sobrepasé más allá de tus mejillas. Un silencio agradable se forma entre ambos.

delirios - scaloni & aimarWhere stories live. Discover now