40

43 11 126
                                    

Elías

Los últimos días han sido un calvario; no he dejado de ejercitarme y eso me ha dejado agotado. Me tiemblan las piernas por la fatiga, las manos terminan enrojecidas por sostener mi cuerpo, las gotas de sudor caen por mi frente, el corazón se acelera como si estuviese corriendo y el aire todavía quema al pasar por la garganta.

He cumplido mi promesa con Amanda, al menos la mayor parte del tiempo, ya que está muy pendiente de mí o, en su lugar, envía a Sofi a echar un vistazo. Por otro lado, tengo controladísimo cuándo el turno de tarde y de noche se va a la sala de descanso a tomarse un café. Siempre queda alguien rondando, por supuesto, pero tiene bastante trabajo como para andar vigilándome. Esos momentos son los que también he aprovechado para hacer un poco de ejercicio extra. Cuando he tenido que estar en cama o sentado en el sillón, he cogido las gomas elásticas y las pesas de Sofi y he continuado con mi entrenamiento. Todo este esfuerzo y dedicación ha dado sus frutos. Hoy me marcho de aquí. Siento inquietud por cómo me sentiré al pisar la calle y mucha impaciencia por llegar a La Guarida y saber si mi ángel todavía sigue allí.

Desperté y nací de nuevo, pero con una vida que había olvidado. Uno hubiese deseado recordar ser una persona íntegra y buena, con una familia y amigos, lo normal que uno esperaría tener; sin embargo, recordé, que soy una escoria social, como aquellos a quienes intento limpiar de la sociedad. Recordé que soy un asesino, y como tal, saldré de aquí. Me siento como un impostor, rodeado de tanta gente buena que durante años no encontré, y ahora me considera un héroe. Menudo héroe. Si ellos supieran, correrían tan lejos de mí como pudieran. Lo más probable es que prefirieran arriesgar su vida en un acantilado antes que caer en mis manos; quizá el precipicio les brindaría la oportunidad que no tendrían conmigo. La pesadumbre y tristeza que siento me rompen el alma, como si hicieran jirones una sábana, al mismo tiempo que mi ánimo se desploma. Ahora que ha llegado el momento, estoy paralizado y, por primera vez en mucho tiempo, siento miedo.

Vuelvo a ser aquel niño que, mientras rociaban de gasolina, se orinó en los pantalones, alegrándose de que nadie se percatara y confundieran esas manchas con el combustible. Con más miedo a la vergüenza y a la humillación que a la propia muerte. Ahora temo a la muerte, pero no la mía, sino la de Emma. No consigo imaginarla. Después de este tiempo, no quiero enfrentarme a lo que más miedo me da en este momento: pasar de tenerla entre mis brazos, amándola, sintiendo la suavidad de su piel, sus cálidos labios y sus mejillas sonrosadas, a tener que abrazarla con las frías livideces de un corazón abandonado a su suerte.

Me recompongo y termino de arreglar mi ropa. Julián la llevó a la lavandería, ya que estaba llena de manchas de sangre, y su hermana me cosió los rotos ocasionados por el accidente. Me atreví a pedirle si podría acercarme al hipermercado el día que abandonara el hospital, donde tengo aparcado el coche, y él accedió de inmediato. Así que vendrá en su día libre para llevarme al lugar del accidente, y no quiere que le dé nada a cambio, ni siquiera ha aceptado que le pague la factura de la lavandería. Es un buen tipo.

―¿Listo? ―pregunta Julián, entrando animado en la habitación―. Supongo que no quieres que te traiga una silla de ruedas, ¿no? ―añade, conteniendo la risa, al ver mi cara de disgusto.

Cuando me doy cuenta de que me está vacilando, suelto una risilla.

―Tú primero, mister ―dice, extendiendo una mano hacia la salida, ofreciéndome pasar delante.

Al salir, todo el equipo me está esperando: Amanda; Sofi; el Dr. Gutiérrez; Toni, el compañero de Julián y el resto del personal. Me quedo atónito, ya que no esperaba ninguna despedida, y mucho menos de esta magnitud. Amanda empieza a aplaudir y el resto de las personas presentes se une a ella. Incluso de las otras habitaciones, asoman cabezas curiosas que se unen a la alegría general.

LA ESCALERA DEL DIABLO. La cara oculta del monstruo (FINALIZADA)Where stories live. Discover now