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Desconocido

Emma vive en un piso del ensanche de Barcelona. Debe de tener alrededor de unos cuarenta metros cuadrados. Dispone de un comedor, cocina, baño y dos habitaciones. Una de ellas está amueblada como un estudio. Sobre el escritorio tiene el ordenador, y varios libros están ordenados en una estantería; lo normal para una estudiante. La otra habitación es el dormitorio. Todo el apartamento tiene ventanas y balcones que dan a una calle bastante transitada. Es evidente que no vive con sus padres.

El gato ha venido corriendo cuando me ha oído entrar. Al verme, su pelo se ha erizado y sus orejas han modificado su ángulo al mismo tiempo que me ha soltado un bufido que me ha hecho retroceder. He decidido investigar primero por la casa, para que se vaya acostumbrando un poco a mí; después, ya intentaré un acercamiento. En la cocina, el cuenco de comida está vacío y la fuente de agua por la mitad de su capacidad. Abro los armarios de la cocina en busca de la comida del felino. Cojo una lata de alimento para gatos y la vierto en un plato limpio; el resto de las latas y el saco de pienso los pongo en una bolsa. Le dejo un cuenco con agua fresca y desconecto la fuente para que se vaya escurriendo; también me la llevaré. Recorro la casa en busca del arenero del gato; por fin lo encuentro en el cuarto de baño. Después de vaciar su contenido y limpiarlo, lo meto en otra bolsa grande junto con el resto de cosas: una camita redonda, algunos ratones de juguete —que me he ido encontrando tirados por la casa— y una mantita. Madre mía, menudo ajuar tiene el minino.

La cama de Emma está sin hacer. Recuerdo que era de madrugada cuando la vi. En una bolsa grande de lona que he traído, meto el pijama que tiene sobre la cama, y del armario cojo unos cuantos vaqueros, camisetas y sudaderas. Registro los cajones hasta que encuentro bragas, calcetines y sujetadores, también lo meto todo en la bolsa. Me fijo que en la mesita de noche hay una fotografía familiar: una pareja con una niña de unos doce años, seguro que es Emma; sigue teniendo la misma cara de ángel. La pareja debe de ser sus padres. Llama mi atención, el hecho de que la mujer de la foto y la que vi en las imágenes del móvil no son la misma. ¿Estarán divorciados? Podría ser. Regreso a su estudio, y en esta ocasión me fijo en que el escritorio está bien organizado, mucho mejor que los armarios de la cocina que estaban hechos un desastre. Me llevo lo que me parece, al menos se distraerá con algo. Cuando regreso al comedor, el gato sale de la cocina relamiéndose; en cuánto me ve corre debajo de un mueble. Respiro hondo para armarme de paciencia y me agacho a mirar. El gato suelta otro bufido. Recuerdo que antes recogí un palo con un cordelito del que colgaba un ratón de juguete. Rebusco en la bolsa hasta que lo encuentro, se lo enseño al minino y lo muevo para llamar su atención, pero no me hace ni caso. Cojo otro juguete y tampoco, el gato sigue sin querer salir. ¡Esto va a ser más difícil de lo que me pensaba! Se me resiste más el gato que esas niñatas. Entonces se me ocurre una idea: cojo la camiseta del pijama de Emma y se la acerco; el gato se frota, la rasca con las patas y se hace un ovillo sobre ella. Tiro despacio de una de las mangas para deslizarlo hacia mí. Lo cojo todo junto, el minino con camiseta, y lo meto en su bolsa de transporte. ¡Listo!

Antes de salir, escucho detrás de la puerta para cerciorarme de que no hay nadie, quiero evitar encontrarme con algún vecino. Me asomo con cautela y después de confirmar que tengo vía libre, me escabullo por las escaleras. Bajo deprisa pero con discreción, ya que no quiero toparme de frente con ningún vecino que salga del ascensor. Cuando llego al coche, meto las bolsas en el maletero y dejo a Black en el asiento del acompañante. El gato parece tranquilo y no maúlla, lo que es de agradecer.

Mientras regreso a La Guarida me pregunto si no me habré llevado demasiadas cosas. Sé que no podré retener a Emma para siempre y aunque no entraba en mis planes y me resisto a deshacerme de ella, mantenerla conmigo es un riesgo importante. No he dejado de darle vueltas a este asunto desde que entró en mi vida. Reconozco que todavía no he tomado una decisión en firme y esto es algo que me está consumiendo día a día. La idea de tener que matar algo tan bonito me agobia. Emma me gusta. Es bella por fuera pero aún más hermosa por dentro, y no se me pasa desapercibida la forma en qué me mira. Aunque es posible que sean imaginaciones mías, en ocasiones, la sorprendo recorriéndome con esos ojos verdes, sin tener ella ni la menor idea de que son un arma con la que podría hacer que caiga rendido a sus pies.

LA ESCALERA DEL DIABLO. La cara oculta del monstruo (FINALIZADA)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang