Capítulo 35

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Al parecer, el otoño era la época más ocupada del año.

Grandes empaquetadoras llevaban y traían monstruosos bloques de cereal compactado, camiones cargaban ganado y se lo llevaban, y los hermanos trabajaban tantas horas que Doreen subía platos de comida humeante a los despachos en lugar de llenar el comedor de bandejas y cubiertos brillantes.

Harry dejaba un beso somnoliento en su cabeza antes de levantarse en cuanto el primer rayo de sol entraba por la ventana, y aparecía bien entrada la noche, sucio y despeinado. El agotamiento moldeaba cada uno de sus gestos, y muchas veces Louis ya no era capaz de encontrarlo en los establos; estaba en movimiento constante, moviendo caballos, dando indicaciones agitadas a veterinarios y firmando recibos que Niall clasificaba y archivaba con mimo.

El otoño avanzaba rápido; iba haciendo más frío, y Louis encontraba más y más oportunidades de pegarse a Harry en la cama para aprovechar el calor de su cuerpo y sentir la pesadez del brazo con el que lo rodeaba al sentirlo, incluso dormido. Le preparaba un baño caliente de vez en cuando, y le lavaba el pelo sin perder de vista la sorpresa suave en sus ojos. Harry se aferraba a su muñeca cuando intentaba alejarse, mudo, y dejaba un beso en su mano antes de permitírselo.

Doreen cocinaba tartas de calabaza, judías verdes, empanadas y maíz asado. Acaparaba la cocina entera para hacer conservas con la fruta que recogían los vaqueros y llenaba la despensa de tarros. Parecía haber asumido que los cacahuetes estaban prohibidos, y gruñía sin fin cuando tenía que sustituirlos, pero no volvió a comprar mantequilla de cacahuete.

Tardó dos días en preparar la cena de acción de gracias. Louis bajó dos veces al pueblo a buscar ingredientes que faltaban y que ella calificaba de "emergencia", y Harry tuvo que bajar la enorme lámpara de cristal del salón para que Louis pudiera limpiar cada una de las delicadas piezas; tenía que resplandecer, fueron las palabras de Nelly.

Niall se había empeñado en que todos cenasen vestidos con sus mejores galas; peor aún, había insistido que en cenasen todos juntos.

Louis eligió el traje de su entrevista y lo planchó en el apartamento mientras Harry se afeitaba; Ellie no había conseguido que se cortase el pelo para la ocasión.

—La verdad, no entiendo por qué —se quejaba en voz alta—. Es acción de gracias. Se supone que se pasa con la familia. ¿Qué pinto yo en la mesa con tus hermanos?

—Eres de la familia. —Harry sonaba todavía más ofendido que él; sacó la cabeza del baño y le frunció el ceño con media cara llena de espuma blanca—. La verdadera cuestión es por qué tiene que cenar Nelly con nosotros.

Soltó una risa. Dejó la plancha y sostuvo el traje en el aire para buscar alguna arruga con ojo crítico.

—Esto es ridículo —lo informó—. Poner cara de profesional delante de todos cuando... ni siquiera les caigo bien.

—Gracias. Eso hago yo todas las noches.

Hizo una mueca.

—Cenas conmigo todas las noches —se burló al instante.

—Sí, y me como las broncas de Doreen por ti. Y nunca te he oído quejarte.

Rio. Le echó un vistazo al despertador de la mesita de Harry.

—Vamos —lo urgió—. Si llegas tarde vendrá alguien a buscarte. Y ya puedes explicarles por qué tienes una lámpara de colores en la mesita del lado que no usas.

Harry bufó, pero oyó sus pasos rápidos desde el baño mientras se vestía. Cuando se giró, ya casi se había puesto el traje claro que recordaba del viaje a Atlanta, y había intentado aprovechar el nudo torcido con el que había guardado la corbata sin mucho éxito. Louis se acercó y lo deshizo con cuidado, haciendo una mueca al ver las arrugas marcadas en la tela donde habían estado entrelazadas.

Country roadsWhere stories live. Discover now