13. (pt2)

848 45 11
                                    

El primer tiempo no había finalizado pero a Pablo ya lo habían sacado y mandado al banco. Su paso fue bastante entretenido, tuvo sus momentos de lujo y también de diversión. Viste como siempre se involucraba en todas las jugadas posibles, demostrando porque era el ídolo del mejor jugador del mundo y cuánto había marcado al fútbol en si.

Caminas por los pasillos de la Bombonera a paso calmado, hasta llegar a la sala previa a los vestuarios y buscar a tu pareja. Querías estar al tanto de su estado, como había vivido esto de volver a jugar en una cancha y además agregar alguna que otra foto más al cajón de los recuerdos que tenías desde que habían comenzado a salir, ya que si era por él, poco y nada.

No había caso, no era amigo de las cámaras.

Llegas antes que todos a la sala, incluso antes que los mismisimos jugadores, así que te sentas y te dispones a esperar. Podés oír a lo lejos por los parlantes que ahora sí, había finalizado el primer tiempo y fue cuestión de minutos, para que Pablo apareciera por esa puerta, dejándote con la boca abierta.

Traspirado, ropa pegada al cuerpo, agitado, un tanto colorado y un dato no menor, que un poco de pena te daba saber lo mucho que te provocaba, su rosario colgando por fuera de su camiseta.

Te pones de pie y vas rápidamente a él, antes de que pudiera siquiera notarte.

- ¡Amor!- decís con alegría, abrazándolo por encima de sus hombros, sin importarte cuan traspirado estuviera.

- Gorda.-

Pablo afianza ese abrazo con mucha más fuerza y te pega a su cuerpo, luego de unos segundos te suelta y da un beso muy cortito en tus labios, dejándote con ganas de aunque sea un beso más prolongado o de su tacto.

Aun sin soltarlo y darle oportunidad a cambiarse, le preguntas.

- Y, ¿cómo estás?-

Él deja una de sus manos presente en tu cintura y otra la ubica sobre tu cabello, acomodando un mechón rebelde detrás de tu oreja.

- Bien, re bien.- dice sonriente.

Podías jurar ver ese brillo en sus ojos, ese mismo que habías visto incontables veces y expresaba, que había logrado lo que quería o simplemente disfrutaba de lo que más amaba después de vos, el fútbol.

- Es... es una locura.-

Asentís y soltas una de tus manos para acariciar su rostros, él cierra los ojos ante tu suave tacto sobre su mejilla, con indicios de una barba creciente.

Pablo deciende su mano en tu rostro lentamente y con su pulgar acaricia ese punto entre la unión de tu cuello y el inicio de tu mandíbula. Provocandote con ese pequeño acto escalofríos y soltar suspiro de aliento caliente, que choca contra su rostro, haciéndolo sonreir en el acto.

Él era muy consciente de lo que hacía.

Mira por encima de su hombro fugazmente, viendo si alguien se acercaba a la entrada pero no había señales aún, entonces vuelve a hablarte y encantarte con sus palabras como siempre lo hacía.

- Estas hermosa.-

Sonreís encantada, mira con que boludes hacen feliz a una mujer, por favor tomen nota.

Mordes tu labio inferior queriendo morfartelo en ese preciso momento, quizás era porque estabas muy enamorada de él pero no te parecía encontrar tipo más perfecto que él, en esta o otras vidas.

- ¿Y vos...?-

Él solo atina a sonreír. A todo esto mientras están abrazados, inconscientemente se movieron dando pequeños pasitos y sin querer, llegaron hasta una de las esquinas de la gran habitación.

delirios - scaloni & aimarWo Geschichten leben. Entdecke jetzt