18

74 19 139
                                    

Elías

Quien nos viera, podría pensar que somos una pareja normal, teniendo una cita cualquiera o incluso una cita a ciegas; ni yo me muestro hostil con Emma, ni ella parece tenerme miedo. Nadie que nos observara podría llegar a imaginar que soy su secuestrador y ella mi rehén, depredador y presa compartiendo cena.

Reconozco que me ha sorprendido que quiera cenar conmigo. Estoy contento, es mi primera cita, por llamarla de alguna manera. En el fondo, me hubiera gustado que fuera en otras circunstancias, pero a estas alturas, no voy a ir con remilgos. Podría haber cenado sola y ha querido cenar conmigo. De todos modos, también te diré que empiezo a desconfiar un poco. Creo que puede estar tramando algo, quizá solo quiera ganarse mi confianza, pero ¿para qué? No podrá salir y cómo te dije, ni soltarla ni quedármela de por vida, es viable. En fin, disfrutemos de la velada.

Está callada y la veo un poco cohibida, pero me parece lógico. Debe de ser difícil iniciar una conversación con el tipo que te ha secuestrado y te ha dicho que te va a matar. Casi lo prefiero. No tengo costumbre de hablar y tampoco me gusta. Percibo que me mira de refilón y evita hacerlo directamente a los ojos. Hasta ahora, no ha sido habitual en Emma, así que deduzco que quiere decirme algo y no se atreve. Iniciaré yo la conversación para ver si se relaja y suelta lo que está pensando.

—La foto que te traje, ¿son tus padres? —le pregunto para romper el hielo.

—Sí.

—Pero la mujer de la foto de... —intento preguntarle por la mujer de las fotografías del móvil.

—La pareja de mi padre —responde sin dejarme terminar—. Mi madre murió de cáncer hace tres años.

—Vaya, lo siento —le digo, pensando que he metido la pata al creer que estarían divorciados—. ¿Te llevas bien con ella? —le pregunto a continuación.

—Ni siquiera me llevo. Al cumplir los dieciocho, mi padre me abrió una cuenta corriente y se fue a viajar con ella. Pasan la mayor parte del tiempo en el extranjero —explica con algo de resentimiento.

—Y por lo que parece, no lo has llevado demasiado bien.

Se encoje de hombros sin contestar, me mira y baja la mirada para seguir comiendo. Me doy por enterado. No le pregunto si tiene algún novio, porque no he dejado de monitorear su móvil y, de haberlo tenido, habría dado señales de vida, cosa que no ha sucedido.

—¿Por qué has querido que cenara contigo? —me atrevo a preguntarle.

Me mira fijamente a los ojos, parpadea un par de veces y vuelve a bajar la mirada. Al cabo de unos segundos, me responde que no le apetece estar sola, pero por lo que he podido averiguar sobre ella, solía pasarse la mayor parte del tiempo en soledad, de casa a la universidad y viceversa, haciendo algo de deporte y poca cosa más. Se remueve un poco incómoda en la silla, lo que me hace pensar que puede estar muy cortada o que algo le está pasando.

—¿Estás bien? —le pregunto—. Te noto algo incómoda. Sé que la situación es la que es y resulta complicada, pero si has cambiado de opinión sobre cenar juntos, no tienes que sentirte obligada a continuar. —Le ofrezco con amabilidad la posibilidad de interrumpir la velada.

—¡No! No es eso, no quiero que te marches, solo que no sé muy bien que es lo que puedo o no puedo decirte o preguntarte.

Tiene sentido lo que dice, así que le daré un poco de rienda suelta para me pregunte lo que quiera, me gustaría saber qué se le pasa por la cabeza y si consigo hilar una red de confianza, quizá pueda averiguarlo.

—Emma, puedes decirme y preguntarme lo que quieras.

—¿En serio? —dice arqueando un poco las cejas.

LA ESCALERA DEL DIABLO. La cara oculta del monstruo (FINALIZADA)Where stories live. Discover now