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- Perdón, soy un pelotudo.-

Murmura de repente el rio cuartense, haciéndote quitar la atención del partido frente a ustedes y enfocarla en él, a tu lado. Está con el ceño fruncido, pensante, observando los movimientos que hace uno de los adolescentes en la cancha pero muy consciente de que lo estás observando. Extrañada dejas el mate que tenías en tus manos sobre la grada en la que están sentados y le preguntas.

- ¿Porque?- con cierto tono de diversión, eran pocas las veces que él se trataba a si mismo de esa forma.

Hace un gesto de exasperación cuando uno de los jóvenes no llega a concretar la posible jugada de gol, suspira y te mira profundamente a los ojos. Es hermoso, el sol le da en la cara, achina un poco sus ojos, barba con reflejos cobrizos, labios carnosos y facciones con arruguitas, que las lleva más que bien.

Alzas tus cejas, esperando una respuesta y el rio cuartense niega con cierta molestia.

- Me dijiste de pasar tiempo juntos y mira a dónde te traigo.- dice recorriendo con su mirada el predio del club.

Hace un gesto de disconformidad y no podés evitar sonreír enternecida ante eso. Eran alrededor de las diez y media de la mañana, de un domingo muy frío pero con su cuota de sol necesario como para hacer tolerable el estar al intemperie.

Por cuestiones de horarios en sus respectivos trabajos y agendas ocupadas, no habían tenido tiempo suficiente en la semana para compartir tiempo juntos. Así que cuando Pablo le surgió la oportunidad de ir a ver a un grupo de jóvenes que podían ser fichados en la selección sub15 que él dirigía, no dudaste en decirle que lo acompañabas.

Habían preparado rápidamente el mate, un termo gigante con agua caliente y unos abrigos para resguardarse del frío. Ahora se encontraban en el comienzo del segundo partido que veían, en las gradas más altas de la cancha, alejados de la vista de los curiosos, como más le gustaba a Pablo.

El rio cuartense miraba con cautela, anotaba cosas en una pequeña libreta y no podía evitar emocionarse al ver extraordinarias jugadas de potenciales goles en pibes tan chicos. Vos sonreís cuando lo ves de reojo y le cebas cada tanto un amargo, bien caliente para apañar el hostil clima.

- Pablo, ir a tomar un café en Palermo o estar viendo a las juveniles de... ¿Lanus?-

Preguntas algo desconfiada, él sonríe y asiente cortamente. Tomas su mano, él baja la mirada y observa como acaricias con tu pulgar su dorso. De su boca tira una sonrisa de labios sellados y vuelve a mirarte a los ojos. El partido y la gente a su alrededor pasa a segundo plano cuando conectan visualmente ambos.

- Para mí es lo mismo... mientras sea con vos, el lugar no me importa.- decís sonriéndole con honestidad.

Él te devuelve el gesto y lleva su mano, rodeada por una de las tuyas, a su labios para dejar un beso en tu piel. Suspiras ante tal gesto y más confiada que antes, se gesta en tu cabeza una idea que tenías desde temprano y que comienza con un comentario con doble sentido.

- Además me gusta verte en acción.-

Soltando su agarre y sin un ápice de vergüenza, fugazmente palmeas su muslo, a centímetros de su entrepierna, él carraspea absorto y vos volves a la tarea de hacer mates.

Fingiendo completa demencia.

Ves de reojo a Aimar algo ruborizado pero con su vista en el partido, cuando tenés tu mate listo y estás por poner la bombilla en tu boca, volves a mirarlo de reojo y sonreís. Te observa de reojo, sin disimulo, como acercas la bombilla a tus labios y tragas los primeros sorbos de la bebida amarga.

Una palmadita y un comentario muy inocenton habían dado sus frutos, el rio cuartense estaba caliente. Lo conocías, la forma en que acomodaba su pelo repetidas veces, como te observaba fugazmente, sus manos titubeando sobre sus piernas y las repetidas veces que tomaba aire.

delirios - scaloni & aimarWhere stories live. Discover now