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Suspiras profundamente, recostada en la cama y miras a tu alrededor. Tratabas de sumergirte en la trama de un libro en tus manos, uno que tanto te insistió Pablo en que leyeras y que supuestamente, a su criterio estaba "buenísimo". Pero no había caso, cualquier cosa a tu alrededor parecía más interesante que volver a poner tus ojos sobre las páginas de ese escrito. Como por ejemplo, tu hija correteando por el pasillo alegremente o Pablo, su padre, en planta baja, haciendo demasiado ruido con ¿ollas en la cocina?

- Mami...- dice tu hija asomándose por la entrada de la habitación, robándote una sonrisa.

Quizás a todas las madres les sucedía, pero aún no lograbas entender como ese ser tan maravilloso frente a vos había salido de tus entrañas.

Pablo había dicho que era tan perfecta ante sus ojos porque fue buscada y concebida con mucho amor por parte de ambos. Aunque vos le adjudicabas más al hecho de que el gen predominante en la nena era de Aimar, que de vos había obtenido lo justo y necesario. Cabellos castaños, alborotados y enrulados, ojitos color miel y una sonrisa radiante, no había forma de negar en que ella era digna hija del rio cuartense. Además de que en algunos momentos de crisis infantil, lograba resaltar también el carácter que heredaba de su progenitor.

Con una mano seguís sosteniendo el libro y con la otra la saludas alegremente, ella lo toma como una señal para correr hacia vos. No se sube a la cama porque aún no llega por su altura, así que se instala a un lado tuyo. Le das un beso en la frente y ella levanta instantáneamente sus brazos hacia vos, esperando que la alces.

- Mami, upa.-

La voz de tu marido, hace unas horas recordándote el reposo absoluto que debías hacer ronda en tu cabeza una vez más y te hace fruncir el ceño.

- No amor, no puedo.- decís negando suavemente.

Te arrepentís al instante en que ves a tu hija quejarse y seguir insistiendo con que la alces. Un pucherito se forma en su boca, sus ojos cristalinos te observan y salta efusivamente, en un acto de berrinche infantil.

- Upa... mami upa...-

Una posible escena de llanto extremo era latente, tu hija no era de hacer espamentos pero tenía sus momentos, como cualquier nene de su edad y la conocías bastante bien para saber como se pondrían en minutos, si seguías en tu negativa.

Eras una madre un poco mal criadora, en el buen sentido, así que sin aguantarte más, suspiras y extendes tus brazos hacia ella.

- Vení, mi amor.- decís con una sonrisita en tu boca.

Rápidamente, salta a tus brazos y la levantas del suelo para ponerla sobre tus piernas, no era demasiado pesada pero te habían dicho que en lo posible evitarás hacer esfuerzos de cualquier tipo. Cuidas de que no se tire bruscamente sobre tu vientre abultado, ella se aferra a tu cuerpo con sus brazitos y reposa su cabeza sobre tu pecho. Por suerte hacia un rato largo que había dejado la teta, afortunadamente para vos y lo único que usaba casualmente, era el chupete.

- Que hermosa está la princesa de mamá.- decís mientras pasas una mano por su cabello alborotado.

Entre el revoltijo de pelos enrulados, con olor a esencia floral, notas unos cuantos mechoncitos cruzándose de forma tosca y poco fluida, pero llegando todos juntos al final, siendo recogidos con una gomita rosa.

Ya sabiendo la respuesta pero fingiendo curiosidad, le preguntas a tu hija.

- ¿Quien te hizo está trenzita?-

- Papi.- dice inocentemente jugando como siempre con la cadenita de oro que cuelga de tu cuello.

Dicha cadenita fue un regalo de hace poco, por el día de la madre, que tiene una pequeña medalla con las iniciales labradas de tu marido y tu hija. Próximamente, planeabas agregarle también la inicial del nombre de tu hijo, que aún está en debate con su padre.

delirios - scaloni & aimarNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ