6

105 25 330
                                    

A estas alturas no nos vamos a engañar, estoy realmente expuesto. Con la carrera nos hemos alejado bastante del coche, llevarla hasta allí es muy arriesgado. Las posibilidades de cruzarme con alguien no son nulas y la pérdida de conciencia no durará demasiado, tampoco llevo el fármaco encima. No solo debo darme prisa para llevarla al coche antes de que recobre el conocimiento, sino que Beatriz ya se habrá despertado. Estoy en una situación bastante jodida, ahora mismo la hormona del estrés está inundando mi riego sanguíneo como un tsunami. Tengo que pensar algo rápido mientras la llevo a un lugar menos visible.

Opciones. Primera: podría dejarla, pero aunque no pueda identificarme, no estoy seguro de que no pueda describir el coche, tampoco sé si ha podido ver algo de la matrícula y la localización exacta puede ser otra pista. Y no, no llevo matrícula falsa, si por un casual me parase un control, estaría pillado seguro. A veces, lo que está a la vista de todos es lo que suele pasar más desapercibido y un coche con todo en regla no llama la atención y yo, conductor experto y prudente, tampoco; jamás me han puesto una puta multa. Las normas de tráfico son sagradas, si están son por algo, aunque reconozco que algunas están puestas con el culo. Opción una, descartada.

Opción dos: llevármela sí o sí y rezar que nadie me vea. Transportarla en mi hombro muy discreto no es. Continuamos con la opción dos y sigo andando a toda prisa cargando con ella. Falta poco, doblando la próxima esquina ya enfilo la calle donde estoy aparcado. La chica apenas pesa, calculo que medirá alrededor de un metro sesenta y pesará algo menos de sesenta kilos, por lo que tampoco se me ha hecho difícil llevarla. Noto sus manos en mi espalda, intenta sujetarse pero aún está aturdida. Ya hemos llegado, la meto en el asiento de atrás, abro la guantera deprisa y cargo una jeringa con el sedante, vuelvo a la parte trasera y le inyecto la mitad mientras esquivo una patada que me roza las costillas. Abro el maletero y le inyecto a Beatriz el resto del fármaco sin darle tiempo a nada, vuelve a dormirse enseguida. Cojo la otra cuerda que llevo, ato a la chica en el asiento de atrás y le echó mi chaqueta por encima para que parezca que está durmiendo, después la sujeto con el cinturón de seguridad. De acuerdo, por fin nos vamos a La Guarida.

Al llegar, saco primero a la chica y me dirijo al búnker. Al llevarla en brazos, la luz del pasillo que va iluminando el trayecto me permite verle bien la cara. Es muy joven, como mucho tendrá unos veinte años, no va maquillada, está pálida, seguramente por la pérdida de conocimiento. La dejo encima de una camilla mientras abro la celda y luego la dejo en el camastro que hay dentro y vuelvo a cerrar. La seguridad es lo primero.

Ahora voy a buscar a Beatriz, espero no haberme pasado con el fármaco, les he dado una dosis más alta para asegurarme de que no se volvían a despertar durante el camino. No podemos tentar dos veces a la suerte y yo esta noche ya he jugado demasiado a la ruleta. A Beatriz la pongo en una jaula, hasta que no dé con su amigo, se va a quedar ahí.

Aprovecho para revisar y escanear todo lo que llevan. En el bolso de Beatriz, nada especial, lo típico, cartera con la documentación, un poco de dinero y tarjeta de crédito, móvil, algo para retocarse, paquete de pañuelos de papel... Lo habitual. La otra chica lleva la cartera, el móvil y en el otro bolsillo de la chaqueta le encuentro una cajita, está envuelta con un fino papel blanco con unas letras impresas en azul claro. Vaya... Así que habías ido a la farmacia, de ahí venías... Miro de qué se trata, Ibuprofeno 400mg. Lo dejo todo en una mesita que tengo al lado y abro su cartera. ¿Quién eres, bonita?, pienso mientras reviso su documentación. Emma Pons y vives cerca de allí; vaya... que mala suerte para ti y para mí también. ¿Qué narices voy a hacer contigo? ¡Menuda noche! Espero en el sillón a que se despierten, lo estoy deseando.

—Mmmm... ¿qué ha pasado? —pregunta aún medio atontada Beatriz—. ¿Quién eres, dónde estoy?

—Eres la pesadilla de alguien —le respondo—, pero ya no, eso se va acabar pronto.

LA ESCALERA DEL DIABLO. La cara oculta del monstruo (FINALIZADA)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu