23.

855 46 16
                                    

Un estruendoso portazo, pasos se arrastran por el suelo de la habitación, cada vez más cercanos a la cama donde hasta hacía unos segundos dormías plácidamente, manos grandotas y calientes se posan en tus costados. El colchón se hunde a tu lado y sentís una presencia avasallante, como siempre sucedía con él a tu alrededor.

Esas mismas manos, aplican la presión suficiente en tu cuerpo como para marcar presencia pero no al punto de lastimarte, te sarandean suavemente y largas un quejido. Aún tenés los ojos cerrados pero sabes muy bien de quién se trata, fruncis el ceño y te giras en tu propio eje, dándole la espalda y cubriendote hasta la cabeza con las frazadas.

- Gorda.- dice poniendo su mano pesada sobre la unión entre tu cadera y costillas.

Sube un poco más hacia arriba, tentando a tu cuerpo a colapsar, mueve sus dedos y te retorces por acto reflejo, producto de lo sensible que eras en esa zona a las cosquillas.

Te quejas y con una de tus piernas, pataleas hacia atrás tratando de alejarlo de tu anatomía, fallidamente ya que el señor era un camión en todos los sentidos de la palabra.

- No... déjame un rato más.-

Escuchas que carcajea y comienza con la misma mano, que te hizo cosquillas a sobar tu brazo, era entrador el maldito y sabía que hacer para que te volvieras plastilina en sus manos.

Un escalofrío recorrió todo tu cuerpo ante los recuerdos de esas mismas manos que hace un par de horas no tocaban tu cuerpo cubierto por sábanas, sino tu piel caliente al desnudo, invadiendote por todos lados.

- Ya está la comida.-

Podías sentir el olor a fritura desde lejos, no ibas a negar que el estómago te reclamo algo de comer pero tus ganas de seguir descansando, envuelta entre esas sábanas tan suaves y cálidas era de necesidad mayor.

Te volves a quejar cuando Lionel sacude tu cuerpo delidamente con sus manos en tus hombros, de golpe todo su cuerpo está sobre el tuyo acostado de costado y te desesperas por lo atrapada que te sentís, entre las sábanas y el gigantesco cuerpo de tu novio.

- Dale, si dormimos un montón.- dice susurrandote a la vez que intentaba encontrar con su rostro el hueco de tu cuello.

Era un caradura, de eso no había dudas. Habías logrado dormir cuarenta minutos entrecortados, culpa absolutamente de él que no te había dado tregua ni cuando recién habían terminado de intimar. Ah, pero ahora el señorito se había dormido manso sieston, que ni una bomba atómica estrolandose contra el galpón que tenían los Scaloni en el patio, lo iba a perturbar.

En fin, indignada por la caradurez del joven pujatense que tenías a tu lado, retiras de un solo movimiento las sábanas que te cubrían y sin siquiera saber dónde estaba su rostro lo encontrás y observas, con molestia.

- Vos dormiste un montón.- decís en un chillido e instantáneamente haces un puchero con tu boca, cosa que te había instaurado naturalmente.

Lionel se sonríe ante la ternura que le provoca tu gesto y te abraza con fuerza, comenzando a darte besos en todo el rostro. Te retorces quejosa pero disfrutando de todas formas su momento meloso, porque era de tus facetas favoritas del taurino.

Cuando sus besos se tornan más húmedos y juguetonamente pasa su lengua por tu mejilla para provocar justamente tu molestia, te quejas tratando de apartarlo de tu cara.

- ¡Basta lio!-

Él sonríe y apoya su mentón en tu hombro. Te observa con cara de cachorro empapado por la lluvia y una de sus manos comienza a hacer suaves caricias sobre tu cadera.

- Dale amor, comemos y después te saco a dar una vueltita.- dice alzando las cejas sugestivamente y lo miras rodando los ojos.

- No quiero salir, me quiero quedar acá, así.-

delirios - scaloni & aimarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora