53- La mejor esencia (Fin)

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Vanessa
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Luego de el día de playa a eso de las cuatro, al llegar todos a mi casa, sin Mark y Julia claro está, todos fuimos al patio trasero y nos sentamos en el césped a conversar de cualquier cosa. Es que no había más nada que hacer.

—¿Y si buscamos gusanos? —Henry nos pregunta y Melissa le golpea el hombro.

—¡Henry, tú siempre con los gusanos!

—Era broma Mel.

—Tonto —la morena rueda sus ojos.

—¿Gusanos qué cosa, qué? —papá se acerca a nosotros con el ceño fruncido, Víctor suelta una carcajada.

—Es Henry, quiere comer gusanos.

—¿Enserio? ¿Por qué no vas al supermercado? Allí hay un salón de comida chatarra, gusanos de gomita deben haber.

—Papá, eso engorda, no le digas eso —sonrío, mi mejor amigo resopla.

—Yo y Bryan iremos mañana al gym, así que no hablen de engordar. Obvio que no comeré gusanos de goma.

—¿Iremos al gym? —Bryan le pregunta—. Pensé que eso había quedado en el pasado.

—¿Pasado? Fueron dos meses sin entrenar duro, obvio que volveremos a nuestra segunda casa.

—Segunda casa —la morena rueda sus ojos—. Luego son puros músculos, cuando sean viejos les cuelgan los pellejos.

—¿Pellejos? —papá le pregunta ríendo y ella se encoge de hombros.

—Por cierto, ¿dónde está mamá? —le pregunto a mi padre, el cual parece haber sufrido un ataque de risa al escuchar a Melissa decir pellejo.

—Oh... —vuelve a la seriedad de repente y rasca su barbilla—. Está en su habitación.

—¿En su habitación? —Henry frunce su ceño—, ¿qué hace allí?

—Está...

—Estaba hablando conmigo, señorito Campbell.

—¿Abuela, qué haces aquí? —enarco una ceja.

—El día era demasiado perfecto —mi mejor amigo murmura, mi abuela suspira lentamente.

—Y seguirá así, sólo vine a hablar con Vanessa.

—¿Qué quieres de ella? —Melissa le pregunta—. Porque si quieres algo de ella de nosotros también.

—De ustedes no quiero nada —mi abuela se gira hacia mí luego de ponerle cara mortal a mi amiga—. Veo que tienes guardaespaldas.

—Guardaespaldas no, señora, eso se llama amigos —Bryan, con una sonrisa, le dice, ella rueda sus ojos.

—Vamos a hablar, Vanessa, dentro de unos minutos vendrá mi taxi y tendré que irme.

—Vale, que remedio, ¿no? —resoplo y mi abuela agarra mi muñeca y me lleva hasta debajo de un árbol que se encuentra pegado al final del patio trasero.

Allí, en unas sillas nos sentamos frente a frente, la escucho tragar saliva y la veo sacar su abanico de el bolsillo de su chaqueta, con sumo cuidado de no dañarlo ya que el bolsillo está algo estrecho, lo abre, muy lentamente, y luego lo agita en su rostro, sus pestañas se agitan por el aire que este causa y sus ojos se cierran y se abren cada que lo mueve.

No voy a negar que mi abuela, con su elegancia, arrogancia, rostro indeferente, más seria que la palabra, con su cabello bien recogido y sus arrugas que ni siquiera se ven por el exceso de tratamiento que se da —digo yo—, se ve hermosa. Y es que si alguien es hermoso no lo vas a negar, mi abuela es así, hermosa físicamente. Lamentablemente no es hermosa en todos los sentidos, porque si fuera así no habría mejor persona, pero su mala esencia daña cada milímetro de belleza que hay en su figura.

Esencia✔Where stories live. Discover now