Capítulo 45

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Doreen no abrió la boca cuando bajó a desayunar. Cortaba ciruelas concienzudamente para echarlas en una enorme olla brillante que tenía al fuego, y no se sentó a su lado para verlo devorar los huevos revueltos que había dejado preparados para él.

El comedor estaba perfectamente recogido; ni rastro de los trozos de porcelana en el suelo ni de los platos desordenados sobre el mantel arrugado. No lo había recogido Doreen, eso desde luego, o habría oído algo sobre la sopera.

Volvió a la cocina secándose la frente con el dorso de una mano, y dudó en el umbral.

—¿Puedes prepararme agua con limón?

Doreen se giró, todavía con un cuchillo manchado de ciruelas en la mano.

—¿...Estás seguro?

Asintió.

—Por favor. —Le dedicó una sonrisa, ignorando su perplejidad.


Harry daba instrucciones a dos vaqueros que intentaban meter a un caballo en un estrecho cubículo de madera y que no tenían ningún problema en discutir con él en voz alta como si se tratase de un humano.

—...el amor de dios, Sugar —casi gritaba uno de ellos—. Es un cepillado. No es bajar a los infiernos.

—Empújalo —dijo el otro, tirando de sus riendas con esfuerzo; con una sacudida de cabeza, Sugar parecía poder arrancarle el brazo del sitio sin problema, pero se quedó clavado en el sitio, con la cabeza gacha.

—No —lo detuvo Harry, y el vaquero se quedó parado en el sitio—. Espera, sal... ven a este lado. —Se acercó para agarrar él mismo las riendas, pero no tiró de ellas; acarició a Sugar en la cabeza con un suspiro, que lo observó como si fuese el culpable de todo—. Hay que peinarte. No hay forma de evitar esto.

Louis contuvo la risa, pero no intervino. Los vaqueros se alejaron de Harry hasta quedar casi a su altura y lo saludaron con un movimiento de cabeza.

—Hola, Louis.

No tenía ni idea de cómo se llamaba, así que le dedicó un asentimiento. Allí valía para todo.

—No le gusta cepillarse, entonces —dijo con ligereza, y los dos resoplaron.

—Hay que trenzarle las crines para llevarlo a una exhibición. Lo odia.

—¿Por qué?

—Porque es terco. —A pesar de todo, Harry había conseguido hacerlo avanzar varios pasos hasta meterse en el compartimento; uno de los vaqueros se apresuró a cerrar la compuerta que lo dejó encerrado, sin dejar que se diera la vuelta. Le dio una palmadita sobre el lomo y se alejó mientras Sugar sacudía la cabeza con furia—. Exclusivamente.

—Habría sido mejor darle alfalfa —insistió el otro vaquero, pero Harry negó con la cabeza al instante. Se estaba sacudiendo las manos en el pantalón como si no estuviera todavía más sucio que ellas.

—No podemos sobornarlo cada vez que no obedezca. Se volverá un hijo de puta consentido.

—Ya es un hijo de puta consentido —respondió él, pero Harry se encogió de hombros como dándole la razón.

—Id a por Maverick —murmuró—. Es el que mejor trenza.

Le sonrió cuando se quedaron solos, al fin, con el único acompañamiento de los bufidos de Sugar al darse cuenta de que estaba encerrado. Le tendió el vaso de agua.

—¿Has recogido tú el comedor?

Él le guiñó un ojo.

—No se lo digas a Doreen.

Country roadsWhere stories live. Discover now