39

30 11 79
                                    

Elías

Despierto confundido, sin saber si mis recuerdos son fruto de un mal sueño o pedazos de una realidad rota. Alargo con pereza la mano para alcanzar el periódico, busco la fotografía del hipermercado y la observo durante unos segundos. Luego, paso las páginas hasta encontrar al ángel violoncelista, pongo mis dedos sobre ella y cierro los ojos.

La imagen de Emma surge en mi mente, esa violoncelista me recordó a mi ángel. Mi cerebro reproduce un fragmento de película: Me envuelve la oscuridad de la noche mientras persigo a una muchacha, Emma. Consigo alcanzarla antes de que la atropelle un coche, pero luego me la llevo conmigo a una celda con barrotes, y después... nuestras miradas hablan por sí solas. Surge algo que jamás debería haber nacido entre los dos, pero sucedió y ya no había marcha atrás. Recuerdo cómo mi corazón se aceleraba cuando estaba a su lado, la sensación de mariposas en el estómago cuando ella me miraba sin ver al monstruo, y cómo se erizaba el vello cuando ella se sentaba en mi regazo y sentía el contacto con su cuerpo. El amor ha sido nuestro yugo.

Recuerdo La Guarida, mi casa, donde tengo un lugar secreto: un búnker subterráneo a diez metros de profundidad donde llevo a cabo mi afición, acciones que son malas para algunos pero buenas para otros o al menos eso creo. De todos modos, he descubierto que soy un asesino y tengo la sensación de que disfrutaba siéndolo. Ahora... no lo sé, pero uno no puede dejar de ser quien es en tan poco tiempo. ¿Poco tiempo?

Recuerdo haber ido a buscar comida para La Guarida, para el búnker. Si han pasado tres semanas, entonces ha transcurrido mucho tiempo, demasiado para Emma. Tres semanas sin comida... Cierro los ojos y trago saliva con dificultad; mi cerebro me da órdenes que, en este momento, me veo incapaz de seguir: Sal de aquí ya, tienes que salir de aquí o ella morirá, si es que aún no lo ha hecho. Tan solo queda una cuenta atrás: tres... dos... uno... ¿inconsciente? No, ¡muerta! Si no consigo llegar al búnker, estará muerta. ¡El móvil! Necesito mi móvil.

Bajo las piernas de la cama, ayudándome con las manos, y permanezco unos segundos sentado. Me agarro al andador e intento ponerme de pie. Prácticamente me sostengo con los brazos, notando como tiemblan debido a la enorme fuerza que estoy haciendo para mantener mi cuerpo. Deslizo un poco el andador hacia delante, pero mis piernas permanecen inmóviles en el mismo lugar, como si fueran completamente ajenas a mí; al menos me proporcionan un poco de apoyo. Con la mano, intento avanzar una pierna tirando de ella, pero pierdo el equilibrio y me caigo al suelo, entre la cama y el puto andador.

El suero se ha ido a la mierda, lo olvidé por completo. Solo quiero el puñetero móvil, lo necesito ahora. El brazo me sangra un poco, la vía se ha salido por completo, pero ¿qué importa un poco de sangre? ¡El teléfono! Me arrastro como un reptil, en esta posición noto que puedo empujar un poco con los pies, me deslizo por el suelo hasta llegar al armario. Seguro que está allí con mi ropa. En este momento, pasa Amanda por la puerta y retrocede con cara de espanto.

―Pero ¿qué estás haciendo? ¿Por qué no me has llamado? ¡No puedes levantarte solo! Madre mía, no te muevas, voy a buscar ayuda.

Sale deprisa de la habitación. Oigo revuelo en el pasillo y pasos que se acercan a toda prisa. Ya he conseguido abrir el armario y alzo los brazos para tirar de la ropa que cuelga de la percha, haciendo que todo caiga sobre mí. La percha va por un lado, la ropa por otro y la chaqueta queda medio colgando de otro colgador. Tiro de ella hasta alcanzar el bolsillo. El sonido de un crac me indica que he roto alguna parte de la prenda al tirar de ella sin ningún cuidado, pero no me importa, ¡quiero el maldito móvil! Cuando entran, tengo mi tesoro aferrado en la mano, sudoroso y agotado, he conseguido mi trofeo. Respiro algo más aliviado, aunque con dificultad debido al esfuerzo.

Amanda recorre mi cuerpo con las manos, presionando con cuidado para verificar que no me he roto nada.

―¿Sientes dolor intenso en alguna parte, Elías? ―me pregunta con cara de preocupación.

LA ESCALERA DEL DIABLO. La cara oculta del monstruo (FINALIZADA)Where stories live. Discover now