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Emma

Se ha ido sin responderme. No sé si me traerá lo que le he pedido. El salvaslip no será suficiente para contener la cantidad de flujo que tengo en mi segundo día de menstruación. Me siento avergonzada por haber tenido que mear en un orinal, algo que no hacía desde que tenía dos o tres años; pero lo que más me ha incomodado ha sido tener que dárselo después a él. También me siento abochornada por tener que pedirle que me traiga compresas, más aún después de lo que ha pasado. Si no fuera porque he visto que ya estoy manchando la ropa, no le habría dicho nada. No le he dado motivos para que me haga lo mismo que a Bea, pero no sé si necesita ninguna razón para hacer lo que le dé la gana con nosotras. Por algo nos tiene aquí, y dudo que sea para nada bueno. El hecho de que yo no esté en sus planes no significa que me vaya a ir de rositas.

He sentido miedo, me he quedado paralizada y bloqueada, no he podido articular ni una sola palabra. Todo ha pasado muy rápido, pero al mismo tiempo parecía una película a cámara lenta. Solo he podido ahogar un grito y creo que incluso me duele el diafragma de la tensión. No sé si es una buena idea que Bea siga provocándolo de esta manera. Entiendo su furia e indignación, porque yo también las siento; pero no nos engañemos, percibo cierto trato de favor hacia mí. Al menos yo tengo espacio para moverme, puedo ponerme de pie e incluso dispongo de una especie de cama anclada a la pared. Me recuerda a una de esas celdas que solían salir en las películas del oeste de antaño. A mi padre le encantaban esas películas, aunque ahora prefiere viajar con su nueva mujer.

Cuando mi madre murió de cáncer, mi padre cambió de actitud. Se volvió más frío y distante. Yo, con diecisiete años, tampoco lo estaba pasando bien, ¡era mi madre! Siempre habíamos estado muy unidas; con mi padre también me llevaba bien, pero en ciertas cosas, tenía mucha más confianza con ella. Ya me entiendes, eran cosas de chicas y con mamá podía hablar de todo. Ocho meses después de la muerte de mi madre, mi padre conoció a Bárbara y en cuatro meses se casaron. Me dejó claro que, como ya había cumplido los dieciocho, tendría que tomar las riendas de mi vida porque ya era adulta. Mi padre me dijo, que de ningún modo quería que desatendiera mis estudios. Yo acababa de empezar la carrera de Historia en la Universidad de Barcelona, así que él me proporcionaría ingresos mensuales en mi cuenta corriente y una tarjeta de crédito. Nunca me ha faltado dinero, pero lo que sí he echado de menos es su atención y cariño. Sentí que me quedaba completamente sola. Soy hija única y tampoco tengo más familia, ni siquiera amigos. Siempre me he sentido como un cuadrado en un mundo redondo. De todos modos, entiendo que mi padre quisiera rehacer su vida; estaba en su derecho, por supuesto. Solo que me pareció demasiado pronto, y el hecho de que me alejara de su vida... eso fue lo que más me dolió. 

La relación con mi madrastra, era... ¿correcta? No lo sé. Reconozco que no tuve ningún interés por ella ni por conocerla. Tampoco tenía ánimo de decirle que se fuera a la mierda. Sentí que me robaba a mi padre, y cuando supe que trabajaba en la misma empresa que él, todo encajó. Claro, la amiga consuelo se arrima en momentos de pena esperando la ocasión oportuna para fagocitar lo que queda de mi padre y, con ello, a la única persona que me podía sostener emocionalmente. Cada dos por tres, recorren medio mundo y solo veo a mi padre tres o cuatro veces al año. El contacto es unos pocos minutos cada equis tiempo, por teléfono o bien por WhatsApp; a veces, incluso me responde ella. Soy consciente de que la situación me sobrepasó; sentí que en poco tiempo no solo había perdido a mi madre sino también a mi padre.

Ahora me concentro en mis estudios. Me encanta la historia, sobre todo la antigua, y me apoyo en Black; es mi mejor amigo, un gato que me regaló un compañero de la universidad. Me comentó que su gata era un putón, que se había tirado a medio vecindario y que volvió con un regalo. Lo explicaba de forma divertida y anecdótica. Él se iba a quedar con uno, pero el resto intentaría colocarlos. Esa misma tarde, iba a llevar fotos de los bebés gatunos al veterinario, por si él podía echarle una mano. Con tanta afluencia de gente en la consulta, igual alguien podía estar interesado en adoptar. Se puso contento cuando le dije que podía quedarme con uno. Me enseñó las fotos para que escogiera el que más me gustara. Todos eran de manchas blancas y negras, excepto uno que era todo negro. Le dije que como a la gente en general le dan grima los gatos negros, por aquello de que traen mala suerte, me quedaba con el negro. Sin duda, sería el que más costaría de adoptar. De todas formas, a mí me encantó. Tendrías que verlo, es precioso: negro como el carbón, muy suave, y sus ojos son verdes como los míos. Además, todo él es una bolita de cariño. Pienso en él... y me consumo por dentro. Lleva muchas horas solo y le quedará comida y agua, calculo que para un día más.

LA ESCALERA DEL DIABLO. La cara oculta del monstruo (FINALIZADA)Where stories live. Discover now