Capítulo 49

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Al día siguiente, el despertador de Harry lo sobresaltó antes de que él pudiera alargar un brazo perezoso para apagarlo.

Lo oyó suspirar. Sentía su cuerpo pegado al suyo bajo las sábanas; no quería perder el calor de su costado por nada del mundo.

—Tengo que bajar —murmuró Harry, como leyéndole el pensamiento—. Va a venir el veterinario.

Le dedicó un gruñido, sin moverse.

—Llámalo y dile que no venga.

—Ya lo he pensado, pero me he dejado el teléfono en el recibidor.

Rio sin abrir los ojos. Se estiró con cuidado.

—Tengo que aspirar esa odiosa alfombra que tenéis en las escaleras.

—Tenemos. —Harry se levantó con un bostezo y echó a andar todavía frotándose la parte baja de la espalda. Lo oyó revolver en el baño y rodó cuidadosamente para adueñarse de su lado de la cama, todavía caliente—. Hoy acabaré pronto. —Le oyó decir. Louis gruñó sin abrir los ojos.

—Siempre dices eso —farfulló contra su almohada—. Nunca acabas pronto.

—Siempre lo intento. —Harry reía cuando se inclinó para besarlo en la coronilla.



Desayunó tortitas con sirope bajo la mirada satisfecha de Doreen y aspiró la condenada alfombra desde el principio de las escaleras hasta el último piso. Rita estaba dibujando en su despacho, pero se apartó para que aspirase el suelo y le mostró con entusiasmo las ilustraciones de tortugas coloridas que estaba preparado. Ellie estaba firmando papeles sin leerlos demasiado, y encontró a Liam en la entrada de atrás, dirigiendo dos camiones que avanzaban trabajosamente para colocarse paralelos. Todo estaba en orden.

Niall estaba fuera de los establos cuando fue a buscar a Harry armado con un vaso de agua, hablando con dos hombres que no conocía.

—...veces. Gracias —estaba diciendo cuando pasó a su lado; lo detuvo con un gesto—. Louis. ¿Vas a ver a Harry?

Asintió.

—¿...Pasa algo?

Niall negó con la cabeza.

—Te acompaño.


Harry estaba deshaciendo los cubos de paja que descargaban dos vaqueros, armado con una horquilla y esparciéndola cuidadosamente por el suelo de los cubículos donde dormían los terneros.

—Hola, Lou. —Dejó la horquilla y se inclinó para besarlo. No había dudado ni un segundo; no había mirado a su alrededor ni se había molestado en alejarse de los vaqueros que trabajaban junto a él, a pocos metros.

Louis casi dejó caer el vaso, sorprendido. No se había acostumbrado a besarlo en público, y notaba el calor en sus propias mejillas cuando se separaron. Los dos vaqueros estaban atónitos cuando los miró de reojo, y no lo disimulaban demasiado bien. Ni siquiera estaba seguro de si era porque Harry había besado a un hombre, o porque Harry había sido afectuoso con otro ser humano, en general.

¿Importaba eso?

Le sonrió a Harry. Dejó el vaso en su mano.

—¿Ya ha venido la veterinaria?

Él asintió.

—Elvis está algo cansado. Cree que podría ser principio de reuma.

Parpadeó.

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