27.

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- Mira como estás.-

Gruñe el pujatense, al pasar la yemas de sus dedos por encima de fina tela de encaje que, ahora húmeda, cubre ese premio que él tanto desea reclamar con suyo. Solo podés gemir ante las maravillas que hacen sus falanges, que aún solo dedican roces y leves caricias, tus piernas flaquean y gracias a Dios, ambos están recostados en la suavidad de la cama en la habitación del dt.

Scaloni con su espalda pegada al respaldo de la cama y sus piernas estiradas, vos encima de su regazo, con ambas piernas rodeando su cintura, las manos del pujatense entre sus cuerpo y las tuyas sobre sus hombros.

Hacia solo unos minutos que habían dado por terminado el entrenamiento, en la concentración previa al partido contra Ecuador en River y no habían aguantado más la espera, se escaparon a la habitación que el pujatense por suerte hoy no compartía con Aimar. Entre besos y risas, llegaron a dónde estaban ahora, quien lo diría, el dt argentino de la selección campeona del mundo comiéndose a la asistente de campo más joven de su plantel.

Una locura, una locura que ambos estaban dispuestos a correr y que venía bastante encaminada en el transcurso de estos meses.

- Ay nena... me vas a matar.- dice Scaloni, cuando sus dedos se escurren dentro de la tanga que llevas puesta.

Sus dedos juegan con la humedad de tu ser y luego delineando la entrada del lugar donde más pedías atención, en dos o tres intentos de intromisión hicieron prepararte y para cuando el pujatense hundió la primer falange, jadeaste agobiada.

Scaloni detuvo sus movimientos, pero entre besos le pediste que continuará y es más, acompañaste sus movimientos con tus caderas. Agrego un dedo más y te tomaste la libertad de moverte sobre ellos, subiendo y bajando, como si de su pija se tratara.

- Hoy te vi en el entrenamiento...- dice jadeante, acercando su boca a tu cuello.

Arqueas tu espalda a la par que en tu interior Scaloni curvaba sus dedos, tocando ese punto particular que te hacía ver las estrellas. El pujatense aprovecho lo vulnerable que estaba la zona de tu cuello, comenzó a besarlo y mordisquearlo, dejando probables marcas que verías al otro día por la mañana.

- ¿Si?-

Jadeaste al sentir como su pulgar se apoyaba y presiona sobre el nudo de terminaciones nerviosas, abris la boca ahora ahogada por la abrumante sensación. Scaloni abandona tu cuello y la mano que estaba estrujando uno de tus senos va a parar a la base de tu cuello, para enfocar tu mirada en la suya.

- Y no sabes las ganas de cogerte que tenía.- confesó en un gruñido, cerraste los ojos por un segundo.

Suspiras entrecortadamente y parpadeas por unos segundos, para luego recomponerte y murmurarle con diversión.

- Lo hubieras hecho.-

- ¿Y que los demás te vieran en bolas?... ni en pedo.- dijo con obviedad.

No negarías qué su faceta posesiva te calentaba más que sol de verano, amabas cuando era sensible y empático porque eran cosas que para vos valían demasiado pero esa parte salvaje, ruda y posesiva que tenía cuando solo vos lo podías ver, te volvían loquita.

- Que te pones celoso Scaloneta...- gemís, sabiendo muy bien que odiaba que le digan así pero en ese momento todo valía.

Él parece percibir las intenciones de tus palabras y entierra sus dedos más detro tuyo, sacándolos y metiendolos con más fuerza y frunciendo el ceño. Abrís la boca ante los espasmo que provoca en tu cuerpo esa nueva sensación y Scaloni solo puede sonreír.

Porque la pendejita altanera y vivita, que se mostraba en la cancha, ahora solo era un fantasma de la mujer pidiendo clemencia sobre él.

- Al fin y al cabo... sos vos el único que me toca.- decís entra bocanadas de aire.

- Y siempre va ser así.-

Gruñe una vez más, ya no soportando la erección que tu centro roza y vos de igual forma, sentís tus piernas flaquear. Sabías que esto era solo la entrada, Scaloni amaba dilatar la situación hasta que no lo soportes más y pidieras clemencia a gemidos, pars que te ayudará. Saca sus dedos de tu interior, palpitante y sin previo aviso, en un acto completamente degenerado pero sumamente erótico, chupa sus dedos. Degustándote y sin dejar de verte, mordisqueas tu labio, descendiendo tus manos a lo largo de su abdomen desnudo, llegando al borde de su short.

El pujatense con una de sus manos, rodea una de tus muñecas y la lleva dentro su boxer para que palpes su erección, completamente lubricada y rojiza.

Jadean a la par y se te hace agua la boca.

- Mira lo que haces.-

Murmura con lujuria, viendo como tu mano trabaja sutilmente por su pija, deseando que la agonía acabe lo antes posible pero dentro tuyo. Te relames los labios, se ven a los ojos e inocentemente preguntas sin dejar de tocarlo.

- ¿Todo esto es para mí?-

- Todo mi amor.- dice jadeante, sintiendo que no aguantaría más esa tortura hermosa.

Y te diste cuenta cuando a borbotones el líquido preseminal cubre tu mano, su pija y el boxer negro que lleva puesto. Entonces abandonas por unos segundos la faena en ese pobre cristiano, lo ayudas a quitarse el short y boxer, el pujatense te arranca de a tirones la remera del uniforme, el corpiño y la tanga. Sus manos pasaron por tus senos libres, largaste algunos gemidos y así recostados, vos encima de él, le dijiste extasiada.

- Te la chupo después, ¿si?... ahora quiero que me destroces.- decís con tu mano subiendo y bajando por su erección una última vez, él ahogo un gemido en tu boca.

- Lo que vos quieras preciosa.-

Levantaste un poco tu cuerpo para darle espacio a su hombría, el pujatense jugo en tu entrada con la cabeza de su pija, cubriéndose de tus fluidos y cuando le pediste clemencia él te insto a bajar tu cuerpo lentamente.

Jadeos por parte de ambos se escaparon de sus bocas y no pudieron evitar, Scaloni morder la piel de tus clavículas con sus dientes y vos enterrar tus uñas en los hombros del pujatense, en busca de afianzarse al otro.

Lo siguiente fue una danza de unos quince minutos que ya denotaban cansancio de antes, dónde lo dieron todo, el uno por el otro para que se sintieran plenos y el disfrute sea el protagonista principal. Cuando tus piernas flaquearon, las manos de Scaloni apretaron tu culo con fuerza y el compas de ambos se torno desaliñado, gemiste.

- Amor...-

Lionel asintió y dió estocadas profundas, certeras y que prometían un dolor que apenas te levantes de esa cama sentirías. Gemidos y jadeos ahogados, súplicas, sus nombres y puteadas dieron como culmine el momento.

- No aguanto más.- dijo el pujatense, sintiendo tu interior ajustado y punzante producto de tu reciente orgasmo acompañado de un grito ahogado de tu parte.

Se dejó llevar por sus demonios y acabo, tan fuerte como siempre que cogía con vos y dejándolo laxo, con ganas de solamente aferrarse al cuerpo de esa joven mujer que lo volvía loco. Con un "te amo" cansado, de su parte beso tu boca y escondió su rostro en tu pecho, para darle paso a esos minutos de puro romanticismo que te daba el post sexo.

se vienen más guarangadas
primer aviso!!

delirios - scaloni & aimarWhere stories live. Discover now