*34.

926 34 6
                                    

Eran alrededor de las dos de la madrugada, ya tenías encima una guardia intensa que había comenzado a las seis de la mañana y estabas decidida a descansar lo poco que te brindaba esa jornada para no caer desmayada en el impoluto, por suerte, suelo de la clínica donde dabas todo de vos casi todos los días.

Enfermera recientemente recibida, la "nuevita" para los más experimentados en el rubro de sanidad, de carácter fuerte y noble vocación.

El silencio era sumamente acogedor, tus ojos atentaban con cerrarse en cualquier instante y el barullo cotidiano de la sala de emergencias no parecía ser un gran impedimento para que te dormitaras al menos unos treinta minutos de corrido en una de las camillas libres de la habitación. Tus párpados se rinden ante el sueño palpable unas cuantas veces y cuando el momento de inconciencia parece llegar a vos, la puerta de entrada se abre estrepitosamente. Puteas internamente pero era obvio, nunca se descansaba en ese lugar, gruñís molesta y sentís pasos dando vueltas por el lugar.

Instantáneamente bufas al oír la voz del sujeto que parecía ser tu castigo, no solo profesional sino también personal, hablar a la nada misma. O más bien, hacerse el chistoso frente a vos.

- Estos son los enfermeros de ahora... todo el día boludeando y cuando los necesitas están durmiendo.- dice con fingida molestia.

Con las palmas de tus manos te refregas los ojos y bostezas. Tu cuerpo se estira y retuerce en la suave camilla de la habitación pediátrica que por suerte, al igual que las otras dos restantes, se encuentran libres de pacientes. Instantáneamente ves al médico de guardia pediátrica frente a tus ojos, Pablo Aimar, un hombre unos más grande que vos, que desde el primer día te enseño el amor por la profesión. Buen compañero y excelente profesional, con un humor increíble y la sonrisa más linda de todas. Oriundo de una ciudad pequeña de Córdoba, atractivo como ningún otro y con un interés particular en vos, que recientemente habías descubierto. Soltero hasta donde sabías y con la potencial personalidad para dejarte trastornada de por vida.

No sé lo habías confesado a nadie pero Pablito, como le decían sus afectos, era un motivo recurrente por el cual te desvelabas por las noches y hasta ahí llegaría tu explicación.

- Ay cállate.-

Te cubrís el rostro con ambas manos, no solamente por frustración en no poder conciliar el sueño sino también porque la intensa mirada del rio cuartense estaba logrando ponerte nerviosa. Escuchas su risa melodiosa, esa que tanto deseas generar cada vez que podes con comentarios desopilantes y sentís que estas siendo engatusada, cuál sirena a marinero. No te sacas las manos de la cara hasta correr uno de tus dedos y ver que está sentado en la otra camilla a tu lado.

- ¿Muy malo?- pregunta sacándose el estetoscopio del cuello, dejándolo a un costado.

Te quejas en respuesta, mete la mano en el pantalón de su ambo azul oscuro y revisa su celular.

Aún no tenias su número y según los chismes en la clínica, él le había pedido el tuyo a una de tus compañeras, con la supuesta excusa de estar "más comunicados" con el área de enfermería. Estratégicamente ella le dijo que mejor te lo pidiera personalmente, ya que en ese momento no estaba con el celular a mano, bendita seas Maria. Y ahí estabas, esperando a que se anime algún día, hombres.

Alzas una ceja observándolo por unos minutos, confirmando que es verdad que se encuentra un poco más fornido desde que volvió de sus vacaciones. Sus brazos se marcan por encima de la bata blanca y su figura esbelta, de contextura pequeña es un fantasma, reemplazado por un cuerpo más grandote. En fin, dejando de lado tu momento de pajera, le respondes de forma casual.

- Una poronga... ¿el tuyo?-

- Normal, estoy haciendo tiempo para unos resultados.-

Su mirada sigue en el celular y te molesta, te viene a romper los huevos, no te da bola y encima cancherea sonriendo al aparatito frente a vos. Pero igual te encanta, suspiras quedadamente tratando de captar su atención y murmuras con un dejo de inocencia.

delirios - scaloni & aimarWhere stories live. Discover now