Capítulo 11: Nirmir

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El camino a Nirmir era cansado, se detuvieron al anochecer en un terreno rocoso llamado El Sendero de Brekler, algo que únicamente Riande recordaba y no quedaba nada de lo que solía haber, era muy difícil para él ver los cambios que había tenido Eclerion en el tiempo que llevaba encerrado en Minesta. Aleck juntó ramas y después prendió la fogata, los tres se sentaron a su alrededor.

—Shana ¿Tu de verdad no recuerdas nada de tu pasado? —preguntó Riande.

—No... A veces recuerdo cosas, pero suelen ser conocimientos generales, no he logrado recordar nada importante.

—Comprendo —contestó Riande meditabundo sin dejar de ver el fuego de la fogata.

Shana mentía, pero era difícil que los demás lo notaran, podía disimularlo bien. A pesar de no haber dicho nada, Aleck podía percibir que algo andaba mal con Riande, se veía preocupado y a la vez triste.

—Y dinos, maestro ¿Cómo era ser un caballero en la época del Rey Luka? —preguntó Aleck tratando de romper la tensión.

Riande suspiró recordando con anhelo aquella época.

—Luka tenía la idea de que para unificar las naciones en lo que ahora es Eclerion debía tener en su mesa a personas de todas las razas, el nombró caballeros a aquellos que considero fuertes, puros y leales a él.

—¿Cómo es que Zacian logró derrotarlos a todos? —preguntó Shana interesada.

La sonrisa nostálgica de Riande desapareció convirtiéndose en tristeza y angustia, apretó los dientes, respiró profundamente y después continuó.

—Eso es porque él era no solo un caballero ... —dijo viendo las chispas saliendo del fuego— Zacian... él... era... es uno de los cuatro héroes.

—¿Uno de los cuatro héroes? —Cuestionó Aleck, conocía las historias sobre los cuatro héroes, pero jamás había escuchado que Zacian fuera uno de ellos.

—Dejemos esa historia para después —trató de evadir Riande— mañana partiremos temprano, aún nos queda un largo camino para llegar a Nirmir.

Aleck y Shana decidieron no agobiarlo más, pero algo les quedaba claro, Zacian era una persona mucho más poderosa de lo que podían imaginar.

Pasaron la noche bajo la luz de la luna, Riande no logró conciliar el sueño durante toda la noche, sabía que no estaba listo para ver lo que encontraría en Nirmir, pero era demasiado tarde para dar vuelta atrás.

La mañana había llegado, continuaron su camino, el sendero los llevó hasta otro bosque, ahí acababa el camino. Riande miró los grandes árboles con un nudo en la garganta y las lágrimas a punto de rodar por su rostro, sin embargo, contuvo el sentimiento, respiró profundamente e ingresó en el bosque seguido de Aleck y Shana.

—¿Estas bien? —preguntó Aleck a Riande.

—Si... —contestó poco convincente Riande.

Shana observaba el bosque con intriga, era mucho más frondoso, oscuro, frío y con árboles mucho más altos que en el que Aleck la había encontrado y por los que habían cruzado anteriormente. Llevaban poco el tiempo en el bosque cuando el bosque oscureció.

—Sera mejor que busquemos un refugio, está a punto de llover —dijo Riande al ver la poca luz de Sol que atravesaba entre las romas opacada por las nubes negras.

Se apresuraron a buscar un lugar para resguardarse, sin embargo, la lluvia los había alcanzado dejándolos empapados mientras buscaban un refugio. Encontraron una pequeña cueva donde pasarían la noche. Los armadillos se acurrucaron entre ellos, su piel era impermeable, pero al ser creaturas de fuego no les gustaba ser mojados. Shana extendió su capa para que se secara con el calor de la fogata que Aleck estaba prendiendo mientras Riande veía la lluvia caer a la entrada de la cueva. Había algo que le inquietaba, él conocía perfectamente el lugar, el bosque que circundaba Nirmir junto con la ciudad eran un lugar donde abundaba el Sol y pocas veces llovía, era demasiado extraño para él que en aquel lugar hubiera una lluvia de esa densidad.

Eclerion: El Legado del ReyWhere stories live. Discover now