Capítulo 47

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Louis estaba en el cielo.

Bueno, no exactamente. Pero estaba en la cama, con el cuerpo pesado y caliente de Harry apretándolo contra el colchón, y se le parecía bastante.

Ni siquiera era de día, pero no había prisa; se había despertado con Harry envolviéndolo amorosamente entre los brazos para evitar que se destapara. No tenía ni idea de cómo habían pasado de eso a Harry encaramándose sobre él, sólo de que le había ayudado tirando de su cintura con impaciencia.

Harry recorría su pecho con los dedos. Llevaba puesta una camiseta suya, tan grande que le dejaba colar las manos por debajo con facilidad. Louis aprovechó y arrojó un brazo sobre sus hombros sin ningún cuidado; necesitaría agarrarse a algo si quería estirarse para besarlo, y quería estar preparado.

Se estremeció entero cuando Harry presionó los labios contra su cuello, y los sintió curvarse en una sonrisa.

—Quiero quedarme aquí toda mi vida. —Sonaba tembloroso, y Louis dio una bocanada de aire que le supo a fuego.

—Hazme el amor. —No se sentía los labios; cerró el puño en su camiseta para sentir los músculos bajo ella—. Hazme el amor, ahora. Ya nos ocuparemos del resto.

Harry soltó el aire, pero estaba tirando de su ropa al segundo siguiente, y al cabo de un par de segundos luchando juntos bajo las sábanas, tenía su erección presionando contra su muslo cubierta sólo por su ropa interior. Louis se mordió la lengua mientras se las ingeniaba para deslizarla por su cadera, y se tragó el gemido suave que le arrancó cuando empezó a acariciarlo, suave. No dejó de vigilarlo en busca de algún rastro de incomodidad en sus gestos, pero Harry parecía perfectamente satisfecho con jadear y dejarse acariciar; ni una sola mención a su erección. Ni una sola duda.

No podía creerse que aquel vaquero sofocado y vulnerable de ojos verdes fuera suyo. Nunca acabaría de devolver aquel favor del universo.

—No tenemos condones —susurró él, interrumpiendo sus pensamientos. Louis frunció el ceño.

—¿...No quedan? —Su voz sonó rasposa; carraspeó.

—Escondí el paquete abajo.

Abrió la boca para protestar al instante, pero entonces sus labios bajaron por su esternón.

—Da igual —balbuceó al instante—. Da igual.

Harry levantó la cabeza para mirarlo y le dedicó una mirada igual de desesperada que la que debía de tener él. Tenía los labios entreabiertos y tuvo que luchar con todas sus fueras para no mordérselos.

—Hay lubricante —ofreció él, y sonó a súplica. Louis asintió antes de que pudiera añadir algo más.

—No importa —insistió—. Además, así podré sentirte.

Harry gimió.

—No lo digas así —masculló, sin aire—. Vas a-Vas a...

Louis alargó la mano a ciegas en dirección a su mesita, pero no recordaba dónde estaba el lubricante. Abrió el primer cajón y sus dedos tropezaron con el envase, y casi soltó un suspiro de alivio.

—Dame la mano —pidió, mientras quitaba la tapa a duras penas. Harry hizo una mueca, pero se irguió para quedar arrodillado en la cama, y perdió el maravilloso contacto de su pecho caliente al instante. Louis se estremeció sin vergüenza bajo el aire frío. Dejó el lubricante en su mano—. Date prisa.

Harry se mordió la lengua mientras apretaba una ración generosa en las yemas de sus dedos.

—No quiero hacerte daño —murmuró, con el ceño fruncido. Con la lengua entre los dientes, los rizos morenos hechos un desastre y el moreno irregular en sus brazos con las claras marcas de sus camisetas, no tenía ningún sentido que estuviera tan guapo.

Country roadsWhere stories live. Discover now