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La despampanante rubia de unos treinta y tantos huye con el ego golpeado, él parece inerte, como si nada hubiera pasado y bebe de su trago sobre la mesa en que lo habían ubicado apenas llegó al evento.

Tu amigo y acompañante, murmura algo de que el tipo era un ortiva y que probablemente eso hacia que las minas rajaran de él, aunque no le creías. Era el mismísimo Pablito Aimar, el hombre más educado y carismático que cualquiera podría llegar a conocer. No era alguien cercano a vos pero tenías allegados y sabías de muy buena data que era un hombre con todas las letras.

Si, las mujeres se le tiraban y él aprovechaba eso cuando podía, pero claramente era un caballero.

Entonces cuando tú partner del día bromeó diciendo que tal vez era un muerto bailando y que por eso no se despegaba de la silla donde estaba sentado, no pudiste evitar soltar un "capaz le da vergüenza" e inmediatamente te observo con diversión en sus ojos.

-Tenés unas ganas de sacarlo a bailar.-

Fruncís el ceño y fingiendo negación absorta, le respondes molesta.

- Nada que ver nene.-

- Tas cagada de que te rebote, ¿no?- dice guiñándote un ojo y empujándote con su hombro para fastidiarte.

Rodas los ojos, te moves levemente en tu eje cuando empieza a sonar cuarteto en el salón gigantesco donde celebran el casamiento tan esperado del año y de reojo lo ves. Llevas un vestido rojo satinado con un escote recatado pero un tajo que deja a la vista una de tus piernas bronceadas, casi hasta el inicio del muslo. Dos o tres personas que crees reconocer del ambiente del fútbol te invitan a bailar pero te encontras muy absorta en el hombre solitario en aquella mesa y lo bueno que está el trago que pediste hace unos minutos.

Otra mujer se le acerca pero es rechazada al instante y suspiras, estaba difícil ser espectadora y no protagonista.

Ves como le levanta el pulgar y sonríe con labios sellados al que parece ser un conocido que lo saluda a lo lejos alegremente, ya no lleva el saco negro y las mangas de su camisa están arremangadas hasta los codos.

Suspiras inconsciente y tu amigo te vuelve a presionar, está vez diciendo las palabras prohibidas.

- Daleeee... a que no te da.- dice con dejo de maldad en su voz.

Levantas la vista a través de tu bebiba y lo miras seria, podrías ser muchas cosas pero nunca una cagona.

Tu invitado te observa expectante y no querías ser supersticiosa pero tenías esa extraña sensación de que está noche, era tu noche y no ibas a esperar más. Le tendes tu trago y este lo toma completamente conforme de su cometido.

Te vas alejando a paso seguro, no sin antes voltear tu rostro y decirle con altanería algo que lo hace carcajear.

- Mírame no más.-

Cagada hasta las patas pero con ese sexto sentido que todas las de tu gremio poseen, te abrís paso entre las personas que celebran el casamiento de la pareja que hace varios años se encuentran juntos. Caminas con una seguridad que haría a más de uno tambalear y cuando estás cerca de la mesa donde está sereno el rio cuartense, acomodas tu cabello.

No te sentías una modelo europea ni mucho menos una mujer hegemónica, tenías tus cositas y una personalidad particular que hacía cualquier atributo físico chiquito ante tu histrionismo.

Ves una silla libre a su lado y él a pocos metros de distancia ya te capta.

- Hola...- decís sonriéndole ampliamente.

- Hola.-

Aimar te devuelve el gesto, mostrándote los hermosos hoyuelos que se le forman a los costados de su boca.

delirios - scaloni & aimarHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin