Capítulo 12

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Había pasado la tarde limpiando la cocina, aprovechando el día libre de Doren para monopolizar el control de la radio, cuando oyó un coche. A juzgar por el horario, sería un veterinario, pero al mirar por la ventana vio pasar el todoterreno verde de Liam. No sabía que había salido, pero cayó en la cuenta de que debía ser él quien había ido a buscar a sus hermanos al aeropuerto.

Tenía los latidos de su corazón casi bajo control para cuando reconoció los pasos de Harry acercándose. Nadie más tenía esa cadencia calmada.

—Hola. —Harry le echó un vistazo a la cocina, pero se quedó en el umbral sin entrar, frunciendo el ceño—. ¿Dónde está Doreen?

—Es su día libre. ¿Qué tal en la feria?

Él se encogió de hombro.

—Bien.

Matt entraba detrás de él.

—Cielos, este calor del infierno —gruñó—. Tenemos que arreglar el aire acondicionado. No me importa lo que digáis, no enfría como antes.

Harry se giró para mirarlo.

—Las maletas están en el coche —dijo en voz baja.

Su hermano se encogió de hombros.

—No hay prisa.

—Ve a por ellas, hay que lavar la ropa.

Matt resopló, pero se dio la vuelta y desapareció de nuevo en el recibidor.

Louis le sonrió. Se había arrugado el traje, y tenía ojeras. Sacarlo de aquellos establos era como meter en la nevera una planta de clima cálido.

—La ropa no tenía prisa —dijo con suavidad—. La lavaré mañana.

Él se encogió de hombros.

—Bien —dijo, aunque parecía distraído—. Voy a... ir a ver los caballos. ¿Están bien?

—Cámbiate primero —se oyó decir; había cumplido su promesa y había pedido explicaciones a uno de los vaqueros entusiastas que atendían a los veterinarios—. Están bien. Cameron ha estado con ellos. Sugar ya ni siquiera cojea.

Harry dudó.

—¿No cojea?

Negó con la cabeza.

—Lo he visto esta mañana. Y Betty también.

—¿Dijo algo el veterinario?

Negó con la cabeza.

—No lo sé —admitió—. Pregúntale a Jim.

Harry asintió. Desapareció escaleras arriba sin más palabra.


Volvió cuando ya había acabado. Había recuperado unos vaqueros gastados y una camisa de algodón sin teñir. Se había revuelto el pelo al cambiarse y sus movimientos habían perdido rigidez al deshacerse de la tela satinada del traje. Ya cargaba con algo en una caja de cartón.

Le sonrió.

—Ahora ya te reconozco. La cena estará lista en un rato.

—Te he traído una cosa.

Se volvió.

—¿...A mí?

Harry se adelantó y dejó la caja sobre la mesa de la cocina.

—Me gusta aprovechar los viajes a la gran ciudad —dijo, irónico, y Louis sonrió.

Abrió la caja. Había una plancha dentro, brillante y de aspecto moderno.

Country roadsWhere stories live. Discover now