31

51 15 83
                                    

Elías

Después de amarnos, me despido de Emma. Voy a dejar todo preparado para la caza nocturna. Iré a colocar la valla del ayuntamiento, así reservaré el aparcamiento y podré dejar el coche en un punto estratégico. Emma se ofrece a preparar la comida; por supuesto, acepto con gusto.

***

Emma

Me siento bien con Elías; podría decir que es el amor de mi vida. Conmigo es cortés y delicado, me toca con tanto cuidado que parece que fuera a romperme entre sus manos. Él cree que no me doy cuenta, pero lo sé; teme hacerme daño. Por eso tengo la certeza de que, cuando se vea obligado a hacer lo que ya sabemos, no me hará sufrir. ¡Le quiero tanto! Prefiero que acabe con mi vida a que lo detengan por mi culpa. No es que no me quiera a mí misma, solo que la vida que tenía antes, en comparación con lo que estoy viviendo en este momento, siento que me quedo con mi vida de ahora. En definitiva, todos moriremos algún día, solo que yo no lo haré a manos de un desalmado, al contrario. Y no, no sientas pena por mí.

Hoy me ha dado los códigos de todas las puertas, bueno, excepto una: la de la salida. Me ha dicho que es por seguridad, pero no es cierto. Tampoco es porque le preocupe que vaya a delatarlo. La verdad es que le aterra que me vaya, lo sé. ¿Y sabes por qué? Porque Elías siente por mí lo mismo que yo por él, y también tengo miedo de que se aleje de mí. Si temiera que lo entregara a la policía, no me habría dado el código de la sala de ordenadores.

Ahora, Elías no está. Se ha ido para dejar dispuesto todo lo necesario para esta noche. Se irá de caza. Así que, he aprovechado para ir a la sala de ordenadores a curiosear un poco. Revisando uno de los cajones de la mesa, encuentro un montón de móviles, pero ninguno es el mío. Luego miro en otro cajón y ¡bingo! Ahí está mi teléfono y, además, la batería tiene la carga completa. Vaya... Entro en la lista de contactos favoritos, solo tengo dos: Mamá y Papá. Como ya os podéis imaginar, mi madre no responderá, no creo que allá arriba utilicen telefonía móvil. Todavía conservo el contacto porque tres años después de su muerte no soy capaz de borrarlo. Me siento como si al eliminarlo también la borrara de mi memoria, algo que jamás ocurrirá. Sé que, en parte, no me importa morir porque la extraño tanto que vivir sin ella duele... ¡y mucho! Desde que me falta, el único consuelo que he hallado es Elías.

Si llamo a mi padre es probable que conteste, aunque la mayoría de las veces no lo hace a la primera si está ocupado con algo. Ese algo tiene nombre propio: Susana. Acaricio el contacto con mi pulgar; reconozco que es una gran tentación. Podría decirle: Papá me han secuestrado o papá estoy en peligro o papá ayúdame, no sé dónde estoy... O simplemente no hacer nada y esperar a que se sucedan los acontecimientos. Me quedo pensando, sentada en la silla tipo gaming de Elías, con el teléfono en el regazo, girando pensativa de forma lenta y acompasada de izquierda a derecha y a la inversa, como quién balancea la cuna de un bebé, concentrada en el móvil.

De pronto, el teléfono suena y me sobresalto. El móvil resbala de mi regazo y va a parar al suelo. La pantalla iluminada muestra un contacto de forma persistente: Papá. Me quedo paralizada. Si no lo cojo, podría sospechar algo, pero si lo cojo, no sabré qué decirle. Recojo el teléfono del suelo. La melodía de la película Halloween me sugiere con insistencia que conteste la llamada. Me quedo mirándolo en trance. La llamada se corta y suelto de golpe el aire que tenía retenido en los pulmones. Segundos después, la melodía suena de nuevo. Por inercia y por un impulso fuera de control, mi pulgar desliza la pantalla para responder.

—¿Emma? Soy papá. ¿Dónde estabas? —pregunta la voz de mi padre.

—Eh... Hola... Mmm... Estaba en el baño, no me dio tiempo a...

LA ESCALERA DEL DIABLO. La cara oculta del monstruo (FINALIZADA)Where stories live. Discover now