Capítulo 6

6.4K 1K 490
                                    







Los apartamentos no se ensuciaban demasiado rápido; había tardado muy poco en mecanizar lo que había que hacer en cada uno. Lo que sí le costaba era hacer la colada; la lavadora que había en el cuarto de la colada era del mismo tamaño que las industriales, e igual de complicada. Y tender al sol las enormes sábanas era una de las pocas tareas que lo dejaban a merced del sol abrasador; debería comprar crema solar cuando bajase al pueblo. O lo que fuera que fuese aquel grupito de casas esparcidas que había visto de camino allí.



Cruzó la puerta de servicio hasta la cocina y la sombra de la casa lo golpeó como la brisa de un océano invisible.

Doreen estaba haciendo algún tipo de bizcocho en el horno; no levantó la mirada del glaseado que estaba batiendo. Tenía la radio puesta, como siempre, y todas las ventanas abiertas, como si las breves ráfagas de aire caliente que entraban de vez en cuando fueran capaces de refrescarla. Le hizo un gesto hacia un vaso lleno de rodajas de limón.

—¿Tienes sed?

Asintió, pero llenó la jarra de agua y hielo y dejó caer dentro las rodajas de limón antes de acomodarla en la bandeja.

—Beberé a la vuelta.

—Pierdes tu tiempo —dijo Doreen por encima de la música, cuando ya estaba balanceando la jarra y el vaso en la bandeja. Se detuvo.

—¿Hm?

—Esos vaqueros no tienen tiempo para nada. Ni para beber agua.

Se encogió de hombros.

—Si ellos no la quieren, me la beberé yo —respondió, medio en broma, y Doreen meneó la cabeza con una media sonrisa.






Harry no estaba en la explanada. Sólo dos vaqueros a caballo que lo miraron desde la altura.

—¿Habéis visto a Harry? —preguntó. Uno de ellos le hizo un gesto hacia la puerta trasera de los establos.

—¿También haces de camarero? —le oyó decir cuando ya había empezado a caminar. No se dio la vuelta.

Había al menos una docena de caballos atados, comiendo de grandes cubos de pienso; dos estaban siendo cepillados por dos vaqueros delgados, y había alguien haciendo ruido en la parte de atrás con lo que sonaba como—pero seguramente no era—una enorme batidora.

Nathan levantó una mano para saludarlo; estaba tomando notas en una libreta.

—Hola, Nathan.

Él le sonrió. Al acercarse vio la fina capa de polvo que cubría sus botas y sus pantalones; aquellos vaqueros respiraban más polvo que aire.

—¿Necesitas algo?

—No, eh... busco a Harry.

—Está ahí atrás —dijo, señalando a sus espaldas desde la distancia—. ¿Quieres que te acompañe?

Frunció el ceño.

—No —dijo con lentitud—. Sé el camino.

Él rio.

—Lo sé. Pero está de mal humor. Si necesitas, ya sabes, refuerzos... —Le guiñó un ojo.

No estaba seguro de estar entendiéndolo.

—Estaré bien —dijo al final, suave—. Gracias.

—Suerte.

La parte de atrás de los establos acababa en una pared falsa de contrachapado que parecía añadida mucho después al edificio principal. Había una puerta con un tosco pomo de latón, pero antes de que pudiera golpearla, dos voces agitadas lo hicieron detenerse.

Country roadsWhere stories live. Discover now