Capítulo 26

8.4K 1K 998
                                    



Harry insistió en enseñarle la masa de hierba alta que cubría los alrededores, delimitada por marcas, valles y montañas que sólo veía él. Señaló las manchas oscuras de los rebaños esparcidos por la zona; los contó diligentemente y clavó una marca con una bandera roja cerca del límite de los terrenos.

—Puede que la siguiente vez no venga yo —explicó mientras la clavaba con un martillo que había hecho aparecer en la mochila llevaba colgada Whisky—. Las ponemos de colores para saber qué día era cuando los vimos aquí por última vez. Dentro de dos semanas habrá que rotarlo, pero seguramente venga Ethan...

Louis estaba mirando los músculos brillantes que se marcaban en sus brazos al hacer fuerza; se le estaba haciendo la boca agua.

Le dedicó una sonrisa inocente.

—¿Me ayudas a bajar?

Él asintió.

—Desengancha los pies... —Le tendió una mano, pero él levantó los brazos y lo agarró por la cintura para bajarlo. Louis se agarró a sus brazos, sorprendido, y le dedicó una mirada indignada cuando lo dejó sobre sus pies con delicadeza

—¿Intentas hacerte el machito fornido? —retó.

—¿Funciona?

—Sí. —Apretó sus bíceps con los dedos. Harry no soltó su cintura; notó su respiración cálida en el rostro.

Parpadeó. Se relamió despacio, intentando calmar su propia respiración agitada.

—No hay nadie aquí —susurró. Harry parpadeó, entreabrió los labios; lo había entendido.

Se estiró y lo presionó los labios contra los suyos, sonriendo al sentir su respiración sorprendida. Era fácil, familiar, la forma en la que Harry siempre inclinaba la cabeza para profundizar el beso, su barba mal afeitada rascándole la barbilla y sus dedos cerrándose en su ropa. Conocía el rizo que caía sobre su frente con los ojos cerrados, reconocía la forma en la que encajaban cuando Harry adelantaba una pierna para dejarla entre sus muslos.

Volvió a la realidad y se separó de él, jadeante. Esos pensamientos podían volverse peligrosos muy rápido.

Harry se inclinó para tocar la punta de su nariz con la suya; apartó la cabeza, riendo, y dejó un beso en la comisura de sus labios.

—Tendrías que afeitarte —susurró, y él hizo un ruidito casi imperceptible que vibró contra su boca.

Harry acarició su mandíbula con una mano tan áspera como sus mejillas.

—Hay muchas cosas que tendría que hacer.

Lo siguió cuando se alejó para inspeccionar los caballos, que pacían tranquilamente; las botas eran pesadas y arrastraron sus pasos.

—¿Te ayudo?

—No, está bien. ¿Tienes sed?

Se encogió de hombros. Harry rescató un brillante termo de acero inoxidable de la mochila que llevaba Hope.

—Por una vez puedo servirte agua a ti.

Aceptó la botella con una risa.

—Le falta limón —criticó después de un trago, pero le devolvió la botella medio vacía. Había subestimado el poder del sol de Texas brillando sobre sus cabezas como un dios inmisericorde. Hizo un gesto hacia la vegetación que lo cubría todo—. ¿Por qué no está todo seco? En casa lo está.

—Es prado nativo. La hierba es alta para que no se abrasen las raíces.

Louis dejó caer los brazos para acariciar las puntas de las briznas de hierba con los dedos. Los rodeaba por todas partes; en algunas zonas, apostaba a que le llegaría por la cintura. Los mares verdes que lo habían enamorado desde detrás del parabrisas de su coche seguían allí, con las montañas parduscas recortando el cielo. Sentía la brisa cálida que movía la hierba, el rumor suave del viento.

Country roadsWhere stories live. Discover now