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Elías

Hoy he bajado al búnker más temprano que de costumbre, con el propósito de revisar las cámaras y verificar los sucesos del día anterior. Al introducir la fecha y hora requeridas en el ordenador, se proyecta en la pantalla la imagen de Emma accediendo al calabozo. Después se agacha junto a la jaula de Beatriz, quien empieza a increparla con insultos como siempre. Emma no responde, pero en un instante en que Beatriz se aferra a los barrotes, Emma coge su mano y de pronto le corta el dedo. Todo sucede con rapidez, y aunque el cuchillo que ha empleado tiene buen filo, no resulta sencillo cortar un hueso con esa velocidad, ni siquiera un dedo de la mano. Reviso una franja de tiempo anterior a esta para ver si sucedió alguna cosa más. Observo que, mientras yo estaba ayer en el taller, Emma entró en el calabozo y estuvo hablando con Beatriz; más bien discutieron. Beatriz la culpó de nuevo de ganarse mis favores. Emma se mostró desafiante y el comentario que puedo escuchar no me gusta nada, pero nada de nada.

No he necesitado tirármelo, como tú dices, para que me consienta en algo. Pero ¿sabes qué es lo mejor? Imagina lo que podré conseguir si llegara a hacerlo. —Esto es lo que escucho recogido por el audio de las cámaras.

Apoyo los codos en la mesa y la barbilla en mis manos, pensativo, sin dejar de mirar la pantalla en pausa. En ella, veo el instante en que Emma se disponía a abandonar la sala y me doy cuenta de que unos minutos después me la encontré al salir del taller. Me pregunto si me está engatusando a propósito y con qué fin. Me asaltan las dudas y la decepción, me siento estúpido por haber pensado que quizá podría estar sintiendo algo por mí, aunque fuera el Síndrome de Estocolmo me habría conformado. Ella es lista, muy lista. ¿Así que quieres jugar? ¡Jugaremos! Quiero ver hasta dónde eres capaz de llegar, Emma Pons.

Salgo y me dirijo hacia su habitación. Necesito verla, mirarla a los ojos y comprobar que tan solo vi lo que deseaba ver. La encuentro en la cama, Black está hecho un ovillo pegado a su pierna. Levanta la cabeza al veme entrar y suelta un suave maullido. Dejo la puerta abierta para que entre la luz del pasillo que se refleja en su rostro de porcelana blanca. Quien la viera dormir así jamás diría que, la tarde anterior, le cortó un dedo a alguien con total tranquilidad. Si lo pienso bien, no sé quién es más aterrador, si ella o yo; pero si tuviera que elegir, diría que ella. En este momento, la veo imprevisible. Black frota su cabeza contra mi mano, lo cojo en brazos para hacerle unos mimos; esta bola de pelos me resulta balsámica. Emma parece dormir plácidamente, así que me iré un rato al taller. No quiero despertarla.

Cuando regresé esta mañana, llevé el desayuno a Beatriz y también le cambié el vendaje. Ahora iré a ver a Pol; por supuesto, he dejado a la niñata encerrada con llave. No quiero sorprender a Emma realizando algún tipo de body art en Beatriz.

Dejé a Pol cubierto con una manta térmica para evitar que muera antes de tiempo. Todavía está atado pero consciente, y sus constantes vitales son estables. Le quito la manta y le destapo el apósito de la pierna. La herida tiene forma de un rectángulo perfecto y presenta buen color con los bordes bien definidos. Es estupendo que no se haya infectado. Para mitigar sus gritos, le tapo la boca, aunque la habitación está insonorizada, no me apetece que me taladren el cerebro a estas horas de la mañana. Por mi afición, he tenido que desarrollar bastante tolerancia a insultos, tacos y, por supuesto, gritos, pero eso no quiere decir que me apetezca oírlos a todas horas. Reconozco que tengo un mal día. Conecto por control remoto el equipo de música para escuchar: I Don't Want To Miss A Thing de Aerosmith. Me encanta esta canción, pero hoy, mientras la escucho, no puedo evitar pensar en Emma; aunque se trataba de todo lo contrario: distraerme y olvidarla por un rato, pero ahora mismo domina por completo mi pensamiento.

Como hoy no le he puesto anestesia a Pol, subo el volumen de la música para ahogar sus quejidos. Cuando estoy de mal humor soy menos considerado, y ahora el cabreo que tengo es monumental; no puedo apartar de mi cabeza el audio de Emma con Beatriz.

LA ESCALERA DEL DIABLO. La cara oculta del monstruo (FINALIZADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora