Capítulo 36

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Rita y Liam habían decorado toda la planta baja con motivos navideños; había muérdago sobre las puertas dobles de la entrada, coronas de guirnalda en las puertas de los apartamentos y un tirabuzón de espumillón rojo bajaba por la barandilla de toda la escalera, de arriba abajo. Pasaron todo el domingo montando un monstruoso abeto en el salón, la habitación con los techos más altos, y lo decoraron de rojo y dorado como en un maldito anuncio de calcetines navideños.

Era precioso, en teoría.

Pero nunca había visto tanta purpurina junta. Eso, viniendo de un aficionado a las fiestas de Halloween en bares de ambiente, era decir mucho. Y ahora era él quien tenía que limpiarla.

Estaba acabando de aspirar—por tercera vez esa semana—cuando Harry apareció en el umbral de la puerta, masticando una de las galletas de jengibre que Doreen sacaba del horno por docenas como si tuviera que cumplir con un plazo inexistente.

—Hola —farfulló. Louis sonrió sin darse cuenta.

—¿Qué haces aquí?

—Se están llevando unos caballos que han vendido. Niall me ha echado.

—¿Por q...? ¿Has sido amable con el intermediario?

Harry le frunció el ceño.

—Pueden lastimarlos si no los atan bien. El viaje es estresante para ellos.

Resopló.

—Cómete otra galleta —ordenó, y él desapareció en la cocina. Se volvió y empujó el aspirador fuera de su camino con un pie; Niall había comprado uno ligero y potente, con un depósito fácil de vaciar.

No podía creer la clase de cosas que le hacían feliz esos días.

Oyó la voz de Doreen riñéndole a Harry desde la cocina, y sus pasos de vuelta.

—Te he traído una. —Harry ya estaba masticando otra galleta, y Louis reía cuando aceptó la que le tendía.

—Gracias. Siento lo de tus caballos.

Harry se encogió de hombros. Había funcionado; la galleta había hecho desaparecer su ceño fruncido.

—Van a buenos campos de entrenamiento —dijo, pero aún parecía preocupado—. Conozco a los dueños. Es sólo que el transportista es un idiota.

—Podrías ir a verlos alguna vez. —Le dio un mordisco a su galleta; aún estaba caliente. Ya entendía por qué había oído las protestas de Doreen.

Harry negó con la cabeza.

—Sería raro. Nadie... hace eso —murmuró, lúgubre, pero veía en su expresión que no era la primera vez que lo pensaba.

—¿Por qué no? Podrías llevarme a mí. Me haré el interesado en lo que sea que entrenen.

Harry rio.

—Lo pensaré —murmuró—. Tengo que volver.

—Hm, vale.

Harry se inclinó hacia él; Louis tardó medio segundo en entender que intentaba darle un beso. Lo detuvo con una mano en el pecho, mirando a su alrededor automáticamente.

—Harry —susurró, alarmado, y él pareció confuso—. Estamos...

Él parpadeó; no pareció darse cuenta de que estaban en el salón hasta ese momento.

—Oh- claro —murmuró, retrocediendo.

—Están- —Hizo un gesto con la cabeza hacia el pasillo; llegaba el rumor lejano de voces. Harry se rascó la cabeza.

Country roadsWhere stories live. Discover now