Capítulo 31: El Camino de la Luz

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Salieron de las cuevas de tiempo, Samsara le pidió a Elliot que los llevara a otro lugar, tras haber descansado había podido utilizar su mágia para sanar sus heridas, por lo que lleno de energía los teletransportó hasta un castillo abandonado y destrozado que se caía a pedazos. Solo quedaba de pie una de las torres, el resto del lugar se había desplomado y había pasado tanto tiempo desde entonces que gran parte de la estructura estaba cubierta por plantas.

—¿Dónde estamos? —preguntó Shana.

Antes de responder, Samsara utilizó sus poderes para reconstruir el lugar y dejarlo en su antigua gloria. Estaban en el interior de un castillo, pero no era uno para habitar por lo que podían observar, tenía muy pocos objetos, todo era blanco, limpio y pacífico, tanto que permitía un energía tan limpia y pacífica que era inquietante.

—Este solía ser un lugar importante, era la base de una orden secreta dedicada a traer paz y transmitir los conocimientos y habilidades de poder divino entre los bendecidos por mi hermano Xpertaris. Humanos y elfos de todas partes venían a entrenar para desarrollar su divinidad para convertirse en paladines capaces de enfrentarse a los demonios.

—¿Y por qué estaba abandonado? —preguntó Aleck.

—Cuando Kram desterró a los demonios la orden perdió su enfoque inicial, ser cazador de demonios traía gloria en aquellos tiempos, pero tras su destierro muchos perdieron el interés por los entrenamientos que este lugar ofrecía. Los secretos de la luz quedaron en manos de la sacerdotiza de los elfos y una sola familia de humanos para pasarlos de generación en generación. El último de los paladines que guardó los conocimientos del poder divino era alguien que ustedes conocieron, Julian Levius.

—¡¿El padre de Zacian?! —Reaccionó Elliot.

—Así es —asintió Samsara - y aunque él esté muerto, le enseño gran parte de lo que sabía a Zacian, aunque el verdadero él sea inalcanzable en este momento, todo lo que ellos sabían eran conocimientos que fueron otorgados por los dioses.

—¿Tú nos enseñarás? —preguntó Shana.

—Sólo a ellos dos, tu no debes seguir utilizando tu magia, la maldición ha avanzado mucho y exponerte complicaría las cosas. —Samsara volteó a ver a los hombres mientras Shana se mordía la lengua—. Aleck, Elliot, aunque yo no otorgue el don de la divinidad ni la magia, como Diosa soy capaz de usar los tres poderes, a ambos les enseñare un hechizo capaz de separar a Zacian de Shaitan, es una variante de magia que puede igualar la luz divina, Aleck, la magia consume menos energía que el poder divino por lo que es mejor para que no te desgastes antes de la pelea final, pero no es tan sencillo de usar, tienen que encontrar un momento de debilidad en el que puedan tomarlo desapercibido para lograrlos separar.

Aleck y Elliot asintieron, esta vez Shana no insistió en aprender, estaba llegando al límite y sabía que ninguno aprobaría que intentara ayudar.

Tenían pocos días para aprender, pero con Samsara como su maestra ninguno dudaba de lograrlo, lo intentarían hasta el final. El castillo tenía una gran habitación en mármol blanco destinada únicamente a practicar y fortalecer los dones divinos, el lugar tenía varias esculturas en oro sólido y una fuente como parte del altar al Dios Xpertaris. Ahí entrenarían los próximos días hasta perfeccionar el hechizo. A diferencia del divino puro, poder moldear la magia para igualar la luz divina requería mucha mayor concentración y pensamientos claros y buenos, además de lograr una conexión profunda con su lado espiritual si dejaban que un solo pensamiento negativo entrara a ellos no lo lograrían.

Shana estaba jugando con su brazalete sentada en el marco de una ventana mientras los esperaba cuando Elliot salió de la gran puerta, cansado y exhausto, pero con ganas de platicar se dirigió a su hermana, Ori voló hasta él, pero ella seguía pensativa y distraída.

Eclerion: El Legado del ReyWhere stories live. Discover now