Capítulo 22: Dronor

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Calixta les había explicado que las hadas y los gigantes siempre habían tenido una buena relación incluso desde antes de la Alianza original, sin embargo, de todos modos, debían de tener cuidado ya que eran una raza muy desconfiada y agresiva.

Habían logrado salir del Bosque Encantado y preparado el campamento para pasar la noche, Aleck prendió la fogata, era una noche fría por lo que los cuatro se sentaron alrededor para calentarse.

—Calixta, dinos cómo era ser un hada madrina. —Insistió Shana.

—Era el mejor trabajo del mundo. Unir a las personas con su ser amado o incluso solo ayudarles a mejorar un poco sus vidas, las buenas obras eran mi pan de cada día.

—¿Solo ayudabas a los humanos sin don? —preguntó Aleck.

—Algo así. Es que, en el pasado, antes de la fundación de Eclerion, Yunuetra estaba dividido en diversos reinos pequeños, la mayoría de los reinos cercanos no tenían personas bendecidas, en su mayoría eran humanos sin conexión a los dioses.

—Iré por más leña para la fogata —dijo Riande levantándose y yéndose.

Una vez que ya no lo podían ver, Aleck y Shana aprovecharon para preguntar.

—Cali... ¿Qué fue lo que paso entre tú y Riande?

—En realidad, no hay mucho que contar...—dijo triste—. Se suponía que nos casaríamos, él iba a huir de Nirmir para vivir conmigo en Alfidia, pero de pronto un día solo me dijo que lo sentía y que quería romper nuestro compromiso, al principio creí que era por su familia, ya que de casarse conmigo no podría tomar el puesto de líder y tampoco sería un gran sabio, pero después descubrí que había renunciado a eso para volverse un caballero de Luka. Quizás solo no era lo que él quería...

—Que cruel... —dijo Shana conmovida cuando recordó su conversación con Riande y comprendió su razón.

Shana no podía decirle a Calixta que Riande la había dejado tras enamorarse de Luka, por donde lo viera la verdad no era algo que debía de escuchar de ella, tenía que ser el mismo Riande quien se disculpara con ella. Riande regresó en ese preciso momento por lo que Aleck cambió la conversación para evitar la incomodidad del momento.

—¿Cómo es Dronor? —preguntó Aleck

—Yo jamás he estado ahí —dijo Riande colocando la leña.

—Es una ciudad un poco más primitiva que las demás diría yo —dijo Calixta—. Toda su edificación es de piedra en el interior de una montaña hueca. En realidad, creo que es una raza un poco en peligro de extinción ya que solo quedaban con vida en total 50 gigantes.

—¿Por qué tan pocos? —preguntó Aleck.

—Antes de que existiera un kirili, eran una raza sanguinaria, atacaban constantemente a los pueblos humanos para comer, ellos decían que la carne humana era un manjar para ellos, entonces los humanos empezaron a matarlos por supervivencia. Cuando Kram, la primer kirili apareció, ella fue quien logró aplacarlos, pero no fue hasta Luka que se volvieron más confiables, gracias a él ellos retomaron un lugar en Eclerion como raza buena y empezaron a ayudar a construir algunas de las ciudades de los humanos, entre ellas Xeris, el castillo fue construido completamente por ellos.

—Ellos son una poderosa combinación de fuerza bruta y magia, la verdad me sorprendió mucho que Luka pudiera hacerlos formar parte de la Alianza.—dijo Riande.

Tardaron en llegar cuatro días hasta Dronor, la ciudad se localizaba en medio de las montañas en la punta más alta de la más árida y la entrada principal era un estrecho cañón cuyo arco estaba tallado con simbología de su cultura. Esperaban encontrar seguridad, guardias o algo que cuidara de su entrada, pero no había nada ni nadie. La sensación al entrar era similar a cuando llegaron a Nirmir, pero el lugar estaba intacto, no había rastros de destrucción y, sin embargo, parecía abandonado. Dronor era una ciudad literalmente excavada y tallada en el interior de la montaña. A pesar de la belleza de su ciudad, se veía claramente que, de todas las razas, los gigantes vivían de una manera mucho más primitiva a la de todas las demás como Calixta les había comentado. Las obras arquitectónicas no se disponían en torno a la calle sino en terrazas, mientras que los espacios interiores eran abiertos. Cada cuarto contaba con lo básico, un lugar para cocinar y un hueco en la pared para dormir. Los baños eran públicos y no tenían templos, sus escasos lugares de culto estaban marcados por un conjunto de piedras en disposición vertical que para cualquier otra raza no tenían ningún significado.

—Este lugar es toda una maravilla arquitectónica. —Admiró Aleck—. Además, las esculturas están sumamente bien detalladas.

Había esculturas de los gigantes, perfectamente bien alineadas, como si fuese una instalación artística. Demasiado detalladas y perfectas para lo que lograban percibir de su cultura.

Caminaron por la gran ciudad, se sentían tan pequeños en ese lugar cuyos objetos eran fácilmente 10 veces más grandes que los de un humano, para los gigantes ellos eran del tamaño de una muñeca, la pura idea era intimidante. Prendieron antorchas hechas de ramas secas de la vegetación silvestre de los suelos del lugar para poder inspeccionar más a fondo aquella ciudad que parecía abandonada y perdida.

—Tengan cuidado, podría ser una trampa —dijo Calixta—. Siento que hay restos de magia.

—También puedo sentirlo —dijo Shana.

—El lugar está intacto ¿A dónde se habrán ido? O ¿Por qué? —Cuestionó Aleck.

—Chicos... —dijo Shana con la voz temblorosa tras ver detalladamente las esculturas—. Creo que esas no son esculturas.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Riande.

—¿Por qué los gigantes harían esculturas de piedra de su tamaño para dejar alrededor de la ciudad? Sería estorboso; además, vean los rostros, muchos tienen cara de dolor y miedo.

—¿Petrificación?—preguntó Aleck.— ¿Eso es posible con el poder oscuro?

—Podría ser una maldición. —Concluyó Calixta.

—Tenemos que investigar, debe de haber algún sobreviviente —dijo Riande.

Recorrieron todo Dronor con la esperanza de que alguien hubiera logrado sobrevivir, pasaron horas, ni un solo ruido, ni una sola señal, no había rastros de ningún ser vivo. El miedo y dolor los invadía, conforme pasaban las horas parecía que estaban en un lugar embrujado, Dronor solo era un recuerdo de un poderoso imperio.

Mientras revisaban el lugar Calixta fue capaz de reconocer varios de los rostros, Shana tenía razón, eran sus amigos. Sin éxito, sin sobrevivientes, no había más que hacer ahí.

—Sabía que esto había sido una mala idea —dijo Calixta al borde de las lágrimas.

Aleck se subió a una mesa, estaban por marcharse, pero antes tenía que hacer un anuncio.

—¡Pueblo de Dronor, lo siento mucho, les prometo que encontraré una manera de romper su maldición y volverán a ver el cielo azul de Eclerion! ¡No descansaré hasta poder ayudarlos a todos! —Exclamó con todas sus fuerzas con un nudo en la garganta.

Aleck ya había tenido suficiente de sentirse impotente, él era el kirili, símbolo de esperanza y hasta el momento no había logrado nada como para ser digno del título.

Eclerion: El Legado del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora